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Domingo, 10 de mayo de 2009
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opinion > Reforma tributaria, sustentabilidad del Estado y desarrollo productivo

Impuestos y redistribución de la riqueza

Por Alejandro Otero*

Hoy es frecuente encontrar coincidencias en favor de una reforma tributaria en la Argentina. Incluso destacados dirigentes de la derecha vernácula se han manifestado, en estos días de campaña electoral, por reformas progresivas en materia tributaria. Hasta el afortunado heredero de Casa Tía aventuró reponer el Impuesto a la Herencia. Buenas noticias para quienes bregamos en este sentido desde hace mucho tiempo, porque el debate tiende a situarse en un escalón más alto. Más cerca de traducirse en hechos. Una reforma tributaria en la Argentina debiera atender a mejorar la progresividad del sistema tributario, consolidar la sustentabilidad del Estado, favorecer el desarrollo productivo y ampliar la ciudadanía. En conjunto, la reforma debiera recuperar la propensión a la equidad que el sistema fue perdiendo.

En el presente, nuestro sistema tributario evidencia la correlación de fuerzas entre los distintos grupos sociales. Y durante los últimos 30 años se ha perdido progresividad en el sistema, hasta lograr cosas inéditas en la historia del país como que, por ejemplo, la incidencia de los impuestos no mejora la distribución “primaria” del ingreso, sino que la empeora. De modo que en términos relativos y aún hoy, pese a las innegables mejoras logradas con este gobierno, los que más tienen y ganan menos pagan.

Bajo la influencia de las ideas neoliberales se alentó la eliminación del Impuesto a la Herencia, el olvido del gravamen a la renta potencial de la tierra, la consolidación del trato laxo a las rentas de capital y financieras y a las ganancias extraordinarias, la generalización del IVA a tasas elevadísimas, entre otras medidas en el mismo sentido regresivo. No casualmente, la brecha entre ricos y pobres pasó de ser de 7 a más de 30 veces. El debilitamiento de la tributación directa, y en particular del Impuesto a las Ganancias, siempre se traduce en concentración económica y desigualdad.

En Europa, en sus orígenes, el Impuesto a las Ganancias se asoció con ideas de solidaridad y democracia, por ser un modo positivo de redistribuir el ingreso. Sin embargo, en la Argentina nació de la mano del conservadurismo para solventar el pago de la deuda pública, siendo aún hoy un gravamen de excepción y por tiempo determinado. En la actualidad representa el 20 por ciento de los ingresos tributarios del Estado nacional. Unos 54.000 millones de pesos, que equivalen a un 5,2 por ciento del PBI, frente a un 12,5 por ciento promedio del mundo desarrollado. Con el agravante de que la tributación de las personas físicas es mucho más importante en los países centrales.

Si bien lo sucedido en nuestro país tiene correlato con lo que ocurrió en el mundo, y padecemos también el impacto de los paraísos fiscales que afectan la fiscalidad de los países emergentes, antes que la de los desarrollados, la reversión brutal de la progresividad en la Argentina no tiene parangón. Por el lado de los ingresos fiscales, no existe en el mundo capitalista otra forma de redistribuir el ingreso y la riqueza más poderosa que el Impuesto a las Ganancias. Renunciar a esta potencialidad implica renunciar a la igualdad y favorecer la concentración de la riqueza que “espontáneamente” generan los mercados de hoy día.

* Ex director general de Rentas de la ciudad.

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