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Domingo, 28 de noviembre de 2010
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Las potencias quieren transferir el costo de sus desequilibrios a la periferia

Exportar la crisis

Estados Unidos y Europa registran cuentas corrientes deficitarias. Para equilibrarlas pretenden que los países emergentes con superávit absorban el costo del ajuste.

Por Diego Rubinzal

La débil recuperación de las economías centrales preocupa a sus autoridades. Una muestra fue la propuesta formulada, antes de la última reunión del G-20, por el secretario del Tesoro norteamericano, Tim Geithner, de que los excedentes en la cuenta corriente no deberían superar el 4 por ciento del PIB. Geithner sostiene que los desequilibrios comerciales amenazan la estabilidad financiera y la incipiente recuperación económica mundial. La presión norteamericana para que China aprecie su moneda forma parte de esta ofensiva destinada a mejorar sus precarias cuentas externas. La iniciativa refleja el intento de transferir, aunque sea parcialmente, los efectos de la crisis hacia aquellos países emergentes que vienen registrando un sostenido superávit de cuenta corriente. Esa transferencia se daría a través del canal comercial. Las alteraciones en las paridades cambiarias posibilitarían a las economías centrales incrementar sus exportaciones y disminuir sus importaciones.

Algunos analistas trazan una analogía entre esta propuesta y el plan esbozado por Keynes durante la celebración de la conferencia de Bretton Woods en 1944. En ese entonces, el representante del gobierno inglés planteó la necesidad de superar los desbalances comerciales globales generados por el patrón oro. Para ello, Keynes diagramó un plan de acción basado en dos premisas básicas: limitar los excedentes en la cuenta corriente y crear una moneda internacional (Bancor).

En su trabajo “Geithner se acuerda de Keynes”, el economista Alejandro Nadal explica que “Keynes estaba preocupado por la posibilidad de que un país cayera en un proceso deflacionario por la acumulación de deudas para financiar un déficit comercial crónico. Para remediarlo, Keynes propuso el otorgamiento de créditos a tasa cero a los países deficitarios hasta por el 50 por ciento del déficit. Para el otro 50 por ciento los préstamos estarían afectados por una tasa de interés. Y para los países con excedentes crónicos –la otra cara de los déficit–, el plan de Keynes contemplaba sanciones. Los países con superávit crónico en exceso de un cierto umbral tendrían que pagar intereses al banco de la unión monetaria: eso les forzaría a apreciar su divisa y corregir su balanza comercial”.

Pero los norteamericanos tenían otra idea. La potencia hegemónica logró imponer el establecimiento de un sistema monetario internacional basado en tipos de cambio fijos con respecto al dólar.

De esa manera, el Acuerdo de Bretton Woods intentó promover la estabilidad cambiaria, de los tipos de interés y de los precios de los bienes, bajo una clara hegemonía norteamericana. Ese orden se quebraría a comienzos de la década del ‘70, cuando el gobierno de Nixon anunció la inconvertibilidad del dólar con el oro.

La propuesta de Geithner fue rechazada por las autoridades alemanas, japonesas y chinas. Ante esa negativa, el secretario del Tesoro desistió de la idea. Nadal sostiene que “impulsar la demanda interna ayudaría a resolver el problema de los desequilibrios comerciales. Pero eso implica tocar la distribución del ingreso. ¿Con qué poder de compra van a circular las mercancías al interior de China o Alemania? Para nadie es un secreto que los costos laborales en estos países son el principal instrumento en la competencia internacional. Incrementar la demanda doméstica implica modificar el arreglo existente de distribución entre ganancias y salarios. Eso es algo que estuvo ausente en las deliberaciones sobre la propuesta de Geithner”.

En el caso de los países emergentes, la concreción de ese proyecto no haría más que obstaculizar una estrategia de diversificación de la estructura productiva en las actuales condiciones históricas. Eso se debe a que “esta diversificación es particularmente difícil con aranceles varias veces menores que los aplicados, en similar fase de desarrollo, por los países actualmente industrializados y con normas internacionales que forzaron a eliminar subsidios necesarios para la creación de nuevas industrias. Esto refuerza la dependencia de los países periféricos con respecto al crecimiento conducido por las exportaciones”, afirman Enrique Arceo, Claudio Golonbek y Romina Kupelian en el documento “Crisis mundial. Elementos para su análisis” del Cefid-Ar

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