La crisis internacional de 2008 resucit贸 en el imaginario argentino, sobre todo en el de aquellos que toman decisiones de inversi贸n en el sector privado, una concepci贸n largamente conocida: se acababa el ciclo de crecimiento y era hora de convertir los excedentes acumulados en d贸lares para sacarlos del pa铆s o del sistema econ贸mico. Esto fue lo que ocurri贸 en 1975, 1981-1982, 1989-1990, 1995, 2001-2002. El 鈥淩odrigazo鈥, la crisis de la deuda, la 鈥淗铆per鈥, el 鈥淭equila鈥 y el fin de la Convertibilidad podr铆a afirmarse que tuvieron fecha cierta para permitir la generaci贸n de un doble movimiento: realizar las ganancias en d贸lares acumuladas en los a帽os previos y sacarlas del circuito econ贸mico local. Este comportamiento, reproducido a lo largo de tres d茅cadas en forma cada vez m谩s sofisticada y sistem谩tica por los grandes grupos econ贸micos y subordinadamente por casi toda la poblaci贸n con capacidad de ahorro, dio como resultado la bimonetizaci贸n de hecho de la econom铆a argentina. El peso es una moneda que se demanda para transacciones pero nunca como reserva de valor. El menor atisbo de crisis transforma los ahorros en d贸lares y los atesora.
Se ha escrito demasiado ya sobre el impacto negativo para la econom铆a argentina y sus habitantes, de este comportamiento perverso del poder econ贸mico, con sus consecuencias en el empleo, el salario, la solvencia del sector p煤blico y sobre todo en el modelo productivo del pa铆s. En efecto, buena parte de las ganancias obtenidas desde mediados de los 鈥70 hasta el fin de la Convertibilidad eran excedentes valorados financieramente al comp谩s de los desequilibrios de un Estado condenado al endeudamiento perpetuo.
La segunda fase de maximizaci贸n de ganancias obtenidas a trav茅s de esta v铆a por parte de los grupos empresarios m谩s concentrados se centraba en esperar que el crac econ贸mico depreciara el valor de los activos reales, para poder recomprarlos a menor valor, al final de la crisis; aumentando de este modo la concentraci贸n de mercados, la centralizaci贸n del capital y el deterioro del nivel de vida de la poblaci贸n y la perspectiva de iniciar un nuevo ciclo de acumulaci贸n desde la misma l贸gica.
Ahora, cabe preguntarse, entonces, por qu茅 a un a帽o del inicio de la crisis internacional, no ha ocurrido lo mismo. A pesar de que los grupos empresarios dolarizaron sus carteras y los agentes econ贸micos m谩s atomizados tambi茅n lo hicieron subordinadamente no hubo crac, no se hundi贸 el nivel de empleo ni de salario ni se depreci贸 el valor de los activos reales. No es casual que numerosos voceros empresariales reclamen, con sorpresa y visible enojo, un cambio de r茅gimen que acabe con 鈥渆l Estado depredador鈥, que en definitiva lo que hace es impedir una nueva depreciaci贸n.
Las razones fundamentales de este comportamiento diferente de la econom铆a argentina frente a una crisis que intentaba clausurar un ciclo son la solvencia del sector p煤blico. El proceso pol铆tico iniciado en 2003 resolvi贸 dos factores clave que provocaban el d茅ficit cr贸nico de las cuentas fiscales: el peso de los servicios de la deuda p煤blica y el desbalance del sistema previsional causado por la reforma de 1994. La reducci贸n de los servicios de la deuda 鈥揷uantitativamente y como porcentaje del PBI鈥 a partir de la reestructuraci贸n y la existencia de ingresos fiscales en moneda dura a trav茅s de los Derechos de Exportaci贸n permitieron sostener una ecuaci贸n fiscal superavitaria y simult谩neamente expandir el gasto social y la inversi贸n p煤blica, sin recurrir a nuevos compromisos para el Estado. A esto se le sum贸 la resoluci贸n de lo que explicaba el 70 por ciento del d茅ficit corriente, que era un sistema previsional en el que el Estado compromet铆a el pago de haberes y las AFJP recib铆an los aportes.
La solvencia fiscal alcanzada despu茅s de un lustro impidi贸 que la Argentina corriera el mismo destino que en crisis anteriores. Con menor endeudamiento, ingresos estatales en moneda dura y sin d茅ficit corriente, el impacto de la crisis no tuvo los efectos catastr贸ficos de otrora, y por lo tanto tampoco les permiti贸 a quienes dolarizaban sus excedentes hacer ping眉es negocios oportunistas al calor de la crisis. Si bien es cierto que se dolariz贸 una parte importante del excedente en el 煤ltimo a帽o, no lo es menos que ese cambio de cartera lo 煤nico que ha provocado es una desaceleraci贸n de la tasa de inversi贸n privada en el pa铆s. La solidez de la pol铆tica fiscal monetaria y cambiaria fren贸 cualquier ataque especulativo contra nuestra moneda y preserv贸 el poder adquisitivo del salario y las jubilaciones. Quienes han atesorado d贸lares en esta oportunidad a la espera de poder apropiarse de activos productivos a precios de saldo, lo 煤nico que han hecho es inmovilizar ahorros sin rentas y desperdiciar interesantes oportunidades de inversi贸n en un contexto macroecon贸mico crecientemente amigable.
Se ha quebrado esa suerte de maleficio que auguraba un crac cada lustro pero, en realidad, lo que se ha roto definitivamente es un modo de hacer pol铆tica econ贸mica en el cual la maximizaci贸n de la ganancia depend铆a de una crisis que deterioraba el nivel de vida de la poblaci贸n y devaluaba los activos reales en detrimento de los activos financieros
* Secretario de Pol铆tica Econ贸mica.
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