Domingo, 20 de marzo de 2005
La puja distributiva
Por Alfredo Zaiat

Protesta de la organizaci贸n piquetera MIJD, abril de 2003, en el Ministerio.
La postal es lo suficientemente expresiva para dar cuenta de que algo ha cambiado en el comportamiento de los actores del conflicto social. El automovilista que va y viene por Leandro N. Alem observar谩 casi a diario protestas en la puerta principal de la sede del Ministerio de Trabajo. Empleados de diversos sectores se hacen presente para reclamar por despidos, ajustes salariales, encuadramiento sindical o para quejarse por cambios en normativas que afectan sus derechos. Cualquiera de esos pedidos tiene como eje principal la lucha por la recuperaci贸n de ingresos y mejoras en las condiciones laborales. Hace algunos meses, en cambio, los c谩nticos y bombos frente a esa dependencia eran de organizaciones piqueteras, siendo la protesta de m谩s repercusi贸n medi谩tica la que impidi贸 salir del edificio al ministro y colaboradores. La solicitud de m谩s planes asistenciales o aumentos en el monto del subsidio eran los motivos de esas convocatorias. Si bien esa descompresi贸n piquetera en Trabajo tiene que ver con que la administraci贸n de los programas sociales ha mudado a Desarrollo Social, tambi茅n es cierto que frente al edificio del ministerio que maneja Alicia Kirchner no se verifican concentraciones diarias como las que exist铆an hace no m谩s de un a帽o.
Variados son los motivos para explicar ese cambio de la din谩mica de la protesta social. Uno de ellos fue la campa帽a de desgaste sobre los movimientos piqueteros, ayudada 茅sta por la infantil estrategia de esas agrupaciones de estructurar una pol铆tica del piquete permanente. M茅todo que provoc贸 el rechazo de la clase media y tambi茅n de trabajadores que se enfrentaban a problemas para la asistencia a sus lugares de labor ante los cortes de avenidas o puentes. La alteraci贸n de los ejes de la protesta social tiene que ver adem谩s con la alianza pol铆tica que se afianz贸 entre algunos grupos piqueteros y el Gobierno. Pero la raz贸n m谩s importante de ese nuevo escenario se relaciona con que ahora la protesta social dej贸 de ser defensiva.
En la actualidad el conflicto que emerge con intensidad es el laboral que, resulta evidente, no sustituye al social sino que ambos van de la mano. Esa nueva caracterizaci贸n del conflicto implica un salto cualitativo relevante. El acelerado crecimiento econ贸mico con una fuerte creaci贸n de empleo 鈥搕odav铆a con retribuciones muy bajas鈥, y tambi茅n con una pol铆tica oficial activa 鈥損or ejemplo, los aumentos dados por decretos鈥 han ido conformando un panorama del mundo del trabajo diferente del que reg铆a.
En el Gobierno no ha prendido esa idea perversa que fue lanzada desde la usina de la ortodoxia que apuntaba a que las discusiones salariales que se abrieron en diferentes sectores, as铆 como tambi茅n los ajustes por decretos, avivaron el fuego de la inflaci贸n. De todos modos existe el riesgo de que esa semilla empiece a germinar. Cuando Roberto Lavagna menciona en forma gen茅rica que una de sus principales preocupaciones de este a帽o es la tensi贸n que se derivar谩 de la puja distributiva, incluye la cuesti贸n salarial como tambi茅n los reclamos por la baja de las retenciones o demandas de otros sectores productivos. No ser铆a correcto identificar una y otra pelea por porciones de la torta en un mismo plano de igualdad. En Econom铆a sostienen que no hay que exacerbar esa puja ni incentivarla. Para evitar confusiones deber铆an precisar a cu谩l de ellas se refieren.
En los hechos, con excepci贸n de los trabajadores de unas pocas ramas industriales, muy concentradas, de capital intensivo y, por lo tanto, de poca utilizaci贸n de mano de obra, y vinculadas al mercado externo, la mayor铆a no se ha recuperado de la hecatombe de sus ingresos. Y si es 茅sa la puja que inquieta basta con detenerse en el m谩s reciente informe del Indec sobre distribuci贸n del ingreso, en el cual se revela que no se ha achicado nada la brecha entre los privilegiados de la punta y los desdichados de la base de la pir谩mide. M谩s bien se ha ampliado un poco durante el a帽o pasado. Y no fue mayor gracias a la oportuna intervenci贸n del Estado en la discusi贸n salarial con los ajustes por decreto.
En esta misma columna hace un mes se rescat贸 un excelente an谩lisis publicado en Informe de Inflaci贸n 鈥損rimer trimestre 2005鈥, elaborado en el Banco Central, sobre salarios y precios. En ese documento se hab铆a precisado que si 茅ste y el anterior gobierno no hubiesen dispuesto en total cinco aumentos por decreto a los trabajadores formales, que suman 350 pesos (250 que ya fueron incorporados al sueldo y otros 100 pesos que comenzaron a devengarse en enero pasado), la recuperaci贸n hubiese sido m铆nima. En la pr谩ctica, esos ajustes 鈥搒in el 煤ltimo aplicado鈥 鈥渞epresentan el 80 por ciento de la suba de los salarios nominales del sector formal privado de la econom铆a鈥, se concluye en el informe.
Lo m谩s probable es que la reiteraci贸n de una determinada medida pueda llegar a desgastarla e incluso resulta comprensible aspirar a que la propia din谩mica de la econom铆a la deje inservible. Y hasta es v谩lido pensar que la insistencia en un camino puede entorpecer la marcha de la recuperaci贸n. Pero 茅se no parece ser el caso de la cuesti贸n salarial, dado que esos decretos fueron los que despertaron y mantienen viva la discusi贸n por los ingresos. Y puede ser que todav铆a se necesite de ese incentivo externo, pese al disgusto que le provoca al mundo de los negocios y tambi茅n al ministro de Econom铆a, para que los salarios vayan recuperando terreno.
Como la tensi贸n salario-empresas es, en definitiva, una relaci贸n de fuerzas, agitar el fantasma de la inflaci贸n es el arma m谩s eficaz para encolumnar voluntades con la meta de disciplinar los reclamos de mejora de ingresos por parte de los trabajadores. La discusi贸n por el salario no ha exacerbado ni lo har谩 鈥搕eniendo en cuenta los actores en escena鈥 la puja distributiva. En todo caso si la preocupaci贸n pasa por c贸mo evoluciona esa puja, no hay dudas de que el trabajador no est谩 siendo el ganador, aunque tampoco es el perdedor por paliza. Con cualquier variable que se quiera vincular el salario para definir futuros ajustes, 茅ste ha quedado hasta el momento retrasado con relaci贸n al Producto (el casamiento que prefiere el titular de la cartera laboral, Carlos Tomada), la productividad (el elegido por Lavagna) o de la inflaci贸n (el favorito de muchos sindicalistas).
En ese mismo informe del BCRA se precis贸 que en el 煤ltimo a帽o, con un crecimiento de la econom铆a a ritmo chino del 9 por ciento, la recomposici贸n salarial en t茅rminos reales alcanz贸 apenas al 3 por ciento. Lo revelador es que 鈥渟e habr铆a producido una ca铆da (del salario real) de no haber sido otorgado el aumento por decreto de enero del 2004鈥, ilustr贸 el documento.
驴Habr谩 recuperaci贸n salarial este a帽o, confiando en el desprendimiento empresario y su promesa de subir los sueldos, o se necesitar谩 otro ajuste por decreto? La experiencia ense帽a que en este caso lo mejor es ser desconfiado de las bondades del mercado.
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