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Domingo, 8 de marzo de 2009
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Alternativas productivas frente a la crisis global

La economía solidaria

En un mundo convulsionado, las experiencias acumuladas de cooperativas y mutualidades ofrecen una importante base de sustentación para impulsar un nuevo régimen de acumulación.

Por Alejandro Rofman y Manuel Vázquez Blanco *
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Rofman y Vázquez Blanco: “Gestionar en base a principios de democracia plena del capital”.

Vientos de fronda soplan en el mundo capitalista contemporáneo. Aunque las causas son interpretadas por numerosos analistas, las consecuencias de esta crisis estructural del sistema capitalista están a la vista. Algunos datos recientes provocan estupor, sobre todo en el campo social. Por ejemplo, en Brasil se perdieron más de 800.000 puestos de trabajo desde noviembre, lo que equivale que apenas tres meses la crisis expulsó del mercado de trabajo el 4 por ciento del empleo formal. La búsqueda de estrategias para intentar superar este derrumbe fenomenal obliga a que el diagnóstico sobre lo que sucede sea preciso. Esta búsqueda, además, no puede consistir en un simple remiendo de las políticas que condujeron al desastre ni en una mera aceptación de paliativos temporales para luego caer al poco tiempo en un nuevo descalabro generalizado.

Nuestra postulación, al respecto, consiste en asignar el peso de la responsabilidad en el desmadre económico en la exacerbación, sin límites ni barreras de contención, del principio básico de funcionamiento del régimen capitalista, a saber: lograr la máxima tasa de ganancia en el menor plazo posible sin medir los costos de ningún tipo en el cumplimiento de tal objetivo. Este principio se fue progresivamente focalizando en la entronización del capital financiero como principal motor del proceso de acumulación del capital, subordinando a las otras fracciones del capital al arbitrio de su función de generador de altas ganancias especulativas y no respaldadas por la creación de bienes materiales. De todas formas, ello no implica que quienes privilegiaron la valorización financiera del capital como motor de generación de abultadas tasas de ganancia lo hayan hecho a costa de las otras fracciones del capital. Como bien dice Alain Badiou: “Se ha hablado estas últimas semanas de la ‘economía real’ (la producción de bienes). Se le opuso la economía irreal (la especulación), de la que derivaba todo el mal en razón de que sus agentes se habían vuelto ‘irresponsables’, ‘irracionales’ y ‘predadores’. Esta distinción es evidentemente absurda. El capitalismo financiero es desde hace cinco siglos una pieza mayor del capitalismo en general. En cuanto a los dueños y animadores del sistema son, por definición, ‘responsables’ sólo de las ganancias, su ‘racionalidad’ se mide respecto de las ganancias, y predadores no sólo lo son sino que tienen el deber de serlo”. La actual conmoción mundial, con sus graves secuelas sociales, no es un hecho fortuito o pasajero, sino que obedece a una de las tradicionales crisis estructurales propias del funcionamiento del sistema capitalista.

En la sociedad argentina, como rebote del fenómeno a escala universal y debido a los vínculos propios del proceso contemporáneo de globalización, estamos recibiendo los efectos indeseables del grave derrumbe económico-financiero, más allá de las acciones que se puedan poner en marcha para contrarrestarlo. Resulta imprescindible poner en marcha o reforzar iniciativas en el campo económico-social que apunten a ir reemplazando, por acciones emanadas del seno de la misma sociedad y en un proceso voluntario y participativo, las estructuras productivas que responden al sistema fuertemente cuestionado por las que garanticen otro modo de producir y distribuir. Esa visión alternativa, que comprende todas las iniciativas de la economía social, apunta a ir construyendo un nuevo régimen de acumulación basado en la solidaridad, la cooperación y la democratización de las modalidades organizativas de las actividades productivas emergentes. En nuestro país, desde mediados del siglo XIX se fue cimentando un creciente movimiento político y social destinado a generar, por voluntad libre de sus integrantes, una nueva opción, con presencia significativa en espacios productivos de estratégica ubicación. En las experiencias acumuladas de cooperativas y mutualidades, donde se reemplaza una visión basada en el egoísmo individual, el lucro como único motor y la dura y despiadada competencia por el trabajo asociado, sin explotación social y plena igualdad de oportunidades, se encuentra la importante base de sustentación del nuevo régimen de acumulación. El espacio ya ganado es importante, pero el que queda por ocupar es de muy amplia dimensión.

La respuesta a la necesidad de gestionar el quehacer económico y social en base a principios de democracia plena en el manejo del capital y distribución equitativa de los frutos del crecimiento requiere de sus responsables de un adecuado conocimiento que permita tornar más eficaz su gestión e impulsar su crecimiento acelerado. La experiencia de capacitar y, al mismo tiempo, realizar actividades de promoción de la economía solidaria requiere de instancias de aprendizaje y organización que se apoye en capital humano dispuesto a ser portavoz del nuevo mensaje. A ese objetivo apunta una novedosa experiencia que se inicia el 15 de marzo. Se trata del Programa de Estudios e Investigaciones en Posgrado a través de la Maestría en Economía Solidaria y Desarrollo Asociativo en marcha en la Universidad Nacional General San Martín.

* Director y coordinador académico de la Maestría en Economía Solidaria de Idaes-Universidad Nacional de General San Martín.

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