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Domingo, 5 de junio de 2011
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La experiencia de empresas rescatadas por sus trabajadores

Recuperadas brasileñas

Las empresas recuperadas brasileñas están ocultas en los pliegues del sistema e invisibilizadas en el debate público. Esto tiene que ver con que en Brasil no se vivió una crisis tan profunda como la argentina en el 2001.

Por Esteban Magnani
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Hubo casos de desalojo como de apoyo del Estado brasileño a las recuperadas.

Los efectos colaterales del neoliberalismo están en todas partes. Muchas sociedades comenzaron a experimentar y buscar alternativas por fuera de las recetas conocidas. Por eso no resulta extraño descubrir que un fenómeno que ya parece marca registrada argentina, como son las empresas recuperadas, haya surgido también en otras tierras arrasadas por el neoliberalismo. En Brasil el fenómeno abarca al menos 41 experiencias comprobadas, aunque probablemente sume en realidad unas 70 en funcionamiento, y más aún si se cuentan las que no sobrevivieron. La preguntas acerca de cuántas son y sus características son las que trajeron a la Argentina al ingeniero industrial Flavio Chedid, investigador del Soltec (un programa de extensión del politécnico UFRJ). Junto a egresados y estudiantes de otras siete universidades está llevando a cabo el proyecto de relevamiento cuyo primer paso es la visita de Chedid a nuestro país para ver cómo se llevaron adelante los que condujo el equipo de Facultad Abierta, UBA.

No será tarea fácil, ya que las empresas recuperadas brasileñas están ocultas en los pliegues del sistema. Hasta el nombre con el que se las denomina en Brasil resulta algo confuso y licua semánticamente el rol de los trabajadores: “Empreendimentos autogestionários provenientes de massas falidas”. “Estas fábricas están invisibilizadas. Cuando me tomo un taxi en Buenos Aires y cuento qué estoy haciendo acá, todo el mundo sabe qué es una recuperada. En cambio, en Brasil, el fenómeno no tiene la atención ni de los medios ni de los políticos –señala Chedid–. Creo que esto tiene que ver con que en Brasil no se vivió una crisis tan profunda como la argentina en el 2001, que permitió una ola de apoyo social a ese y otros tipos de experiencias.”

Para conocer mejor el fenómeno, un conjunto de profesionales y estudiantes se presentó y ganó un subsidio de investigación del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico que financiará el primer relevamiento global sobre las recuperadas brasileñas. Esperan que sea el primer paso para darles visibilidad, saber hacia dónde apuntan y hacer propuestas de trabajos en conjunto o pedidos de políticas públicas.

“La primera recuperada conocida es de fines de los ‘80, en Criciuma, Santa Catarina, cuando un grupo de mineros luchó para mantener sus puestos de trabajo y logró formar Cooperminas. Pero el mayor número se da durante la crisis de 1995 y 1996, sobre todo en la zona del ABC Paulista y de Río Grande do Sul”, explica Chedid, quien no quiere arriesgar respuestas tajantes sin contar con información dura. Pero su hipótesis es que en la mayoría de los casos lo que ocurrió fue que los trabajadores llegaron a acuerdos con los patrones para comprar las máquinas con las deudas por salarios caídos antes de la quiebra. Algunas tuvieron que mudarse a nuevos espacios, pero la mayoría encontró alguna forma de quedarse en el mismo lugar. En Brasil, al menos hasta ahora, no se han dado casos de expropiaciones, recurso político que probablemente solo puede volverse viable luego de una profunda crisis.

Si el fenómeno resulta socialmente invisible, ¿cómo es que a tantos trabajadores se les ocurrió esa posibilidad? “La CUT (Central Unica dos Trabalhadores) apoyó varios procesos a través de Unisol, organización que se formó con el apoyo de los sindicatos metalúrgico y químico. Actualmente nuclea a unas 25 cooperativas. Además está Anteag (Associaço Nacional de Trabalhadores e Empresas de Autogesto) formada por ex sindicalistas en 1994. Ellos buscan fomentar la autogestión, apoyan el surgimiento de nuevas cooperativas y hay 16 recuperadas asociadas. También había tres fábricas políticamente más radicalizadas en el Movimento das Fábricas Ocupadas, pero ahora queda una sola que hace cosas interesantes políticamente, pero que no tiene una situación legal muy segura y corre riesgos permanentes de desalojo”, indica Chedid.

El rol del Estado es bastante prescindente: ha habido casos de desalojo como de apoyo. Por ejemplo, el Bndes abrió una línea para empresas autogestionadas, pero “los requisitos que piden son imposibles. La que llegó es Uniforja en 2003, cuando le dieron más de 50 millones de reales en dos préstamos y lo logró porque hubo presión directa de Lula para que saliera. No sé si la falta de apoyo tiene que ver con que en los ‘90 otras fábricas recibieron dinero y algunas no pagaron. También la Secretaria Nacional de Economia Solidária hace poco aportó 4 millones en la Usina Catende en Pernambuco”, informó Chedid. Por otro lado, que haya tantos casos en la zona de Rio Grande do Sul se debe, al menos en parte, al apoyo que recibieron del PT mientras mantuvo el gobierno local hasta el 2002. “Hay casos nuevos, más recientes en el ABC Paulista y queremos saber quiénes son y por qué lo hacen. Por eso creemos que el relevamiento es fundamental para saber si esto es una opción real o no”, concluye Chedid. Este sería el primer paso para que las recuperadas brasileñas pasen a formar parte de la realidad social de un país que, por ahora, las ignora

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