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Domingo, 11 de julio de 2010
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Evaluación crítica de la evolución del sector manufacturero 2003-2007

“No hubo política industrial”

En el libro Hecho en Argentina, de Martín Schorr y Daniel Azpiazu, se observa el recorrido de la industria en la post-convertibilidad, período que los autores dicen no logró revertir algunas continuidades del modelo iniciado en la última dictadura y cristalizado en la década del ’90.

Por Natalia Aruguete
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Según Martín Schorr, investigador de Flacso, “la industria creció a tasas del 9 al 10 por ciento anual”.

La reactivación de la industria a partir de la devaluación no logró revertir algunas continuidades del modelo iniciado con la última dictadura militar y cristalizado durante la década del ‘90, observó el investigador de Flacso, Martín Schorr, coautor junto a Daniel Azpiazu del libro Hecho en Argentina. En diálogo con Cash, Schorr señaló los rasgos centrales del actual modelo industrial: un perfil exportador altamente concentrado y ligado al procesamiento de recursos naturales, una balanza comercial industrial deficitaria y una creciente desigualdad regional.

¿Cuál es el perfil actual de la industria en relación con el sector externo?

–Es una estructura industrial exportadora que pivotea sobre sectores capital intensivos y, por ende, muy poco generadores de empleo por unidad productiva. Al estar tan ligados a la salida exportadora, desde la perspectiva empresaria, los salarios no asumen un rol en términos de demanda sino de costo que hay que reducir. Por eso, los salarios en la Argentina son tan bajos medidos en dólares. En el plano productivo hay una industria fuertemente ligada al procesamiento de recursos naturales, que está poco integrada al resto de la estructura económica.

¿Y eso qué consecuencias trae?

–Que en su crecimiento es muy poco lo que traccionan. En paralelo, estas industrias (alimentaria, aceitera, de aluminio, de acero, automotriz y química) están controladas, en buena medida, por grandes capitales. Por eso, con la reactivación post-convertibilidad del sector se recrudeció el proceso de concentración que se viene dando desde mediados de los ‘70.

¿Cuáles son las causas de la herencia de ese modelo?

–No hubo política industrial. Es cierto que hay un entorno macro favorable, la cuestión es si con eso alcanza. En ausencia de políticas que definan la inserción de la Argentina en el mundo y, en ese marco, de políticas tendientes a un cambio en la oferta exportadora, se consolida el statu quo. Y desde el 2007 hasta hoy, la balanza comercial en la industria es deficitaria. Entonces, los actores del campo, los de la minería y del petróleo financian al resto de la industria. Un modelo supuestamente industrial terminó consolidando el poder de veto de actores poco o nada industriales, que son los únicos que generan las divisas que demanda el sector llamado a ser la “locomotora del modelo”.

¿A qué se refiere con ese poder de veto?

–Sacando la industria alimentaria y la petrolera, los demás sectores son deficitarios. Y si se avanza en rubros más complejos, hay sectores que son cada vez más deficitarios. De hecho, bienes de capital es el sector más deficitario. En una industria que necesita divisas para crecer porque tiene déficit comercial, el dueño de la divisa, por lo menos, se sienta a la mesa de discusión. Y ésos son los grandes exportadores.

¿Cómo se relaciona este perfil productivo con la dinámica en el escenario internacional?

–Hasta que explotó la crisis a mediados de 2008, el aliciente de los grandes industriales ligados a la explotación de recursos básicos fue un tipo de cambio muy favorable y un escenario externo inusitadamente favorable, en términos de demanda –en cantidad y precio– de los productos que componen la oferta exportadora de nuestra industria. En ausencia de políticas industriales activas y más articuladas, nada de eso sirvió para romper el otro problema de la industria argentina: la desintegración.

¿Qué indica el aumento de la relación entre importaciones y consumo aparente, respecto del perfil industrial?

–El sector industrial en la post-convertibilidad creció a tasas del orden de 9 al 10 por ciento anual. Al crecer el sector, crece la demanda importadora (el consumo aparente), y como no hay oferta local suficiente para acompañar esa demanda, se da un proceso de creciente peso de las importaciones en la demanda final. Hoy las importaciones tienen más peso que en el boom importador de los ‘90, lo cual marca que la industria crece, y eso es bueno. Pero muestra que la estructura industrial tiene el mismo grado de baja densidad e integración que en la década del ‘90.

¿Cómo analiza el aumento de los bienes de consumo en la composición de las importaciones?

–En las importaciones hay un aumento de todos los rubros: bienes de consumo y de consumo durable (autos, heladeras), pero también de los bienes intermedios y, fundamentalmente, bienes de capital. Al alto grado de desintegración de la industria se suma la problemática de la dependencia tecnológica, tan característica de los países subdesarrollados como la Argentina, que no se logró resolver porque no hubo políticas hacia esos sectores.

¿Cómo analiza el rol de la promoción industrial en esta etapa?

–La promoción industrial fue funcional a este perfil exportador y de actores dominantes. La política que hubo en base a la ley de promoción industrial supuso un gasto de más de 3000 millones de pesos del Estado que reforzó estas tendencias, en lugar de haber alentado otras iniciativas empresarias. Esto tiene otro correlato.

¿Cuál?

–La desigualdad regional de la Argentina. Las promociones están muy focalizadas en la región central (la Pampa Húmeda), donde están los sectores más dinámicos de este régimen económico. Es decir que tampoco hubo un boom de las economías regionales. En todo caso, hubo un boom de los grandes actores del NOA y el NEA, ligados a este perfil exportador, que consolidaron la reprimarización. Los grandes sojeros de Santiago del Estero son ganadores de este modelo, pero el pequeño productor algodonero que tuvo que retirarse hoy está pidiendo un plan social. Esto muestra el tercer aspecto crítico de este modelo, que es la inequidad en la distribución regional del ingreso. Los pocos programas de desarrollo regional se concentran en las provincias de la Pampa Húmeda, mientras que la industria metalmecánica de Tucumán o de Jujuy y los pequeños productores del interior no tuvieron apoyo. Allí se ve lo endeble de este esquema

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