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Domingo, 27 de noviembre de 2011
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Actividad inmobiliaria, sistema financiero, exportaciones y consumo interno

Claves de la economía china

China está inmersa en un cambio de modelo de desarrollo desde 2009 para depender menos de las exportaciones y crecer más de la mano del consumo doméstico. El sector inmobiliario constituye un 10 por ciento del Producto Bruto Interno.

Por Marcelo Justo
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El gobierno comunista chino está impulsando el consumo interno.

Desde Beijing

El mandato económico que surgió con el desplazamiento de Gran Bretaña como primera potencia mundial y la primacía global estadounidense de la posguerra afirmaba que si “Estados Unidos estornudaba, el mundo entero se resfriaba”. Con la irrupción de China como segunda potencia global y la crisis profunda que se vive en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, la pregunta es qué puede pasar si el gigante asiático se añade a esa lista de economías en problemas.

China es hoy el máximo consumidor de energía, primer productor automotriz y primer importador de soja. Entre 2004 y 2009 fue responsable del 40 por ciento del incremento del consumo petrolero. La Unión Europea es su principal socio comercial, Estados Unidos, el segundo país en el renglón importador, mientras que el comercio con América latina pasó de 10.000 millones de dólares en 2000 a 100.000 millones en 2009.

La pregunta de todos estos actores es si China va a sufrir el aterrizaje forzoso que predicen economistas como Nouriel Roubini, quien cuenta entre sus credenciales el haber alertado sobre los peligros económicos mundiales antes de la debacle 2007-2008. En los análisis privados o de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se pronostica un desaceleramiento de la economía china, pero los porcentajes que manejan unos y otros quitan un poco de dramatismo: el crecimiento sería de “solo” un 9,5 por ciento este año y de 9,0 el próximo.

La primera fisura se nota en las exportaciones chinas, sector clave del impresionante crecimiento del gigante asiático en las últimas décadas. En octubre cayeron por tercer mes consecutivo y el superávit comercial chino bajó a poco más de 14.000 millones: en julio había sido más del doble (31.500 millones). Los números siguen siendo envidiables, pero en medio de la actual crisis de los países desarrollados, la tendencia descendiente del sector está marcada. “La situación de las exportaciones no es optimista”, reconoció esta semana Shen Danyang, portavoz del ministerio de comercio chino.

El impacto de un achicamiento de la balanza comercial dependerá mucho del éxito que tenga el cambio de modelo que viene impulsando el gobierno desde 2009 para depender menos de las exportaciones y crecer más de la mano del consumo doméstico. Los últimos datos del consumo interno apuntan a un comienzo auspicioso de este cambio de paradigma. En lo que va del año, las ventas al consumidor crecieron 17 por ciento, rozando los 15 billones de yuanes (más de dos billones de dólares). Si en lo coyuntural este mayor consumo viene de la mano del crecimiento y de algunas medidas progresistas impositivas, a mediano y largo plazo, el cambio de modelo dependerá de la reforma del sistema previsional y de Salud, que deberían estar finalizadas en 2015 y 2020. Mientras la población no sienta que tiene una red de contención social firme, la tendencia a ahorrar va a ser inevitable.

El mayor peligro de implosión china viene, sin embargo, de los préstamos bancarios vinculados a la construcción y a la deuda soberana de municipios y provincias. Hoy el sector inmobiliario, que experimentó una triplicación de los precios entre 2005 y 2009, constituye un 10 por ciento del Producto Bruto Interno, valor similar al de la burbuja española de fines de 2006 y muy por encima del que tuvo Japón en los ’80. Según indicó a Cash Guan Jianzhong, director de la agencia calificadora de riesgo china Dagong, si se deja a un lado las exportaciones, el crecimiento chino “se basa en la inversión en construcción y urbanización”.

El riesgo de una “subprime” china inquieta a analistas. Si llegara a suceder un estallido de ese tipo, especialistas de la economía china se dividen entre los que calculan que la caída del mercado inmobiliario arrastrará al sector bancario produciendo una crisis sistémica financiera y los que opinan que este impacto será limitado. Al panorama inmobiliario se suma la deuda municipal y regional de casi dos billones de dólares, resultado del gigantesco plan de inversión de 2008-2009 que le permitió a China salir airosa de la crisis financiera internacional de hace tres años. Según Zhu Min, actual vicedirector del FMI y ex funcionario chino, los préstamos constituyen hoy un 200 por ciento del PIB, el doble que antes de la crisis de 2008. En septiembre, el gobierno mostró los resultados de una auditoría de los municipios que ubicaba a la deuda local promedio entre el 25 y 38 por ciento del PIB. Según el gobierno, este estudio demuestra que el riesgo de la deuda soberana “está muy por debajo de los niveles de Estados Unidos o la Unión Europea”.

Gran parte del problema es que China tiene que llevar adelante una política que al mismo tiempo controle la burbuja inmobiliaria y la inflación, pero no enfríe la economía, sustento fundamental del poder del Partido Comunista. El gobierno ha elevado los encajes bancarios, las tasas de interés, ha introducido impuestos a la segunda vivienda y otras restricciones al mercado inmobiliario, todas medidas que están teniendo el impacto deseado sobre el precio de la propiedad. Una salida ordenada de este laberinto inmobiliario-financiero es una precondición para que China sea parte de la solución y no del problema que aqueja a la economía mundial. Dada la devastadora matriz especulativa global, ni el saludable 9 por ciento de crecimiento anual de que goza hoy China la protege de la incertidumbre que rodea a toda la economía global

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