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Domingo, 27 de abril de 2008
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Consenso y barricada

Las culpas del campo

El modelo econ贸mico no est谩 en crisis, pero tiene problemas que no se solucionan con su negaci贸n. En el conflicto campo-Gobierno, el 谩mbito donde hoy pueden buscarse consensos es entre los nuevos favorecidos.

Por Claudio Scaletta
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El desabastecimiento aceler贸 la inflaci贸n a partir del lockout agropecuario.

El estado de situaci贸n en la relaci贸n campo-Gobierno merece dos consideraciones. La primera es la necesidad de abandonar la ilusi贸n del consenso, la segunda es evitar las confusiones del discurso de barricada. Abandonar la ilusi贸n del consenso parece, en principio, una afirmaci贸n extra帽a, porque en las sociedades democr谩ticas consenso y poder son conceptos polares que funcionan juntos. Los gobiernos leg铆timos llegan al poder construyendo consensos. Pero terminada la etapa de construcci贸n, el poder, que siente horror al vac铆o, debe ejercerse. Ello no significa arbitrariedad ni imposici贸n, solo quiere decir que el momento del consenso es ex ante. La pol铆tica econ贸mica, del tipo que fuere, siempre implica transferencias intersectoriales de recursos. Cuando hay transferencias de recursos 鈥搉o solo de los existentes, sino de los que surgen de la constante generaci贸n de valor鈥 hay sectores favorecidos y sectores 鈥減erjudicados鈥.

Contar con el benepl谩cito de los perjudicados frente a las pol铆ticas que los afectan puede ser parte del 鈥渁rte de la pol铆tica鈥 maquiav茅licamente considerada. Los actores no tienen siempre una clara conciencia de sus p茅rdidas y ganancias y esto puede ser explotado por la habilidad de la dirigencia pol铆tica. Los 鈥90 son ricos en ejemplos.

Pero en el actual estado del conflicto campo-Gobierno el 煤nico 谩mbito donde pueden buscarse consensos (ex post) es entre los nuevos favorecidos. La virulencia que alcanzaron los discursos (de los ahora menos favorecidos 鈥渜ue ganaron mucho dinero con este Gobierno鈥, seg煤n se reconoci贸 en la semana) y la dificultad de dar marcha atr谩s con algunas medidas clave sin afectar la gobernabilidad indica que el resto de los sectores solo puede ser gobernado, no convencido.

Podr铆a decirse que el duro discurso contra el campo de N茅stor Kirchner al asumir la presidencia del partido mayoritario representa una se帽al de que se transita hacia el necesario abandono de la ilusi贸n del consenso. El dato podr铆a ser promisorio, pero no lo es.

Luego del desabastecimiento provocado por las tres semanas del lockout agropecuario, que tuvieron el doble efecto de acelerar las dimensiones negativas del modelo, como la inflaci贸n, y de mostrar la capacidad de desestabilizaci贸n institucional del nuevo bloque de poder agroexportador, la dirigencia del campo perdi贸 legitimidad, aunque haya ganado poder. Sin embargo, no son suyas todas las culpas que se le atribuyen.

Cuando el problema es la aceleraci贸n inflacionaria provocada, entre otras razones, por la manipulaci贸n de las cifras oficiales y el mal manejo del control de precios, parece l贸gico que salte el fusible en el Ministerio de Econom铆a, aunque no salt贸 donde ten铆a que saltar. Pero el problema no est谩 en tal o cual funcionario, sino en que el n煤cleo duro del Gobierno parece cerrarse sobre s铆 mismo en una actitud de negaci贸n. El discurso presidencial del jueves pareci贸 orientado a la construcci贸n de un enemigo com煤n. Acusar a los empresarios del campo de que s贸lo les interesa su bolsillo y no el del resto de los argentinos es, cuanto menos, una acusaci贸n extra帽a trat谩ndose de empresarios. El mercado no es el 谩mbito de la solidaridad. En un sistema capitalista pensar en el propio bolsillo es el m谩s leg铆timo de los objetivos. 驴O acaso al resto de la clase empresaria es diferente? Pensar en los bolsillos y est贸magos ajenos es, en todo caso, una tarea y un deber de la pol铆tica.

El actual modelo econ贸mico no est谩 en crisis ni mucho menos, pero tiene problemas que no se solucionan con su negaci贸n. Tampoco culpando de todo a un adversario con merecimientos. En el actual contexto, el discurso de barricada agrava el conflicto. M谩s si se tiene en cuenta que la rebeli贸n campera, al margen de su potencial avent贸n medi谩tico, tuvo tambi茅n el inesperado efecto de catalizar descontentos.

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