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Domingo, 29 de abril de 2012
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El sistema monetario europeo

Mirada global

El investigador Bruno Théret propone para salir del atolladero europeo diseñar arquitecturas financieras a nivel regional, que establezcan una complementariedad entre las monedas comunes y las nacionales.

Por Natalia Aruguete
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Bruno Théret: “Si hay una moneda común, se necesitan monedas nacionales complementarias”.

Bruno Théret reúne un compendio de disciplinas –ingeniero, economista y sociólogo– que robustecen su visión regulacionista de la economía. Insiste con la idea de una salida del régimen monetario actual, basada en la solidaridad entre los países para evitar caer en un darwinismo financiero. Además es un convencido de que los problemas económicos no se resuelven sólo con economistas que niegan la intervención del Estado. Por el contrario, se necesita de una mirada más global y compleja, que abarque otras dimensiones de la vida económica, social y política. Director de Investigaciones Económico Sociales del Centre National de la Recherche Scientifique en la Universidad de París IX, Théret visitó la Argentina invitado por la Cátedra Unesco y el Idaes (UGSM) para presentar el libro Ilusión monetaria y participar del Seminario “Crisis financiera global y cuestión social”. Dialogó con Cash sobre las diferencias entre el sostenimiento de monedas únicas y la creación de una verdadera moneda común y advirtió sobre la necesidad de diseñar arquitecturas financieras a nivel regional que establezcan una complementariedad entre las monedas comunes y las nacionales.

En este escenario de crisis global, ¿qué salida habría que plantearse respecto del actual régimen financiero?

–Podemos pensar tres escenarios de la salida de este régimen financiero global: uno sería a nivel de las organizaciones internacionales, el segundo sería mediante vías regionales y el tercero sería un escenario de proteccionismo de ciertos países. En el primero hay reflexiones al interior del Fondo Monetario Internacional, que se han visto influenciadas por los países que integran el BRIC. Eso formaba parte de un informe estratégico de abril de 2010, elaborado por las altas cúpulas del Fondo Monetario, en el que se hacía referencia a la creación de una verdadera moneda internacional, que no fuera la moneda de un país en particular –ni el dólar ni el euro–, sino una moneda puramente internacional, es decir, que haya una nueva unidad de cuentas y también de medios de pago.

¿Es viable?

–Ese proyecto desapareció y, evidentemente, debe haber habido un veto americano para que así fuera. Porque de esa forma, el dólar perdería su lugar referencial, que aún es hegemónico. Ese es un proyecto de redistribución entre los países que tienen superávit y los que no, basado en un principio de solidaridad entre países. Eso no tuvo curso porque mientras los norteamericanos no estén en una crisis profunda en términos monetarios no querrán un cambio de esas características. El segundo escenario es como el primero pero a escala regional. Es decir, no se trata de tener una moneda única entre todos los países sino monedas únicas a nivel regional. Ambas estrategias, la internacional como la regional, piensan en términos de monedas únicas. En cambio, creo que la idea de una moneda única no es sustentable.

¿Es posible pensar que el sostenimiento de una moneda única como el euro, ha sido uno de los factores que explican la crisis actual?

–Hay dos factores en términos de globalización financiera que la explican. Uno es que la deuda de los hogares repercute en los Estados, producto de la nacionalización de la deuda privada. Pero además, en Europa hay un aspecto específico que está ligado a la organización del régimen monetario del euro, que no puede funcionar porque crea desequilibrios entre los países que tienen superávit y los que no lo tienen; ése es el caso de los países del Sur de Europa. Ellos viven el euro como acá en Argentina se ha vivido la convertibilidad, porque deberían devaluar para poder compensar sus déficit de balanza comercial y no pueden.

¿Cómo encauzar la idea de monedas comunes en el marco de los debates existentes sobre la creación de nuevas arquitecturas financieras regionales?

–Si hay una moneda común se necesitan monedas nacionales complementarias. Para eso se tiene que armar una arquitectura nueva de complementariedad entre la moneda común y las monedas nacionales. Se ha aprendido del caso argentino con las monedas provinciales, que no sólo emitieron durante la crisis de 2001, sino durante mucho más tiempo. La provincia de Tucumán permaneció casi 18 años con una moneda provincial, desde el retorno de la democracia en 1983 hasta el rescate que se hizo en 2003. Es muy interesante pensar esta arquitectura a nivel regional.

¿Qué rasgos debería tener?

–Los países más débiles pueden desarrollarse localmente con esa moneda común, que no debe ser convertible completamente, aunque debe ser emitida en la unidad de cuenta común y comercializar con la moneda común. Pero se necesita una organización regional para sostener este dispositivo de intercambio en forma paralela con todas las monedas de la región. Lo que es común es la unidad que cuenta, los medios de pago no son únicos.

En el marco de la discusión que usted plantea entre pluralidad monetaria y monopolio monetario, ¿cuáles son las paradojas del pensamiento hegemónico?

–La contradicción se da entre la idea libertaria de que la competencia sea el principio regulador de todo y que no se necesita una intervención del Estado porque los mercados generan por sí mismos la regulación. Es un discurso que evoluciona desde los años ’70 hasta la actualidad. Hay una paradoja entre los economistas cuando sostienen que la economía no necesita a nadie, ni siquiera a ellos mismos. Entonces deben construir un espacio donde puedan legitimar su voz. Ese espacio hace converger a la academia y al mundo práctico de las finanzas. Allí se entrecruzan ambos ámbitos. Entre los actores que autorizan y legitiman el discurso económico hegemónico se da un fuerte entrecruzamiento a nivel institucional, académico y personal

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