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Domingo, 3 de enero de 2016
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Deterioro de los TDI de China

Normal y previsible

La característica secular de los términos del intercambio (TDI) de los países periféricos es que venden cada vez más cantidad a menor precio y en contrapartida compran cada vez menos cantidad a mayor precio. Es lo que sucede también con China.

Por Enrique Aschieri *
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Aschieri: “Desigualdad en salarios: China paga en promedio 2 dólares la hora contra 40 en Estados Unidos”.

En la profusa masa de análisis sobre los avances de la República Popular de China que se vienen sucediendo desde unos lustros, tanto en lo que hace al desarrollo como al comercio exterior y posición geopolítica, hay un sonoro dato que curiosamente permanece inaudible: los términos del intercambio (TDI) chinos se vienen deteriorando desde 1981. Los términos del intercambio son una relación entre los precios a los que un país o región exporta y los precios a los importa. Si bien un ir y venir de precios es lo más común del mundo, el caldo se pone espeso cuando los TDI van siempre para abajo. Tal tendencia bajista marca la característica secular de los TDI de los países periféricos: venden cada vez más cantidad a menor precio y en contrapartida compran cada vez menos cantidad a mayor precio. A eso se lo llama deterioro de los TDI. Por cierto, hay coyunturas donde la cosa cambia de dirección, como en la reciente concluida operada por la baja de la tasa de interés norteamericana –referencia mundial–, o la acontecida a principios de los 70 de la mano del primer shock del petróleo. Fuera de esas anomalías momentáneas, la tendencia es que los TDI de la periferia caigan desde hace poco más un siglo.

Resulta interesante observar que mientras los TDI chinos iban en declive su Producto per cápita se empinaba y la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) estuvo arrojando saldos positivos, aunque con algunos altibajos: siendo relativamente estable el flujo de IED. Estos hechos deberían servir para poner alguna claridad en la confusión que hay entre TDI y resultado comercial y, también, con la impropia conexión que por lo corriente se hace entre TDI y desarrollo; incluso acerca del mismo concepto de “desarrollo”. En concreto, un mercado es visto como chico por falta de proyectos rentables para invertir. Los TDI deteriorados son el síndrome de que deliberadamente se viene achicando. Es la mengua de origen, y no los TDI, la que impide la llegada de capitales extranjeros e impulsa a los empresarios nacionales a expatriar capital. Al mismo tiempo, como el sudor cuesta menos que el aceite para lubricar las máquinas percute en que haya más sudor que aceite y menos máquinas que lubricar. De acá a la China, el único viento de cola que sopla siempre es el nivel del gasto interno. Nunca hay otro, sólo mitos sobre su existencia.

Es así como el deterioro de los TDI chinos lo que tiene de normal, previsible y esperable, también lo tiene de singular. Previsible y esperable, porque la formación de precios internacionales se caracteriza por dos cosas. Por un lado, la tendencia a la igualación internacional de la tasa de ganancia, lo que no significa (ni mucho menos) que en la cotidianeidad sean similares y, por el otro, la férrea desigualdad en los salarios. China paga en promedio 2 dólares la hora, contra 9 en Argentina o 40 en Estados Unidos. De manera que los precios de las exportaciones chinas llevan escondidos, por así decirlo, una transferencia de excedente no remunerado que es disfrutado por los consumidores del resto del mundo. En otras palabras, los en extremos bajos salarios chinos pagan los sobresalarios de los otros países. Los TDI declinantes simplemente reflejan esa realidad. Y la atenuación de la caída en un tramo significa que la industrialización por un tiempo puede subir los TDI, por mayor masa de ganancia a misma tasa mundial, pues se enterró más capital, pero no suprimir la diferencia proveniente de los bajos salarios, lo que supondría una tasa de ganancia estratosférica. El movimiento internacional de capitales es justamente lo que lo impide.

La singularidad viene por el hecho de asimilarse China a una economía planificada desde el lado de la oferta y comportarse como una economía capitalista desde el lado de la demanda. El sueño dorado e imposible de los capitalistas, acumular sin aumentar los salarios, lo hace realidad la planificación económica. De ahí la gran inversión multinacional que convierte al “Reino Medio” en un enclave a escala inverosímil, particularmente en la industria pesada, cuyos excedentes son reinvertidos a partir del “plan”. Por supuesto, el sector exportador es marcadamente mano de obra-intensivo.

Por otra parte, siglo y medio de excelentes relaciones con los estadounidenses, pinta que no ha sido en vano, más allá de las eventuales desavenencias, comunes y corrientes en cualquier matrimonio. Asimismo, en vista de un mundo tan cerrado y proteccionista surge el interrogante de por qué otra razón diferente al histórico tálamo, las exportaciones industriales chinas penetran casi sin sobresaltos en todos lados. De resultas, cabe preguntarse también hasta cuándo será estable la decisión política china de mantener salarios tan bajos a fin de robustecer un poder nacional del que sólo disfruta la elite que toma las decisiones. Luce como uno de los interrogantes clave del porvenir, sobre todo considerando que más temprano que tarde el gigantesco enclave verá saturada su salida exportadora. Seguramente no va a ser China, esa suerte de “monarquía del proletariado” que la razón ha parido haciendo gala de su siempre irónica astucia, la que desmienta aquello de que todo lo que nace merece perecer.

* Economista, docente de la Universidad Nacional de Moreno.

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