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Domingo, 16 de octubre de 2011
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El despegue industrial brasileño como referencia para el argentino

La verdeamarelha

Por Federico Bernal

El Gobierno lanzó el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial y el Plan Industrial 2020. El modelo de desarrollo requiere de objetivos a mediano y largo plazo que profundicen la industrialización, a la vez que coloca al Estado como actor estratégico del progreso socioeconómico, diversificando y modernizando el aparato productivo nacional, tanto agrario como manufacturero. En este sentido, vale la pena revisar el período histórico en el que Brasil emprendió, ochenta años atrás, su despegue industrial. ¿Por qué esa referencia? Por sus coincidencias con el actual proceso argentino. Brasil es el único ejemplo concreto y exitoso de una revolución industrial a la latinoamericana. ¿Cómo lo logró?

“La industrialización brasileña solamente fue posible gracias a la acumulación de divisas provenientes del campo. En Brasil y gracias al café, desde el momento a partir del cual se transfirió la renta a las ciudades e industrias, la agricultura desapareció como eslabón aislado de la economía, cediendo espacio a la cadena del agronegocio. Asimismo, la fuerte crisis internacional de los años treinta ofreció a Brasil mejores condiciones para producir internamente manufacturas que antes se importaban. Eso fue posible gracias a la acumulación de recursos de las exportaciones de café, que permitió financiar la creación de nuestras primeras fábricas.” Esta es la opinión de Paulo Skaf, presidente de la Fiesp, publicada en Cash en junio de 2009.

En relación a la naturaleza del referido despegue industrial brasileño, entre 1930 y 1964, y al ritmo de un incremento de la producción manufacturera del 683 por ciento, la estructura económica, política y social de Brasil se transformó. De 1940 a 1961, la industrialización del país aumentó el PBI en 232 por ciento y el PBI per cápita un 86 por ciento, según Luiz Bresser Pereira en Desenvolvimento e Crise no Brasil: 1930-1983. En igual período se puso en marcha un agresivo proceso de sustitución de importaciones, surgió una clase de empresarios industriales, se federalizó la distribución de la renta, se aumentaron salarios y se estatizaron los elementos básicos de la economía y las finanzas. La participación del sector público en el gasto total del 17,1 por ciento en 1947 pasó a 23,9 en 1956 y 25,9 en 1960. En 1956, el sector público (incluyendo las empresas gubernamentales) fue responsable del 28,2 por ciento de la inversión total sobre la formación bruta del capital del país. Cuatro años más tarde, alcanzó el 48,3 por ciento y 60,0 en 1964. Es decir, en un período de 22 años la producción industrial brasileña casi se sextuplicó, doblando el ritmo de desarrollo global de la economía. Por su parte y en apenas 8 años, la inversión pública más que se duplicó.

El Estado no sólo se erigió en director de la política económica nacional, sino también se colocó al frente de la inversión en industria de base, transportes, energía, desarrollo regional, exploración de recursos naturales y educación. Tres fueron los pilares de la transformación brasileña: 1) Getulio Vargas (estatización del desarrollo con justicia social) y el movimiento obrero, 2) el empresariado nacional y 3) los sucesivos gobiernos constitucionales entre la revolución de 1930 y el golpe de 1964. De hecho, durante el período 1930-1950 actuaron los primeros, en el marco de un Estado que aplicaba por primera vez el impuesto a la renta, otorgaba inéditos derechos a la clase trabajadora y ejecutaba un federalismo real que abolía las aduanas interestaduales. Pero la revolución industrial en Brasil no hubiera triunfado de no haber erradicado de manera permanente a la oligarquía agrario-comercial cafetera, viejo y anacrónico resabio social de su época colonial.

La economía argentina transita similar camino, aunque mucho más aceleradamente y con sus propias particularidades. Sin embargo y tal como sucedió entre 1945-55, el modelo de desarrollo aún depende de la renta agraria (fundamentalmente de la sojera), de igual forma que el despegue industrial brasileño precisó del café. De aquí, pues, el carácter estratégico de la redistribución socio-productiva de la renta agraria nacional

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