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Este año, la cosecha de cereales y oleaginosas quizá no llegue a los famosos 100 millones de toneladas, pero andará cerca. La soja representará buena parte de ese total. Ello explica que con el inicio de la cosecha de la oleaginosa se produjera, previsiblemente, uno de esos problemas con los que sueñan los interesados en el crecimiento: los accesos a los principales puertos del Paraná se congestionaron con camiones cargados, entre 7 mil y 10 mil según las crónicas.
El poder agromediático, siempre en la búsqueda de que se note lo menos posible que las cosas van muy bien, decidió poner la lupa sobre el medio vaso vacío. Finalmente ése es el rol de la prensa: poner el foco sobre lo que falta, sobre lo que está mal. Los gobiernos, en cambio, esperan todo lo contrario, que se noten sólo los logros. Por eso los temas de esta semana no se concentraron en el dato duro de la supercosecha y el crecimiento que imprimirá al PIB global en una estructura económica que, a pesar de los años de vigencia del “modelo productivo”, todavía depende fuertemente de la evolución de su sector agroindustrial. Nada de eso, las noticias recopilaron todos los “debe” gubernamentales. Desde los problemas de abastecimiento de gasoil frente al pico de demanda, clara herencia irresuelta de la política energética de los ‘90 y de la tibieza de los cambios de rumbo post-2003, hasta los limitaciones de la infraestructura vial y, hallazgo de quienes festejaron el ominoso “ramal que para, ramal que cierra”, la ausencia de una reconstrucción de una infraestructura ferroviaria básica, sin alardes de trenes bala, que permita descongestionar rutas y abaratar costos.
Al mismo tiempo que esto sucedía, la representación del mundo de uno de los sectores más privilegiados de la economía siguió por sus caminos tradicionales. El titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, siempre presionado por “las bases”, volvió a reclamar por la segmentación de las retenciones. “El 35 por ciento de retenciones (a la soja) para todos por igual, y sin segmentar entre pequeños y medianos productores y los pooles de siembra, es confiscatorio para los productores, y el Gobierno lo utiliza para pagar la deuda externa en vez de la interna, en el mismo país donde hay 12 millones de personas por debajo de la línea de pobreza”, manifestó el pope de la Mesa de Enlace, batiendo agregados económicos. Buzzi continúa así con sus cíclicas reminiscencias del discurso “progre” que debe sonar como música para aquellos aliados de “centroizquierda” que ayudaron a las corporaciones agropecuarias a bochar la 125 y, con ello, a la misma segmentación de retenciones que hoy reclaman. Pero, se sabe, la coherencia no es algo que las bases reclamen de sus representantes. En la misma línea, el dirigente federado agregó que “continúa el proceso de concentración y, a pesar de la buena cosecha del presente año, a muchos productores no les cierran los números. Nuevamente son viables sólo aquellos esquemas de gran escala”.
Al análisis de Buzzi le faltó un detalle. En el sistema capitalista existen muy fuertes incentivos para producir commodities a gran escala. Hablar de “pequeños productores sojeros” es un contrasentido económico. No hay producción económicamente eficiente de soja en pequeña escala. La sojización es sinónimo de grandes explotaciones, por eso los pequeños productores son la excepción, no la regla. Por lo general, y esto es historia conocida, la superrentabilidad del cultivo permitió el sistema de doble piso en la distribución de la renta, lo que transformó a los idealizados “pequeños y medianos” productores en rentistas
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