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Domingo, 2 de diciembre de 2007
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INVESTIGACION Y PROPIEDAD INTELECTUAL

Geopolítica del conocimiento

Las universidades públicas en todo el mundo están funcionando como maquiladoras tecnológicas para las corporaciones.

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Diez empresas de biotecnología (3% del total del sector) representan el 72% de los ingresos.

La acumulación de bienes materiales está llegando a un límite. El proceso de apropiación de riquezas está más cercano a los monopolios del conocimiento que a las industrias tradicionales. Este proceso confluye en una estrecha interrelación entre el poder económico y la propiedad intelectual, que va desde la creación de software hasta la biotecnología. “Hay una distribución geopolítica de los monopolios, y existe por otro lado una expropiación tremenda de riqueza intelectual de nuestras sociedades, utilizando estos mecanismos. Un ejemplo son los grandes laboratorios que realizan bioprospección, visitando comunidades indígenas que trabajan con variedades de plantas desde tiempos inmemorables, y terminan patentando estos conocimientos que hasta ese momento eran patrimonio común de la humanidad. En este caso, los regímenes de patentes actúan como cercos”, explicó a Cash Beatriz Busaniche, integrante de la Fundación Vía Libre y defensora del software libre.

El cerco era el alambrado que permitió la división de tierras y su explotación privada, con la aprobación de los gobiernos. Hoy el cercado se produce de otra forma, utilizando como instrumento la acción de los Estados que ofrecen monopolios sobre aquello que es bien común de la humanidad. Por ejemplo, el genoma humano, seres vivos, variedades de plantas, algoritmos matemáticos, cadenas celulares, métodos de negocios, juegos. “El desarrollo de toda la ingeniería genética en las últimas décadas apuntó a controlar la agricultura a través de semillas transgénicas que ponen a los agricultores en manos de los designios e intereses de las corporaciones. Ninguno de los transgénicos comercializados en la actualidad persigue otro fin. De esta forma, los derechos de propiedad intelectual se complementan con los transgénicos, creando un callejón sin salida”, advirtió ante Cash, Carlos Vicente, integrante de la ONG Grain. La geopolítica del conocimiento hizo que Monsanto incautara en Europa –durante 2006– cuatro embarques de harina de soja provenientes de la Argentina.

La organización canadiense ETC Group indicó en su informe Oligopolios 2005: concentración del poder corporativo, que las diez empresas biotecnológicas más importantes representaron menos del 3 por ciento del número total de compañías en el sector, pero dieron cuenta del 72 por ciento de los ingresos (33.429 millones de dólares), de un total de 46.533 millones de dólares entre 309 compañías. En 2003, la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos (US PTO) otorgó 8630 patentes relacionadas con la nanotecnología. Los cinco países con mayor número de patentes fueron: Estados Unidos (5228), Japón (926), Alemania (684), Canadá (244) y Francia (183); y las cinco principales empresas fueron IBM (198 patentes), Micron Technologies (129), Advanced Micro Devices –AMD– (128), Intel (90) y la Universidad de California (89).

Estos datos ofrecen un mapa de la distribución geopolítica del conocimiento basado en monopolios de copyrights y patentes. “Las universidades públicas en todo el mundo están funcionando como maquiladoras tecnológicas para las corporaciones: son las que hacen la mayor parte de la investigación básica, la patentan y luego las licencian en forma exclusiva a las grandes empresas. Esta tendencia se repite también en las universidades latinoamericanas, aunque con mayor desigualdad”, afirma Silvia Ribeiro, investigadora mexicana del ETC Group.

“Estamos en un mundo en el que se están produciendo nuevos procesos de acumulación y monopolización de riqueza, y lo peor es que son tan silenciosos, tan poco traumáticos a la vista de nuestras sociedades, que se dificulta terriblemente instalar estos temas en la discusión pública. Es una forma de control indolora, invisible, naturalizada, penetrante y, lo peor de todo, profundamente seductora”, explicó Busaniche.

El 21 de enero de este año, Lino Barañao –futuro ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del gobierno de Cristina Kirchner– aseguró ante este suplemento que es necesaria la “generación de patentes propias que no interfieran con las patentes extranjeras”. El objetivo de esta acción perseguiría, según Barañao, “revertir la situación donde una empresa copa el mercado o controla una tecnología clave, como en el caso de las semillas de Monsanto”.

“Si el concepto de Propiedad Intelectual sirve para monopolizar el conocimiento fundamental para el conjunto de la humanidad por empresas que sólo tienen el objetivo de la ganancia, esto no sólo es una amenaza para los países en desarrollo sino para toda la humanidad. El conocimiento no es algo mágico sino un proceso histórico de sumar y concatenar saberes. En este sentido, hay que orientar la construcción de una estrategia con políticas de Estado a largo plazo no sólo para ubicarnos en el mundo sino principalmente para aprovechar las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento dentro del modelo de desarrollo económico y social emprendido en los últimos años”, concluyó el sociólogo y profesor de la UBA, Gabriel Mateu.

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