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Domingo, 19 de octubre de 2008
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Estabilizacion del tipo de cambio y alza de la tasa para depositos

La corrida que no fue

El dólar cerró la semana en 3,23, reflejando que el pedido de gurúes de la city por una fuerte devaluación fue una agresiva presión desestabilizadora. La suba de tasas disminuyó la tensión cambiaria.

Por Pablo Simián
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El Banco Central destinó pocas reservas para contener la dolarización de ahorros del chiquitaje y de algunos bancos extranjeros.

Con el dólar planchado en 3,23 pesos por unidad en el mercado minorista, los operadores de la city apuntaron al nivel de las tasas de interés. La Badlar-Bancos Privados, que remunera los plazos fijos de más de un millón de pesos, trepó casi al 17 por ciento anual, un punto y medio por debajo del valor alcanzado en el peor momento de la minicorrida de mayo. Por su parte, los depósitos minoristas rindieron hasta el 14 por ciento anual a 30 días de plazo. El aumento de las tasas pasivas tuvo su correlato en las tasas activas que cobran las entidades: sin oferta de créditos a largo plazo, las líneas de corto (descuento de cheques y facturas) subieron 5 puntos y se ubicaron en torno del 25 por ciento anual en pesos. La tasa de préstamos entre bancos –call– llegó al 14 por ciento, su valor más alto en los últimos trece meses.

En el Banco Central explican que el aumento de tasas no obedece a problemas de liquidez, sino más bien a ciertas medidas defensivas que las entidades extranjeras están adoptando suponiendo una desaceleración de la economía en los próximos meses. De hecho, los fondos de bancos depositados en el BC se ubican por encima de los 10.000 millones de pesos. Los actuales niveles de liquidez, de alrededor de 40 por ciento de los depósitos, son históricamente elevados y más que robustos si se los compara con los ratios mantenidos durante el período 1991-2001, cuando promediaron el 23,4 por ciento, con un máximo de 29,2 puntos porcentuales. En lo que va de 2008, a pesar de las turbulencias financieras, los activos líquidos de la banca aumentaron en relación con el activo total, lo que se traduce en un amplio colchón de recursos disponibles. Por último, la irregularidad ronda niveles mínimos históricos cercanos al 4 por ciento, cuando ascendía a 16 por ciento en 2001 y a 19 por ciento en 2004.

Frente a esos datos contundentes, las razones del encarecimiento del dinero deberían buscarse, entonces, en los tres grandes miedos que la crisis internacional despierta en los banqueros y que los colocó a la defensiva:

  1. La imposibilidad de acceder a líneas internacionales de préstamos.

  2. El temor a que se intensifique el traspaso de depósitos a dólares.

  3. La probabilidad de que los bajos ratios de morosidad del sistema financiero suban a causa de que una parte de los deudores pierda su empleo.

La suba de tasas le dio una tregua al Central en su cruzada por evitar las oscilaciones bruscas del tipo de cambio. Casi no tuvo necesidad de intervenir en la rueda cambiaria. En la mesa del Central explicaron que buena parte de la oferta fue cubierta por los exportadores, que optaron por liquidar posiciones en moneda extranjera para hacerles frente a sus necesidades de caja, espantados por el elevado costo que hubiera significado endeudarse a tasas superiores al 25 por ciento.

El recalentamiento de las tasas de interés corrió del centro de la escena, al menos por unos días, una polémica que cada vez ganaba más terreno dentro de las propias filas del gobierno. Como el Central no tuvo que salir a liquidar divisas, menguaron las críticas a la “flotación administrada”. Los detractores de esa estrategia no ven con buenos ojos la continua sangría de reservas del BC y pretenden aplicar un “overshooting”, lo que significa dejar que el dólar tome vuelo para luego bajarlo bruscamente con una única y potente intervención que logre estabilizar el tipo de cambio en un nivel más elevado que el actual. Así, surgirían dudas sobre el negocio seguro que parece ser la compra de un activo que paulatinamente va adquiriendo valor de la mano del BCRA. La idea cuenta con el aval de una parte del sector industrial que reclama que se devalúe de golpe y no gradualmente y que sostiene, además, que el riesgo inflacionario estaría controlado debido a la desaceleración del consumo.

No obstante, en el BC aseguraron que los planteos están lejos de seducir a Martín Redrado, que sigue convencido de que la flotación administrada es el mejor esquema para este momento, frente a la historia de volatilidad macroeconómica y dolarización de la economía argentina.

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