La gripe A H1N1 se ha instalado en el pa铆s y con ella la discusi贸n sobre los caminos para derrotarla. Se dice que esta variedad de influenza se transmite de persona a persona, por lo que primero se desalent贸 saludarse chocando los cinco o intercambiando 贸sculos. Pero en seguida debieron pensarse soluciones para las aglomeraciones de gente. Se 鈥渞esolvi贸鈥 primero el caso de las actividades educativas y el de la higiene dom茅stica. Luego se pas贸, muy t铆midamente, a la esfera de la producci贸n, con mucho la brasa ardiente de la estrategia contra la gripe. En efecto, la producci贸n es en s铆 misma complementaci贸n de factores productivos, y en lo social, reuni贸n de trabajadores. La prescripci贸n antigripal gen茅rica es el distanciamiento social, lo que en el caso de la producci贸n supone alejar entre s铆 a los productores, es decir, suspender la actividad productiva. Decretar un feriado, por el tiempo que sea, no difiere nada de una huelga (o un lockout) de igual duraci贸n. Y una huelga decretada no es neutral para una sociedad como la argentina, fuertemente dividida entre favorecidos y desfavorecidos. Los favorecidos pueden dedicar los d铆as que dure la huelga o feriado largo o asueto sanitario, a gastar, como se ha visto en el presente feriado largo de cuatro d铆as. Los no favorecidos, por encontrarse de pronto con la suspensi贸n del trabajo y por tanto sin ingresos, se ven privados de capacidad de gasto, constituido principalmente por adquisici贸n de alimentos. El hecho es grave en el pa铆s, pero no privativo de 茅l. All谩 lejos y hace tiempo ya lo reconoc铆a Adam Smith: 鈥淓n todas esas disputas [las huelgas] los patrones pueden siempre sostenerse m谩s tiempo. Un terrateniente, un granjero, el due帽o de una f谩brica o un mercader podr铆an, por lo general, vivir uno o dos a帽os del capital que han reunido ya, aunque en ese tiempo no empleasen a un solo obrero. Muchos de 茅stos, sin embargo, no podr铆an subsistir una semana; pocos ser铆an los que pudiesen aguantar un mes y rar铆simos los que se sostendr铆an un a帽o sin un empleo. En el largo plazo, quiz谩s el obrero sea tan necesario a su patr贸n como 茅ste a 茅l; pero la necesidad no es tan inmediata鈥. Toda comprobaci贸n emp铆rica indica que el salario se gasta 铆ntegro en bienes de primera necesidad. Luego, suspender la producci贸n, y por tanto el salario, es condenar a la privaci贸n a una amplia franja de la poblaci贸n trabajadora. 驴Qui茅n la compensa?
Cuando vino a la Argentina sir John Hicks, el m铆tico autor de Valor y capital y luego Premio Nobel, aconsej贸 a los economistas argentinos estudiar la experiencia australiana, similar a la nuestra en cuanto ciertos productos de exportaci贸n (trigo y carne) eran a la vez objetos de consumo del pa铆s exportador, en este caso, de la mesa de los argentinos. Tales art铆culos, en los tiempos coloniales se negociaban a precios 铆nfimos, por la extensi贸n de tierras libres y el gran n煤mero de cabezas de ganado. Comenzaron a ser vistos como fuentes potenciales de riqueza al considerarse como objetos exportables. Pero, 驴c贸mo exportar? Buena parte del pensamiento de los impulsores de la Academia de N谩utica (Belgrano, Cervi帽o) se motiv贸 por responder a ese interrogante. El ferrocarril, los puertos, el barco a vapor, el buque frigor铆fico fueron los pivotes de tal exportaci贸n; Mannheim y Smithfield, los destinos principales. Sin derechos de exportaci贸n, el volumen de ventas al mercado mundial produc铆a verdaderas fortunas entre el siglo XIX y el XX. Tanto que con parte de esas fortunas pudo el argentino F茅lix Weil erigir en Frankfurt el famoso instituto de investigaci贸n del que salieron Marcuse, Fromm, Adorno y otros. Por otra parte, el precio de lo que se exporta fija el precio dom茅stico del mismo producto, si el mercado respectivo es libre. Es la 鈥渓ey de Jevons鈥. Para un gobernante ser铆a ideal que el producto exportable, digamos la carne, tuviera un precio alto si se exporta y otro bajo para el consumo interno. Har铆a felices a los productores rurales y a los habitantes urbanos. Pero el mercado no funciona as铆. Puesto a elegir, el criterio es d贸nde hay m谩s votos. El sacrificado, pues, fue el productor rural, al que se le redujo el precio efectivamente percibido mediante una al铆cuota de impuesto a la exportaci贸n suficientemente alta. Como nadie persiste en una acci贸n que lo lleva a inmolarse, los productores rurales prefirieron ajustar la producci贸n a la baja, y su producto no s贸lo dej贸 de exportarse, sino tambi茅n de abastecer al mercado interno. Sin duda el camino contrario, estimular la producci贸n hasta duplicarla o triplicarla, habr铆a hecho felices a todos: a los productores, a la exportaci贸n, al fisco y al consumo interno. As铆 pues el camino de la violencia puede ser el m谩s efectivo o el 煤nico para resolver determinadas situaciones, pero no para sustituir al mercado.
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