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Domingo, 15 de noviembre de 2015
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Ideología de mercados, dólar y salarios

La economía y los ingenieros

El mundo de la ingeniería es muy conservador. En los planes de estudio de las carreras de ingeniería el enfoque sobre la economía es utilitarista. Los temas a disposición del futuro ingeniero son los provenientes de la escuela neoclásica.

Por Vladimir L. Cares *
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Thorstein Veblen (1857-1929), autor del clásico libro Teoría de la clase ociosa –un texto admirado por Borges– y fundador de la escuela institucionalista de la economía, tenía en alta estima el papel de los ingenieros en la sociedad, ya que les adjudicaba ser los portadores privilegiados de la ideología del progreso y bienestar de los pueblos. En los Estados Unidos de principios del siglo XX, el optimismo por el futuro se palpaba en la piel de los ciudadanos y la imagen del pionero tecnológico se emparentaba con aquellos vaqueros y antihéroes que habían conquistado el Viejo Oeste. Por ello, no resultó para nada novedoso que Veblen publicara en 1921 The Engineers and the Price System, en donde retrataba a los ingenieros como los partícipes principales de los “soviets de técnicos” que impulsarían a la sociedad a adoptar cambios políticos con estándares de justicia, prosperidad y bienestar nunca antes vistos en la Unión. Lamentablemente, las esperanzas de Veblen no fueron confirmadas por la historia.

En la actualidad el mundo de la ingeniería se ha vuelto mucho más moderado y conservador que antaño en los Estados Unidos. Según el centro de estudios CrowdPac las profesiones ligadas a las industrias del petróleo, carbón, minería, obras civiles y construcciones están dentro de los segmentos de mayor conservadurismo, optando en las elecciones por candidatos del Partido Republicano. Asimismo, la revista Machine Design, en una encuesta reciente realizada entre sus lectores ingenieros, encontró que los republicanos superan largamente a los adherentes demócratas en una relación de 4 a 1.

Este comportamiento conservador de los ingenieros ha tratado de ser explicado en términos de características propias de la profesión (cultivo del eficientismo, cautela frente a riesgos, afinidad con las visiones neutralistas por sobre las valóricas, privilegio de las variables técnicas en desmedro de las económicosociales). Estos rasgos genéricos se repiten a lo largo de los países, en particular en el ámbito educativo ya que desde la etapa de estudiantes los futuros ingenieros se van familiarizando con las organizaciones profesionales estadounidenses (IEEE, SPE, ASME), incluso conformando capítulos estudiantiles de los mismos. Obviamente, allí no sólo se comparten estándares técnicos y líneas de investigación y desarrollo avanzadas sino actitudes, ideologías y espíritu de cuerpo.

Un elemento adicional a resaltar es que en los escasos contenidos de ciencias sociales y humanas incorporadas en los planes de estudio de las carreras de ingeniería en la Argentina el enfoque es más bien utilitarista, a diferencia de lo que ocurre con la enseñanza de la ciencia económica. Los temas incorporados aquí son similares a los tópicos de un primer curso de economía dictado en las facultades de Economía. La diferencia es que un estudiante de estas carreras tiene, en principio, la posibilidad de cursos ulteriores en donde disponga y analice temas con una mayor amplitud de criterios (enseñanza de distintos enfoques, autores y escuelas económicas), cosa de la que carece el estudiante de ingeniería. Los temas a disposición del futuro ingeniero son principalmente aquellos provenientes del mainstream económico: la escuela neoclásica. De entrada se asume el enfoque basado en la antinomia necesidades-recursos escasos y la consiguiente adopción de esquemas y modelos basados en la toma racional de decisiones, la aparición del agente económico racional, calculador, individualista y egoísta (el Homo economicus), las leyes de oferta y demanda, el comportamiento del consumidor, la teoría neoclásica de la empresa, teoría de costos. La bibliografía adoptada es la estándar para este tipo de contenidos: Mankiw, Pyndick, Parkin.

Un egresado de la ingeniería tiene un inédito protagonismo en la vida económica argentina: Mauricio Macri. Ciertamente, su perfil no ajusta con aquel que imaginara Veblen. Sus opiniones han generado en amplios sectores una justificada preocupación: la propuesta de devaluar el peso frente al dólar; su insistencia en que el salario es un costo y que como tal para garantizar el éxito de una empresa hay que minimizarlo. Más allá de su perfil de hombre de gran empresa y de convicciones derechistas, Macri en estos dos temas ha respondido como un ingeniero promedio educado en tópicos de economía. Se podría argumentar que al ser un egresado de una institución privada (Universidad Católica Argentina) marcaría su énfasis en una visión conservadora de la economía. Puede ser, pero lo que es insoslayable es que tanto en contenidos como bibliografías no hay en general diferencias entre escuelas de ingeniería públicas y privadas, en lo que atañe a la enseñanza de la economía.

Veamos el tema de la devaluación. Para un economista neoclásico el valor actual del dólar, fijado por el Banco Central, actúa como un precio máximo diferente al adoptado por el mercado, el llamado dólar blue. Por consiguiente, estamos en presencia de un sistema ineficiente en donde la demanda del billete norteamericano es mayor a la oferta del mismo, con la consecuencia de escasez de divisas y presencia de mercado negro. Para solucionar esta situación hay que dejar que la mano invisible del mercado actúe sin interferencias estatales, así de manera natural se tenderá a una suba del precio hasta hacerlo coincidir con su valor del mercado, o sea el del dólar blue (para un análisis de precios máximos ver, por ejemplo, M. Parkin: Microeconomía).

En esencia éste es el planteo de Macri. En lo que hace al tema costos de una empresa los salarios forman parte de los llamados costos explícitos. Estos, sumados a los costos implícitos, conforman los costos totales en una empresa. El empresario pretenderá maximizar su beneficio, que es la diferencia entre los ingresos por la venta de producción y los costos totales. A menores costos mayor beneficio (técnicamente el beneficio máximo se alcanza cuando el ingreso marginal es igual al costo marginal). De nuevo hay una coincidencia con la propuesta de Macri. Lo que en época de elecciones aparece ciertamente como un plan económico de funestas consecuencias para las mayorías populares en las confortables aulas de la academia se lo enseña como el abecé de la ciencia económica. Por cierto, el modelo neoclásico funciona más como retórica que como ciencia. En el caso de la ingeniería la utilidad de estas teorías es muy vaga producto de su irrealidad (no existe el frío y calculador Homo economicus, base de todas las elucubraciones de los autores neoclásicos) ni en las empresas reales se calculan beneficios y costos en términos de sus magnitudes marginales (se usa más bien la técnica del markup; ver, para un análisis más profundo de esta temática, Steve Keen: Debunking Economics).

¿Cuál es el objetivo, entonces, de su enseñanza? Que el futuro ingeniero se convenza de que el único ámbito en donde se produce la asignación eficiente de los recursos, la producción y los precios es el mercado. Y esto no es ciertamente ciencia, sino la más cruda ideología de mercado. En tiempos signados por la batalla cultural por el sentido común de la sociedad también se hace imprescindible en el espacio acotado de la educación superior técnica apostar por una pluralidad de enfoques en la enseñanza de la economía en ingeniería. El problema no es sólo lo que dice Macri sino aquellos fetiches seudocientíficos en los que creamos ciegamente.

La etapa abierta por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 anuncia la superación de lo viejo y la construcción permanente de un mejor futuro para todos. Pero como decía Gramsci, “el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. A buen entendedor, pocas palabras

* Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional del Comahue.

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