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Domingo, 4 de mayo de 2008
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Distribucion del ingreso y concentracion economica

Agenda para una contrarreforma

Los intereses de los sectores concentrados obstaculizan los intentos por diversificar la estructura productiva. La desconcentración es una condición para promover, desde el Estado, un proyecto de desarrollo.

Por Natalia Aruguete
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“La desconcentración es un requisito para un desarrollo económico socialmente inclusivo.”

“Es necesario que el pensamiento económico argentino recupere la politicidad e historicidad que perdió”, expresaron a Cash las investigadoras Karina Forcinito y Victoria Basualdo, coordinadoras del libro Transformaciones recientes de la economía argentina, que reúne investigaciones sobre agro, industria, servicios de infraestructura, financiamiento del desarrollo, mercado laboral y distribución del ingreso.

¿Qué hallazgos surgen de las investigaciones sobre el sector agrícola?

–Victoria Basualdo: Hay tres aportes básicos. Un debate bastante desconocido sobre la propiedad de la tierra –ausente en el conflicto con el agro– que es decisivo. Se plantea que hubo en los últimos años un proceso de concentración de la propiedad de la tierra y se destacan las dificultades actuales de medición. La información disponible es de fines de los ’80 y comienzos del ’90. Hoy no hay acceso a fuentes catastrales que permitan determinar la distribución de la propiedad.

También existe una discusión sobre cómo financiar el desarrollo.

–Karina Forcinito: Se analiza el rol del sector financiero a nivel interno y sus características, el papel del endeudamiento externo, la inversión extranjera directa y sus sesgos sectoriales conjuntamente con las consecuencias sobre el sector externo de la economía.

¿Qué implicancias tuvieron esos sesgos sectoriales?

–K. F.: El proceso de extranjerización de los ’90 privilegió sectores con ventajas comparativas naturales o con privilegios regulatorios, como las privatizadas. Se primarizó la estructura productiva: la Argentina se especializó en productos primarios con bajo valor agregado y algunos bienes manufacturados muy específicos asociados a regímenes de protección –como el automotriz– y vinculados al Mercosur. Esa especialización continúa vigente y genera vulnerabilidad a la economía.

–V. B.: Esto se vincula con el sector agropecuario. El impacto de la soja, en un contexto de “agriculturización”, tuvo efectos ambientales, sociales, productivos e influyó en la inserción de Argentina en el mercado mundial. Uno de los trabajos plantea que la adopción de biotecnología generada en los países centrales tiene implicancias en la inserción dependiente del país en la división internacional del trabajo.

¿Qué políticas públicas se proponen para revertir la actual situación?

–K. F.: El nivel propositivo es heterogéneo y con especificidades según los sectores. Pero la necesidad de desconcentrar el capital y los ingresos es una condición necesaria para el funcionamiento económico eficiente en términos sociales, que sea compatible con los niveles de igualdad social que condicionan el régimen político. Un aspecto importante es reconstruir el rol del Estado en el financiamiento del desarrollo, que con la privatización retrocede, se extranjeriza, se concentra el crédito, se desarticula la posibilidad de financiamiento interno del desarrollo y se pasa a depender fuertemente del endeudamiento externo.

¿Cuál sería el impacto económico de revertir el proceso de concentración?

–K. F.: Creemos que la desconcentración es una condición para promover, desde el Estado, un proyecto de desarrollo. Los intereses de los sectores concentrados obstaculizan los intentos por diversificar la estructura productiva. Por ejemplo, las retenciones móviles no sólo son una herramienta antiinflacionaria y redistributiva. Son necesarias para desconcentrar y diversificar, por eso generan conflicto. Además, la concentración supone ganancias extraordinarias que paga toda la sociedad a través del artificial encarecimiento de productos de primera necesidad, esenciales para la distribución del ingreso. La desconcentración es un requisito para un desarrollo económico socialmente inclusivo. Pero no hablo de equidad en los términos planteados por la Cepal.

¿Dónde reside la diferencia?

–K. F.: Para la Cepal, la equidad es producto del desarrollo tecnológico y la modernización productiva. Nosotras hablamos de la necesidad de una “contrarreforma”, en el sentido de corregir los sesgos distributivos regresivos de las reformas de mercado que favorecieron la concentración para promover igualdad social.

–V. B.: El objetivo es promover una intervención de la academia en lo social, vinculando la historia, la política y la economía. No concebimos la economía como un análisis técnico y abstracto, sino como un aporte al debate social. Surge una agenda para una “contrarreforma” económica. El conflicto del agro constituye uno de los varios frentes simultáneos que habría que abordar para replantear un proyecto de desarrollo económico que permita restaurar las condiciones de trabajo y de vida de la población.

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