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Domingo, 12 de mayo de 2013
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Burocracia sindical y tercerización laboral

Flexibilizados

Por Diego Rubinzal

El juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra develó la trama del “sindicalismo empresario”. En los noventa, esa fracción sindical respaldó el desguace del Estado. La concesión de los 11.000 kilómetros del Belgrano Cargas fue la moneda de cambio que obtuvo la Unión Ferroviaria (UF) por su apoyo a los planes privatizadores. El ministro de Economía Domingo Cavallo, refiriéndose a José Pedraza, confesó que “sin su colaboración no hubiéramos logrado muchas de las cosas que logramos”. El colaboracionismo sindical incluyó el visto bueno a la flexibilización laboral. La UF organizó una “cooperativa” que encubría la provisión de trabajo precarizado a las compañías ferroviarias. Las diferencias entre los trabajadores de planta y los tercerizados eran abismales. Los “cooperativistas” cobraban un sueldo inferior a la mitad y no gozaban del cobro de asignaciones familiares, vacaciones pagas e indemnización por despido.

Esa confluencia sindical-patronal fue uno de los ejes de la protesta en la que asesinaron a Ferreyra. El fenómeno de la tercerización laboral no es una exclusividad argentina, sino que adquiere escala global. El 25 por ciento de los trabajadores estaría comprendido dentro de esta categoría, de acuerdo con estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo. La informalización laboral fue una de las herramientas adoptadas por el capital para disminuir los costos empresariales, luego de la crisis del setenta, explica Ricardo Antunes en Os modos de ser da informalidade: Rumo a una nova era da precarizacao estructural do trabalho?

Lo que hicieron las políticas neoliberales fue redefinir las modalidades de subcontratación preexistentes. “Pasó de ser una forma de relación laboral subordinada y de alguna manera marginal dentro de un modelo de relaciones industriales que estaba fuertemente regulado por los derechos laborales, de seguridad social y donde las relaciones entre patrones y trabajadores estaban mediadas por los convenios colectivos, a ocupar un rol central en las nuevas formas de contratación y regulación de las relaciones entre capital y trabajo”, señala la investigadora Alejandra Esponda en un documento de trabajo (aún no publicado) preparado para un seminario organizado por Flacso y el CELS.

La experiencia japonesa se constituye en uno los antecedentes principales del ascendente fenómeno de subcontratación productiva. El modelo de producción flexible, popularizado por el toyotismo japonés, provocó un dualismo empresarial y laboral. El sistema “just in time” japonés se apoya en la delegación (de costos y riesgos) desde las empresas madre hacia una extensa red de subcontratistas. La imposición de ese nuevo paradigma productivo fue resistida infructuosamente por las organizaciones sindicales. La consolidación de los sindicatos por empresa, en reemplazo de los por industria, dio cuenta del triunfo de las aspiraciones patronales.

Esponda explica que “los conglomerados empresariales (japoneses) subcontrataban a empresas de menor tamaño para la realización de las actividades menos complejas y de mano de obra intensiva...la tan nombrada flexibilización se logró gracias a esta estructura dual. Los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas subcontratadas no contaban con las mismas condiciones: no gozaban de los niveles de estabilidad en el empleo, sus salarios eran menores y tampoco contaban con representación sindical fuerte, lo cual redundaba en el mantenimiento de peores condiciones de trabajo”.

La subcontratación adquirió otras modalidades en los países occidentales, aunque manteniendo su rol de instrumento de reducción salarial. La investigadora Victoria Basualdo, en Avances y desafíos de la clase trabajadora en la Argentina de la posconvertibilidad, 2003-2010, señala que “la expansión de la tercerización (en Argentina) se produjo en la década de 1990, en un contexto de crecimiento exponencial de la desocupación y de fuerte ofensiva contra los derechos de los trabajadores...; el crecimiento de las políticas de tercerización se combinó con el efecto de las reformas laborales, que promovieron una profunda flexibilización y precarización de las condiciones de trabajo, y con el proceso de reestructuración laboral que promovió la privatización de las empresas públicas”

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