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Domingo, 23 de junio de 2013
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Plan de austeridad para reducir la demanda

“Enfriar la economía”

Por Andrés Asiain y Lorena Putero

Desde aquel invierno de 1959, cuando el entonces ministro de Economía de Frondizi, Alvaro Alsogaray, acuñó “hay que pasar el invierno” para anunciar un plan de austeridad (léase, ajuste), los liberales argentinos se han caracterizado por su culto a las bajas temperaturas económicas. El importante desarrollo industrial de algunos países del sudeste asiático, de clima tropical, no parece haber mellado esa confianza en el invierno como herramienta para el desarrollo y su permanente llamado a “enfriar la economía”. La justificación para poner la actividad económica en el freezer es que ésta se encontraría recalentada por un incremento de la demanda que excede las posibilidades de la producción nacional. Ese exceso de demanda sería la causa de los permanentes aumentos de precios de los últimos años, aunque el mismo argumento era utilizado para pedir un recorte del gasto público a finales de la convertibilidad, cuando los precios descendían de la mano de la depresión económica y el desempleo. Según los pregoneros del invierno para frenar la inflación, la solución consiste en reducir el gasto, de manera de eliminar el exceso de demanda que presiona sobre la oferta, y terminar con las presiones sobre los precios.

La prédica por una menor actividad económica para bajar los precios colisiona con la evidencia del último año. En 2012, las menores exportaciones y la baja de la inversión (especialmente, la construcción), redujeron el ritmo de la actividad económica. El impacto se hizo sentir sobre el nivel de uso de la capacidad instalada de la industria, que descendió al 75,8 por ciento en diciembre de 2012 (6 puntos menos que igual mes del año pasado). Sin embargo, según las estadísticas provinciales, la inflación promedió el 23 por ciento, algo menos que en 2011, pero bastante lejos de la estabilidad de precios. Desde la vereda de los ajustadores siempre existirá alguna excusa: se dirá que la baja de la demanda debería haberse hecho antes y que ahora se precisa una reducción más pronunciada, declaraciones que dan una idea de la profunda crisis que son capaces de infligir a la economía nacional antes de retractarse de sus posiciones.

También habrá quien se refugie en un políticamente más redituable “no hay que bajar la demanda, sino aumentar la oferta”, para luego bombardear con la necesidad de crear un buen “clima de negocios” bajando el gasto público, devaluando la moneda, aumentando las tarifas y otras múltiples medidas cuyo efecto real sería la disminución del salario y el empleo, la reducción del mercado interno y la consiguiente baja en las ventas empresarias. Al respecto, cabría preguntarles: ¿por qué piensan que un empresario va a aumentar su inversión si disminuyen sus ventas?

En realidad, quienes pregonan por un invierno con menor gasto y actividad económica son lobbistas de una pequeña minoría ligada al negocio de exportación. Para ese sector, una menor actividad interna significa la posibilidad de contratar mano de obra barata y regatearles el precio a sus proveedores. Mientras, ellos venden al mercado externo, por lo que no sufren las consecuencias de la depresión económica local que, por el contrario, les permite disfrutar de una Argentina para pocos, sin colas en los supermercados, ni en los bancos, ni en los aeropuertos

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