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Domingo, 29 de abril de 2007
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POLEMICA POR EL DESARROLLO DE BIOCOMBUSTIBLES

La falacia verde

Una posición crítica a los biocombustibles sostiene que disminuirá la fertilidad de los suelos y que no solucionará el problema energético mundial.

Por Victor Bronstein
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“No es cierto que los biocombustibles no contaminan”, afirma el especialista Bronstein.

Cuando se mira al mundo, su desarrollo, crecimiento, avances tecnológicos, procesos de integración y conflictos, se observa que reconocer que esa dinámica está sustentada en la energía barata y versátil proveniente del petróleo. Hoy, la energía que alimenta los dispositivos tecnológicos es derivada de los hidrocarburos. La energía que ilumina casas, que mueve el transporte y que genera la electricidad es principalmente proveniente de los hidrocarburos. Todos los plásticos de miles de objetos cotidianos derivan de los hidrocarburos. La producción mundial de alimentos que permite alimentar a más de 6400 millones de personas se basa en fertilizantes hechos a base de hidrocarburos y fumigados con pesticidas fabricados también a base de hidrocarburos. ¿Se puede imaginar un mundo sin petróleo? ¿Sobrevivirá la civilización cuando el petróleo comience a escasear? ¿Existen formas alternativas de energía?

La reciente gira de George Bush por Latinoamérica instaló la discusión sobre los biocombustibles como solución al inevitable agotamiento del petróleo. El acuerdo entre Brasil y Estados Unidos sobre el tema generó muchas expectativas, apoyadas con desmesurado entusiasmo por los lobbistas del sector agropecuario, sobre la viabilidad de esta fuente energética como la solución milagrosa para resolver los problemas ambientales y de desarrollo mundial.

El sistema político y económico mundial está sustentado sobre las expectativas de una economía en permanente crecimiento, por lo que necesita proclamar soluciones alternativas a los hidrocarburos que no impliquen una disminución del consumo. Una situación similar ocurrió después de la primera crisis petrolera de 1973. En aquella época, el programa que alentaba la ilusión de un futuro sin problemas energéticos y sin dependencia fue el Programa de Hidrógeno desarrollado por el Department of Energy (DOE) de los Estados Unidos. En 1974, el presidente Nixon lo anunció como el Proyecto Independencia afirmando: “Asumamos nuestro objetivo nacional, en el espíritu del Proyecto Apolo y con la determinación del Proyecto Manhattan, que para el fin de esta época (1990) nosotros habremos desarrollado nuevas formas de energía para no depender de ninguna fuente energética extranjera”. Hoy, treinta años después, el hidrógeno sigue siendo sólo un proyecto. En 1979, en el marco de otra crisis petrolera, el presidente Carter hizo un llamado a un “acuerdo nacional para la energía solar”, con el objetivo de que para el año 2000 el 20 por ciento de la energía de Estados Unidos fuera generada por algún tipo de energía solar. Hoy, la energía solar representa menos del 0,5 por ciento de la energía total generada.

Hoy se plantea una nueva ilusión: la utilización de los biocombustibles como la solución “verde” para salir de la dependencia energética del petróleo. Los promotores de los biocombustibles dicen que es una fuente energética renovable, no contaminante, que libera de la dependencia del petróleo y que disminuye las emisiones de dióxido de carbono.

Pero la realidad dice otra cosa:

En las condiciones actuales, la producción de biocombustibles a gran escala es una nueva falacia que provocará aumento en los precios de los alimentos, disminuirá la fertilidad de los suelos y no solucionará el problema energético mundial que se avecina provocado por el alto consumo energético de los países desarrollados y la incorporación de China e India a la civilización industrial.

El autor de la nota es profesor titular e investigador, UBA.

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