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Domingo, 30 de junio de 2002
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Confianza, sin cotización

Por Alfredo Zaiat
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La economía argentina está en una verdadera trampa cambiaria. No hay régimen que pueda funcionar con éxito en el actual caos financiero, acelerado por el engendro del corralito creado por Domingo Cavallo. Y no se puede salir del caos sin tener un horizonte estable del dólar. Ningún sistema, ya sea una nueva convertibilidad, flotación libre o sucia, puede estabilizar hoy el valor de la divisa en un escenario en el cual todos quieren dólares. Una dolarización, poción mágica que el menemismo y sus economistas de ultratumba difunden, tampoco lograría frenar el derrumbe. Lo que sucede es que todos quieren dólares para fugar. No para invertirlos dentro del circuito productivo o financiero, decisión que permitiría que la rueda de la actividad económica empiece a rodar. Es cierto que los bancos han estafado a sus clientes y se les reclama con suficientes razones que aporten capitales, o sea que, por ejemplo, los extranjeros traigan dólares. Pero también, para salir de esta crisis, se necesita que esos preciados billetes sean incorporados a la economía doméstica por empresarios, grandes y pequeños, para hacer funcionar sus fábricas o comercios ante la ausencia de créditos para capital de trabajo. Lo mismo vale para los ahorristas que tienen sus canutos verdes aquí o en el exterior. Sin ingreso de capitales, es decir dólares, la economía no podrá salir de la ciénaga. Y esa entrada no vendrá de la mano de inversores extranjeros, que lo que único que piensan es en cómo salir antes que en seguir poniendo.
En ese escenario las reservas del Banco Central se van a agotar tarde o temprano: la demanda potencial de dólares es muy alta con una oferta limitada. Con el acuerdo con el Fondo anunciado el viernes, la pérdida de reservas será más lenta pero constante. El drenaje del corralito seguirá presionando sobre el tipo de cambio, aunque ese goteo pueda frenarse si triunfa la banca extranjera con la propuesta de un bono compulsivo para los depósitos reprogramados ante el boicot que están realizando al plan de canje de Lavagna. La “decepción” manifestada por Horst Koehler, número uno del FMI, antes de reunirse con el ministro sobre los escasos avances en la reestructuración del sistema bancario se tiene que leer como “los bancos quieren el canje obligatorio de plazos fijos por bonos”. En la negociación con el Fondo no se juegan cuestiones ideológicas, sino que se tratan negocios, como quedó en evidencia con las leyes de Quiebra y Subversión Económica.
En ese contexto de fuga estructural de capitales y de puja salvaje por lo que queda de Argentina aparece la oferta de ilusiones por parte de políticos, propuestas acercadas por economistas que trabajan para diversos candidatos, de izquierda a derecha. Todos coinciden en que lo que está fallando es que el gobierno de Duhalde no inspira confianza. Sin ella los agentes económicos no apostarán a favor. Entonces, la tarea es recuperarla para que la economía empiece a mejorar. ¿Pero cómo se recrea la confianza? Cavallo decía que con su sola presencia los empresarios iban a invertir y los consumidores, a gastar. Y ya se conocen los resultados de esa experiencia. ¿Cómo cotiza la confianza, ese activo inmaterial, en una Argentina de fuga? Huida que no sólo es de capitales sino también de personas que buscan otros horizontes.
El consenso es que no hay un poder político fuerte para manejar la crisis. Pero no está claro que lo vaya haber con elecciones anticipadas o las fijadas en setiembre de 2003. La década menemista del despilfarro y la administración de De la Rúa del colapso provocaron una fractura económica y social que no se arregla con un simple acto electoral. La polarización de una sociedad con cada vez más pobres y la consecuente dispersión de liderazgos políticos y sociales no permite visualizar una resolución sencilla de la crisis. Ese quiebre, precisamente, se traduce en eso que ahora llaman falta de confianza. Y no está claro quién ni cómo se podrá ligar esa rajadura.

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