Por la ventanita de un movimiento alcista en los precios y de la escandalosa intervenci贸n del Gobierno en el Indec se han colado, otra vez, falacias del discurso econ贸mico ortodoxo con una intensidad destacable teniendo en cuenta el fracaso de su experiencia reciente. Tambi茅n es cierto que en un a帽o electoral se exacerban las pasiones y todo sirve para hacer campa帽a. Pero en el tema econ贸mico, con todo lo que se padeci贸 por crisis sucesivas, la mayor铆a de la poblaci贸n se merece un poco de piedad. Varios son los debates dormidos en materia econ贸mica que deber铆an ser despertados, pero no son precisamente los fantasmas que se pretenden instalar 鈥揷on bastante 茅xito en gran parte de los medios de comunicaci贸n鈥- en 谩reas donde no hay motivo. Por ejemplo, en el frente fiscal o en el campo salarial por el supuesto peligro de un desborde en los ajustes acordados. O en la cuesti贸n monetaria por el costo de la esterilizaci贸n del Banco Central, absorci贸n de pesos del mercado necesaria por la compra abundante de d贸lares. En lugar de d茅ficit cuasifiscal, que es la alarma que se enciende por el stock de deuda que acumula el instituto emisor, el saldo de esa pol铆tica es positivo por la renta que devengan las reservas, que es superior a la tasa que se paga por esos pesos utilizados para comprar los d贸lares y luego retirados de la plaza. Es cierto que cada vez es m谩s complejo el manejo de esa pol铆tica, pero lo es porque hay m谩s reservas y, por lo tanto, m谩s pasivos emitidos. Se trata de un problema de abundancia, no de escasez.
Situaci贸n similar se verifica en las negociaciones salariales con los grandes gremios. Son tratativas entre el grupo m谩s protegido de los trabajadores, si se considera la precariedad del universo laboral con un poco m谩s del 40 por ciento del empleo no registrado, con sectores productivos que registran ganancias y perspectivas de negocios como pocas veces tuvieron en las 煤ltimas d茅cadas. Discuten la abundancia, el excedente, no la insuficiencia o un horizonte de incertidumbre.
El miedo a la inflaci贸n es la mejor arma para disciplinar los reclamos de mejoras en los ingresos de los trabajadores. Y fue blandida con relativa efectividad ayudada por oportunas turbulencias en los precios, lo que aliment贸 el temor a un desborde. Pero esa estrategia qued贸 a mitad de camino porque tanto insistieron, con la colaboraci贸n inestimable de sus amigos economistas de la city, que exist铆a otra inflaci贸n (鈥渓a reprimida鈥 o 鈥渓a de los precios impl铆citos鈥) con el objetivo de flexibilizar los acuerdos de precios, que los gremios subieron el piso de la negociaci贸n. Adem谩s, el bochorno de la intervenci贸n oficial en el Indec termin贸 por desordenar la discusi贸n por los salarios. La decisi贸n de la Casa Rosada de fijar el techo del 16,5 por ciento fue para acomodar una negociaci贸n que hab铆a perdido un punto de referencia, como era el 铆ndice de precios al consumidor.
A medida que se vaya normalizando el sendero de recuperaci贸n del salario real y disminuyendo la a煤n elevada tasa de des y subocupaci贸n, las paritarias deber铆an empezar a tener otro sentido en el cap铆tulo sobre los ingresos de los trabajadores. Como cada sector econ贸mico posee niveles de productividad diferentes, contabiliza ratios de ganancias distintos, registra retrasos relativos en materia salarial seg煤n el gremio y enfrenta situaciones de mercado dispares, la negociaci贸n deber铆a transitar en el futuro por las particularidades que presenta cada una de las ramas productivas. No es lo mismo un trabajador de Techint o de Aluar, por caso, que uno perteneciente al sindicato de comercio. Con el piso de la inflaci贸n, cada uno tendr铆a que comenzar a liberarse y discutir en base a la tasa de ganancia de cada rama de la producci贸n.
En esa l铆nea surgir铆a la sorpresa de que empleados con remuneraciones por encima del promedio est谩n registrando el nivel m谩s alto de explotaci贸n de su fuerza de trabajo teniendo en cuenta la productividad por unidad y el nivel de rentabilidad de la empresa. Emancipados del corset del Pacto Social al estilo Kirchner, con una orientaci贸n b谩sica del Estado de poner la inflaci贸n prevista como base de negociaci贸n, cada gremio y c谩mara empresaria tendr铆an la posibilidad de negociar con m谩s libertad. Hoy, en la pr谩ctica, no hay paritarias por rama, sino una general en funci贸n del dedo Kirchner, que, vale aclarar, a diferencia de gestiones pasadas, se vuelca a favor de los sindicatos aunque sin romper con los empresarios.
A nivel te贸rico, los economistas del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), en un documento de comienzos de a帽o, se adelantaron para exorcizar los fantasmas lanzados en los 煤ltimos meses que 鈥渓os trabajadores no son los responsables de la inflaci贸n鈥. Explicaron que 鈥渘o es v谩lido afirmar que los aumentos en los costos salariales generan inflaci贸n porque si 茅stos aumentos no son acompa帽ados por una pol铆tica monetaria expansiva es imposible desde el punto de vista contable que haya inflaci贸n鈥. Esa respuesta es el contraargumento desde la propia teor铆a econ贸mica convencional, que sostiene que los precios son proporcionales a la cantidad de dinero en situaciones de pleno empleo, pero no cuando hay desocupaci贸n. En este 煤ltimo caso, una pol铆tica monetaria expansiva no genera inflaci贸n necesariamente. 鈥淒icho de otra manera, los aumentos en la cantidad de dinero no son siempre una raz贸n suficiente para explicar los aumentos de precios, aunque s铆 son una condici贸n necesaria鈥, apuntaron. Entonces, conclu铆an con que 鈥渟i no crece la cantidad de dinero es imposible que los aumentos en la demanda se convierta en subas en los precios鈥. De esa forma, refutan la falacia respecto de que el alza de salarios se traduce en rebote inflacionario.
El camino a transitar si existe la vocaci贸n de buscar respuestas a los motores de la inflaci贸n en Argentina se encuentra en analizar la existencia de una estructura de mercados oligop贸licos. Esa distorsi贸n afecta con m谩s intensidad a los asalariados, que padecen los aumentos en los precios de los bienes de la canasta b谩sica. O sea, que la recuperaci贸n de los salarios no provoca inflaci贸n, sino que, por el contrario, es el mecanismo de defensa de los trabajadores ante los ajustes que aplican empresas con posici贸n dominante en el mercado, que contabilizan tasas de ganancias extraordinarias. Esos niveles de rentabilidad los defienden ajustando los precios.
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