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Domingo, 4 de diciembre de 2011
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La “argentinización” de la estructura productiva

Celeste y blanco

Por Diego Rubinzal

La economía argentina registró un intenso proceso de extranjerización durante la década del noventa. Las raíces de esa tendencia se remontan al gobierno de Arturo Frondizi. En su momento, el sociólogo Juan Carlos Portantiero precisó que fue el desarrollismo el que sentó las bases para la consolidación productiva del capital extranjero, sobre todo en el entramado industrial.

En la década menemista, el capital extranjero se adueñó de los sectores más dinámicos de la producción local, primero mediante la adquisición de activos estatales y luego a través de la compra de activos privados. Los investigadores Daniel Azpiazu y Martín Schorr señalan que las firmas de capital extranjero incrementaron su presencia cuantitativa en la cúpula industrial (pasaron de 34 a 56 sobre las 100 principales compañías) y la participación porcentual sobre las ventas (35,3 por ciento en 1993 a 70,9 por ciento en 2001).

Las políticas públicas desde el 2003 provocaron algunas modificaciones productivas. Entre ellas, se puede mencionar el fuerte crecimiento económico motorizado por los sectores productores de bienes, la reducción del desempleo y la recuperación observada en la rentabilidad empresaria y en los salarios reales. Ese nuevo escenario ¿produjo modificaciones en el proceso de extranjerización de las grandes empresas argentinas? En otras palabras, las políticas asociadas al esquema macroeconómico vigente ¿alteraron la dinámica extranjerizadora de la economía doméstica?

Para un grupo de economistas, la respuesta es negativa. Sin embargo, los datos emergentes de la Encuesta Nacional a Grandes Empresas (ENGE) revelan un leve cambio de tendencia entre las 500 compañías más importantes. Las empresas de capital nacional incrementaron su participación en el valor agregado y en presencia numérica. En el primer caso, esas compañías pasaron del 14,0 (2003) al 18,6 por ciento (2009). A su vez, la cantidad de empresas nacionales crecieron un 10 por ciento: 160 compañías en 2003 vs. 176 en 2009.

En el documento Un análisis del proceso reciente de argentinización, publicado en la revista Realidad Económica, el integrante del Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur, Gustavo Buracik, sostiene que “las posiciones económicas adquiridas o recuperadas por el capital nacional no alcanzan para alterar, ni remotamente, el predominio abrumador del capital extranjero en todos los sectores de la economía”. En tan poco tiempo resulta improbable que pueda alterarse significativamente el patrón de propiedad de la estructura económica argentina. Lo cierto es que en los últimos años se produjeron algunos importantes cambios de manos a favor de capitales nacionales. Entre ellos, el ingreso del grupo Werthein en Telecom y del grupo Peterson en YPF o la compra parcial de Gas Natural Ban por parte del grupo local Chemo, entre otras.

Lo novedoso es que ese incipiente fenómeno de “argentinización”, sobre todo en el sector servicios, fue auspiciado por el gobierno nacional a través de una serie de políticas diferenciadas. Una de ellas fue la decisión de forzar a una compañía extranjera (Petrobras) a desprenderse de sus tenencias accionarias –aludiendo a cuestiones regulatorias– en la transportadora de electricidad (Transener). En esa misma empresa, y en otras (Eden, Metrogas. Transportadora Gas del Sur), el Gobierno vetó el ingreso de capitales extranjeros con el argumento de que se trataba de “fondos buitres”. También se facilitaron las condiciones de ingreso del capital local en determinados emprendimientos: por ejemplo, mediante la asociación entre Electroingeniería y Enarsa para adquirir acciones de Transener.

Queda por debatir en cuánto contribuyen esos capitales nacionales a una política de desarrollo endógeno. Buracik afirma que “la muy reducida escala en que operan los capitales privados nacionales involucrados en este proceso, incluso en relación con las grandes firmas de otros países de la región, restringen significativamente su capacidad de acción independiente”. Los casos de argentinización “presentan numerosas evidencias de su dependencia financiera y tecnológica respecto del capital extranjero”

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