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Domingo, 1 de octubre de 2006
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Vetos para el 2008

Por Alfredo Zaiat
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Fueron tantos los años que el largo plazo en la economía argentina era el vencimiento del depósito a treinta días que resulta extraño escuchar a los expertos de la city advertir sobre el 2008, dando por descontado que el año próximo no habrá de qué preocuparse. Varias pueden ser las lecturas de tan repentino optimismo. Después de sucesivos pronósticos fallidos, desde “un veranito” pasando por “una meseta” hasta “la desaceleración” del crecimiento, algunos pueden suponer que arriaron sus banderas. Esta sería un visión ingenua de ese proceso. Otros pueden suponer que, también por los continuos errores de diagnósticos y, por lo tanto, de las recomendaciones, se terminaron de convencer de que sus recetas no sirven y compraron el actual paquete de moda. Esta posición también encierra una elevada cuota de liviandad en el análisis. Resulta un poco más cercana a los hechos –aunque nunca nada es la pura realidad– abordar esta vocación de los gurúes por el mediano plazo a una motivación de raíz política más que de preocupación por la evolución de las variables económicas.

En el mundo de los negocios la mayoría se ha resignado a un segundo mandato del gobierno de Kirchner puesto que no fueron exitosas, por ahora, las apuestas a figuras para alimentar el campo de la oposición. Frente a ese desalentador horizonte por no encontrar un hombre que encarame la esperanza blanca, el camino que han comenzado a transitar consiste en condicionar la gestión del próximo período. Evalúan con criterio que a un año de las elecciones la actual administración no realizará cambios a un rumbo que le ha sido exitoso en su tarea de acumulación de poder. Entonces, el análisis de la economía 2007 pasó a un segundo plano, y se concentran en puntualizar las tensiones que se seguirán acumulando para el año siguiente. Así lo expresa el estudio Melconian & Santángelo en uno de sus últimos reportes: “El Gobierno intentará el año que viene revalidar el programa tal como está y mostrarlo como activo electoral”, para agregar que “si el año que viene se fuerza al programa para que siga por quinto año con tasas de crecimiento chino e inflación contenida en un dígito anual, 2008 será un año de correcciones más de fondo”. Con un poco más de sutilezas, el Estudio Bein & Asociados advierte que “los objetivos múltiples de política económica, como perpetuar el fuerte crecimiento, reducir la pobreza y al mismo tiempo mantener la inflación bajo ‘control’, en un contexto donde la demanda viaja más rápido que la oferta en algunos sectores, derivan a veces en instrumentos que no siguen precisamente la lógica de la política económica”.

Esos mensajes caen sobre un terreno abonado por ciertas señales que han derramado desde la cúspide del poder político de acercamiento a lo que el mercado denomina “mundo capitalista”. El viaje del Presidente a Nueva York y la convocatoria a la inversión extranjera para que “gane como en ningún otro país”, según prometió el ministro de Planificación, Julio De Vido, son algunos síntomas. Un importante sector del Gobierno –entre los que se encuentra la ministra de Economía, Felisa Miceli– apuesta, por su parte, a que en el segundo mandato se avance en lo que ellos consideran el principal objetivo: mejorar la distribución del ingreso. En esa puja subterránea resulta llamativo que esa meta haya estado ausente en los discursos del Presidente de los últimos meses.

No deja de ser compleja la dinámica política-económica de esa puja por la apropiación de las riquezas que genera una economía y el lugar que quiere o puede ocupar el poder político en esa pelea. El investigador Carlos Acuña sostuvo en una lejana investigación, El análisis de la burguesía como actor político, publicado en Realidad Económica Nº 128 (1994), que “si bien no siempre el Estado adopta políticas que están a favor de los intereses de la clase capitalista, al menos esta última tiene una gran capacidad de veto frente a aquéllas, en tanto tiene el control del proceso de inversión y de su comportamiento dependen tanto los ingresos del fisco como la generación de divisas”.

En el marco de esas condicionalidades y esos desafíos se encuadran las advertencias para después del 2007. Los acuerdos de precios, las tarifas e incluso el reclamo de los acreedores de la deuda en default que quedaron fuera del canje forman parte del menú que le ofrecen a Kirchner para el segundo mandato. Pero detrás de esas batallas se encuentra la madre de todas ellas: la del salario, que representa la primera instancia en la puja por la distribución del ingreso.

Para el año próximo, en línea con la dinámica de la negociación que hubo en éste, las empresas están adelantando que la suba salarial compatible con el aumento de la productividad se ubica en el rango del 5 al 7 por ciento. Por su parte, los sindicatos ya tiraron sobre la mesa que aspiran a un ajuste del 16 al 18 por ciento teniendo en cuenta la inflación prevista más la mejora de la economía. Y, como en toda compraventa en el mercado persa, el Gobierno se colocará en cierto punto intermedio. En ciertos despachos oficiales apuntan que el incremento del 13 por ciento para los jubilados a partir del 1º de enero es una cifra que agrada en la Casa Rosada. El objetivo, en concreto, es que se acuerden aumentos menores a los definidos para este año.

De esa forma, según la aspiración del establishment, es ir recortando los márgenes de ajuste para el no tan lejano 2008, en una situación de desempleo por debajo del dígito y cerca de lo que los especialistas mencionan como “desocupación friccional” (coyuntural causado por la continua movilidad de uno a otro puesto de trabajo en una economía cerca del pleno empleo). En esa instancia, la negociación salarial será aún más tensa porque apuntaría a alterar un esquema de reparto de las ganancias consolidado en los últimos treinta años por diferentes golpes a los ingresos de los trabajadores. Con estabilidad y bajo desempleo, se planteará con más intensidad la recuperación por parte de los trabajadores de las porciones perdidas en la torta de la riqueza producida en la economía. Ante esa perspectiva se ha empezado a preparar el terreno con ciertos vetos pensando en el 2008.

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