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Domingo, 8 de septiembre de 2013
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Industria, importaciones, precios e ingresos

“Con el 1 a 1 estábamos mejor”

Por Andrés Asiain y Lorena Putero

No falta en la reunión familiar o la charla entre amigos, el nostálgico de los años noventa que entre comparaciones de precios y el recuerdo de la compra de algún electrodoméstico, termine largando su célebre “con el 1 a 1 estábamos mejor”. La remembranza de aquellos tiempos en que un peso valía un dólar es enarbolada como una crítica por contraste a la economía del presente, donde los precios suben y los productos importados se demoran en la aduana.

Lo que no sabe o quiere saber el apologista del dólar barato es que el 1 a 1 se financió mediante el endeudamiento y la venta de empresas que sólo excepcionalmente se utilizaron para financiar inversiones en sectores que sustituyeran importaciones o expandieran ventas externas. De esa manera, no se incrementó la capacidad de generar dólares para repagar las deudas, ni cubrir los intereses o la remisión de utilidades. Por el contrario, se postergaban los vencimientos y remisiones con nuevo endeudamiento y venta de empresas, que terminó en una corrida cambiaria, devaluación y cesación de pagos de una deuda que aún hoy, fallo Griesa mediante, no se termina de regularizar. Así, pese a lo que diga la dupla Menem-Cavallo, la devaluación y crisis de 2001-2 no fue un proceso independiente de la convertibilidad, sino su consecuencia.

Tampoco recuerda que para seguir recibiendo préstamos e inversiones con que postergar el previsible final, se aceptaban las imposiciones de política económica de las instituciones que detentan la billetera mundial. Entre ellas –y sin mencionar privatizaciones, ajustes o flexibilizaciones–, nos imponían la libre importación de productos que incrementaba las ventas mundiales de las grandes corporaciones radicadas en el extranjero a costa de un tendal de fábricas cerradas y obreros desempleados a lo largo y ancho del país. Lo barato o caro es relativo al ingreso del comprador. La heladera importada no era barata para el ex obrero despedido por Aurora Grundig. Con esa base de comparación, tampoco es cara la protegida heladera nacional que compra hoy el obrero metalúrgico cuya preocupación pasó del miedo al desempleo a tener que pagar Ganancias.

Al respecto, y sin detenernos en la creación de 4 millones de puestos de trabajo, la incorporación de 2,4 millones de jubilados con aportes incompletos o el beneficio de la AUH para 3,3 millones de chicos de la última década, vale comparar la evolución de precios (según lo miden las estadísticas provinciales y no el cuestionado Indec) e ingresos desde el último mes de convertibilidad a la fecha. En números redondos, mientras que los precios se multiplicaron por 7 (con diferencias a su interior, ya que mientras los alimentos lo hicieron por 9; el colectivo, la luz o el gas se multiplicaron por 2 o por 3), el salario medio se multiplicó por 9 y el salario y jubilación mínimos por 16. Es decir, que refutando el tradicional dicho de que los precios suben por el ascensor y los ingresos por la escalera, en la última década los ingresos les ganaron la carrera a los precios, permitiendo una mejora real de los ingresos de la mayoría.

Todo ello no significa que no existan problemas que precisan solución, como el elevado precio relativo de los alimentos, el estado del transporte público, la informalidad laboral o la dificultad para acceder a la vivienda propia

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