Por Ricardo Romero*
La presión de los organismos internacionales a los paÃses del Cono Sur, encuadrándolos en el neoliberalismo, sienta sus bases en la estrategia hegemónica por parte de Estados Unidos sobre América Latina, a fin de garantizar un espacio de acumulación para sus empresas, desplazadas de ciertos mercados por parte de la Unión Europea o el Sudeste asiático. En este sentido, el Alca se contrapone a un espacio de integración autónomo como el Mercosur.
Durante la década del ‘90, la relación comercial entre Brasil y Argentina, con un tipo de cambio sobrevaluado, garantizó el fluido intercambio entre los paÃses, sumados Paraguay y Uruguay esencialmente, que permitieron un desarrollo productivo de la región. Este punto se agota con la devaluación del real primero y del peso luego, dejando en una impasse al Mercosur y dejando las puertas abiertas a las trasnacionales norteamericanas.
El Alca establece un mecanismo de libre comercio entre una economÃa desarrollada y tecnológicamente superior frente a los paÃses de la región, estableciendo un intercambio desigual y desfavorable para estos, dejando a sus economÃas sometidas a la dependencia económica, financiera y tecnológica. Sin duda, el Alca no permitirÃa un desarrollo equilibrado y equitativo y dejarÃa a los paÃses como protectorados de los Estados Unidos, como el actual Puerto Rico.
Para reencontrar un proyecto de desarrollo, tenemos que pensar en una integración regional que garantice la articulación equilibrada de los paÃses y avance hacia una construcción polÃtica de cooperación que permita evitar las asimetrÃas y favorezca el acceso a las inversiones generadas en el área y a sus beneficios en términos de avance tecnológico. Sumándole necesariamente una base cultural que priorice el interés de su población.
La base industrial brasileña es un punto esencial para pensar un polo dinámico de desarrollo en el marco del Mercosur, garantizando un intercambio equilibrado entre paÃses que tienen un desarrollo económico complementario y que se verÃan favorecidos en esta integración. En este marco, Argentina podrÃa acompañar una relación de intercambio con Brasil y de cooperación tecnológica que permitan convertirla en la Italia del Mercosur.
Este debate es esencial en los tiempos que corren; mientras que las monedas de Argentina y Brasil pueden converger en 3,5 por dólar, serÃa el momento oportuno de unificar las monedas y establecer polÃticas macroeconómicas comunes que estimulen la producción y el empleo, cerrando el paso a propuestas que someten a estos paÃses a constantes ajustes y a la pérdidas de soberanÃa monetaria como la dolarización.
* Politólogo UBA, Diploma Superior EconomÃa Brasileña UNSAM.
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