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Domingo, 1 de junio de 2003
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El cuestionamiento de Prat Gay a Kirchner y a Lavagna

Jugada de contraataque

Calificó de “disparate” el deseo de Néstor Kirchner de tener un dólar a 3 pesos. Más allá de ese exabrupto, resulta interesante evaluar la política de Prat Gay en su corta gestión al frente del Banco Central.

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Roberto Lavagna, ministro de Economía, enfrentado a Alfonso Prat Gay, presidente del Banco Central.
Por Leonardo Perichinsky *

Cuando Prat Gay asume la conducción del Banco Central anunció que el dólar iba a llegar hasta los 2,80 pesos. Por ese entonces, la paridad cambiaria se encontraba medianamente estabilizada, desde hacía ya tres meses, en torno de los 3,60 pesos. Es decir, hace unos ocho meses, el presidente del BC hizo lo mismo que ahora le critica al presidente de la Nación, Néstor Kirchner.
Sin embargo, analizando los contextos de uno y otro caso, las declaraciones son en realidad muy diferentes. Kirchner salió a “calmar” una suba del dólar de casi veinte centavos luego de la renuncia de Carlos Menem al ballottage. Lo de Prat Gay fue muy diferente: marcó el rumbo para generar una alta renta especulativa, combinando altas tasas de interés domésticas con una fuerte apreciación nominal del peso.
Desde el inicio de su gestión en el Central el peso se apreció un 20 por ciento y las tasas de interés locales promediaron un 30 por ciento anual. El resultado fue una elevada renta medida en dólares garantizada y pautada por la propia autoridad monetaria. Este esquema se combinó con una gradual y progresiva desregulación de los mercados cambiarios y de capitales, lo cual, al revés de lo que deseaba, profundizó el pasaje hacia la especulación en pesos. “Si se puede salir, es más probable que entren”, planteaban en la city.
Más allá de otras cuestiones que caracterizaron la corta y fructífera gestión del hombre de la banca JP Morgan –como la ausencia de regulación bancaria o la promoción de instrumentos de licuación de pasivos de los bancos–, la frutilla del postre fue haber planteado en Washington que “ahora estamos en peores condiciones para lograr una renegociación exitosa de la deuda externa”.
Sin embargo, ahora parece que la nueva perla es jugar a la desestabilización del mercado cambiario, con todos los riesgos que esto implica para la débil normalización del sistema bancario. Sus políticas ya han causado en poco tiempo muchos males para la economía argentina:
n La apreciación del peso en términos reales realizada a través de la caída de la paridad nominal –y no mediante aumentos salariales, por ejemplo– acotó sensiblemente los márgenes de maniobra en cuanto al desarrollo de una política expansiva del mercado interno (al estilo discurso de asunción de Kirchner) en base a la transferencia de la renta exportadora al resto de la sociedad que vio caer significativamente sus ingresos reales.
n La caída del dólar mantuvo latente la incertidumbre cambiaria, porque no es lo mismo un tipo de cambio estable a un determinado nivel, que una paridad que se mueve violentamente. Esto se traduce en mayores tasas de interés y menor nivel de inversión. Un tipo de cambio nominal tan bajo desincentiva el paso de dólar a pesos para encarar actividades productivas o inmobiliarias.
n Tampoco aprovechó la fase favorable para incrementar fuertemente las reservas a través de una política monetaria más expansiva que también potencia la incipiente recuperación del nivel de actividad.
Llegado a este punto cabría preguntarse, ¿a quién benefició la baja del dólar respecto de la situación de estabilidad de hace unos meses atrás?
La respuesta es muy clara: a los que piensan en verde. A los rentistas que volverán, a su turno, al dólar; a las empresas privatizadas que ven incrementar sus tarifas medidas en dólares y, por supuesto, a los acreedores externo. Todo un gesto de Prat Gay para ellos.
Un segundo interrogante que surge es ¿a qué responden esas desacertadas declaraciones de Prat Gay del miércoles pasado?
Una primera mirada nos haría pensar que el conductor de la autoridad monetaria intenta “marcar la cancha” ante el crecimiento político y de poder de Roberto Lavagna o ante la recientemente creada comisión de reestructuración del sistema financiero que le recortaría algunos poderes. Sin embargo, si bien esto debe ser así, con mayor perspectiva nos puedenpermitir mirar estas declaraciones en el marco de un fuerte clima de preocupación por parte del poder económico, local e internacional.
El discurso de asunción de Kirchner, su cercanía con el “eje del mal” de América latina, Fidel Castro cortando la Figueroa Alcorta, la salida de Brinzoni del Ejército, etc., son imágenes demasiado fuertes para un país acostumbrado a tantos años de hegemonía neoliberal. Si bien por ahora son sólo indicios de cambio, los grupos de poder afilan sus armas.
En este sentido se abren varios interrogantes: ¿El poder económico no actuará de manera más coordinada de lo que uno supone?
Si el Gobierno pasa de lo discursivo a los hechos, también pasarán ellos a lo concreto y para esto tiene que estar preparada la nueva administración.

* Director de KP&M.

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