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Domingo, 23 de diciembre de 2007
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Casandra al revés

Por Alfredo Zaiat

Un economista reconocido entre sus pares, investigador destacado y docente universitario, narró a interlocutores ocasionales la historia de Casandra vinculada a los gurúes. El relato de ese mito realizado por ese profesional, más o menos, fue así: “Resulta que Casandra era muy hermosa y Apolo, el que arrojaba las flechas, quería llevársela al cuarto. Para ganarse sus favores le dio el don de ver el futuro. Casandra aceptó el don, pero cuando llegó el momento de pasar a los hechos, se arrepintió y ni el dios logró convencerla. Apolo enfureció; sin embargo, un dios no quita lo que ha concedido. Entonces le dejó a la bella Casandra el poder de anticipar lo que vendría, pero la castigó haciendo que nadie creyera en sus profecías. Así fue que ella supo que caería su ciudad, Troya, mucho antes de que los aqueos lograran penetrarla, pero ni Príamo ni nadie más tomaron en serio lo que la desesperada Casandra decía. (Se suele llamar ‘Casandras’ a los que profetizan desgracias improbables, pero eso es injusto con ella, que, según el mito, realmente leía a través del tiempo.) Claro que muchos gurúes parecen Casandras al revés. No embocan una, pero igual parece haber gente que les cree, o al menos los escucha y les da espacio. En este caso, es posible que Apolo nos esté castigando a nosotros. Algo habremos hecho...”.

Al cierre de otro año, la evolución de la economía vuelve a enemistar a los gurúes de la city con la realidad. Para estos profesionales de las profecías su trabajo se ha transformado en insalubre. Las variables que a ellos les importan para vender los pronósticos a sus clientes han registrado marcas positivas inéditas para la historia económica argentina a lo largo de un período que ya se extiende por cinco años. Resulta un cuadro bastante peculiar remontarse a diciembre de 2006 y detenerse en las estimaciones y preocupaciones que expresaban esos economistas en ese momento. Se presentan dos mundos diferentes: el de las inquietudes, los peligros que acechaban y las probabilidades de desaceleración frente a otro que tiene deficiencias, situaciones complejas, pero que no es precisamente el que ellos plantean. Pero como refirió en forma notable el investigador mencionado, “hay gente que les cree, los escucha y tienen amplios espacios” en los medios.

En realidad, los desafíos pasados y presentes de la economía están vinculados a una cuestión que, en general, no figura en la agenda de sus obsesiones: cómo se distribuye la extraordinaria riqueza que está generando la economía. Ellos se concentran en la supuesta debilidad de lo que se denomina fundamentals. Sin embargo, la fortaleza de las bases macroeconómicas ya sea por razones externas o internas que, como todo en la vida, pueden cambiar por un futuro que es imposible atrapar, vuelven bastante absurdas las controversias económicas predominantes en la esfera pública.

Y así se sigue con otros temas del debate económico convencional que orientan a un esfuerzo inútil, a discutir sobre la nada o, en realidad, a distraer sobre el fondo de la cuestión porque se navega sobre la trivial superficie con un exagerado sesgo a consignas de campaña política-ideológica. Por caso, la “institucionalidad” de los instrumentos de manejo de fondos específicos, si bien es un aspecto a considerar, pasa a ser más importante que precisar cuántas escuelas, hospitales, caminos se construyeron con el dinero público. Y, vale precisar, el saldo en esa materia no es muy favorable para las cuentas del gobierno. Pero la contienda se concentra en la batalla de las formas y no del contenido.

A esta altura pueden presentarse como parte del paisaje habitual los desaciertos de los gurúes y la deficiencia en el enfoque de las cuestiones económicas, responsabilidad que comparte un amplio abanico de oficialistas y opositores, con escasas excepciones. Pero esa carencia tiene un efecto más perdurable que el deporte de analizar los pronósticos fallidos. La consecuencia más importante es no haber podido encontrar todavía un discurso legitimador para las mayorías y un cuadro de renovados sujetos sociales (sindicalistas y empresarios) comprometidos con un proyecto de desarrollo y no meros especuladores del clima de época.

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