La medida de despedir 2400 trabajadores de la ciudad de Buenos Aires sin saber a qui茅n se dejaba en la calle no hubiera sido posible en otro contexto econ贸mico. La reducci贸n masiva del plantel de empleados de empresas estatales y el ajuste de la plantilla en el sector privado durante la d茅cada del noventa pudieron realizarse por la confluencia de dos factores: la complicidad de la conducci贸n sindical y el disciplinamiento social que derivaba del miedo a la hiperinflaci贸n. Reci茅n cuando el modelo de la convertibilidad mostr贸 su peor rostro en ca铆da del salario real, elevada desocupaci贸n y creciente exclusi贸n social se empezaron a generar corrientes visibles de resistencia a la pol铆tica de ajustar por el lado del empleo. Esa tensi贸n se hizo manifiesta a partir de la extensa recesi贸n que se dispar贸 a mediados de 1998, ocupando la problem谩tica laboral el primer lugar en el ranking de preocupaciones de la sociedad. En ese per铆odo, cualquier intento de achicamiento de personal provocaba furia y a su ejecutor se lo se帽alaba con dureza por su nula sensibilidad social. Evidentemente, algo cambi贸 en los 煤ltimos a帽os para que exista cierta aceptaci贸n o indiferencia a una iniciativa improvisada y, por lo tanto, irresponsable de cesantear a centenares de trabajadores.
El poder pol铆tico no avanza si no ha evaluado previamente que gran parte de la sociedad urbana y grandes medios no expondr谩n resistencia o manifestaci贸n de indignaci贸n por dejar a un grupo considerable de familias sin ingresos mensuales. La restauraci贸n del pensamiento conservador en la ciudad de Buenos Aires tiene su base en la veloz recuperaci贸n econ贸mica que provoc贸 cierta normalizaci贸n del mercado laboral. Esa situaci贸n de mejora del salario y de la cantidad de empleo 鈥搉o en su calidad鈥 permite entender en parte la anestesia social por el despido de trabajadores, contratados y, por lo tanto, los m谩s desprotegidos.

Los arraigados prejuicios sobre la composici贸n social y cantidad de empleados p煤blicos tienen su historia. Los gobiernos radicales de las primeras d茅cadas del siglo pasado tuvieron entre sus rasgos centrales la incorporaci贸n de nuevos grupos al escenario social. La transformaci贸n de la trama burocr谩tica del Estado en ese per铆odo estuvo en correspondencia con la base social del gobierno. La distribuci贸n de empleos p煤blicos que benefici贸 sobre todo a los sectores medios fue criticada porque consolidaba la clientela pol铆tica partidaria a trav茅s de lo que se denomin贸 en esa 茅poca populismo fiscal. Desde entonces, en cada una de los per铆odos de restauraci贸n conservadora, luego del derrocamiento de Yrigoyen, la destituci贸n de Per贸n, la ca铆da de Illia, con el golpe del 鈥76 y el menemismo, la reducci贸n del empleo p煤blico fue levantada como bandera de una pol铆tica de austeridad. La reducci贸n del plantel y el castigo a los salarios han sido los ejes centrales de esa estrategia. En esa pol铆tica no est谩 en debate la eficiencia del Estado, que es una asignatura pendiente con los actuales empleados p煤blicos, sino su propia funci贸n. En todo caso, lo que se define es al servicio de qu茅 sectores econ贸micos se pone el Estado.
En ese contexto, resulta m谩s despejado el horizonte para evaluar lo que, en primera instancia, se trata de una medida progresista y largamente demorada como el aumento de la tasa de Alumbrado, Barrido y Limpieza. Al margen de que los principales protagonistas del actual gobierno de la ciudad hab铆an asegurado en campa帽a que no iban a aumentar los impuestos, y apenas asumieron mandaron al archivo esa promesa, los ajustes de AByL no discriminan por vivienda de la misma zona. Adem谩s de que ha habido algunos errores en funci贸n del aumento informado para cada 谩rea en que se dividi贸 la ciudad y el que efectivamente se aplic贸 en la boleta, no constituye un criterio de justicia que una casa modesta de propiedad horizontal en el barrio de Palermo, por ejemplo, haya recibido el mismo ajuste que otra unidad vecina moderna. Esa tarea de discriminaci贸n por vivienda estaba al alcance de la mano para ser realizada, pero requer铆a de tiempo y sutileza en la gesti贸n. Y lo que se necesitaba ahora era acercar fondos r谩pidos al Tesoro porte帽o. Aqu铆 es donde se revela que el incremento de AByL fue un desesperado intento por hacer 鈥渃aja鈥 m谩s que un objetivo de empezar a estructurar una distribuci贸n progresiva de las cargas fiscales entre los contribuyentes.
A la vez, el avance contra las manifestaciones de organizaciones que fueron piqueteras responde tambi茅n a la misma l贸gica que motiv贸 el despido de trabajadores contratados. Prejuicios e ignorancia sobre el actual estado de esos movimientos sociales. Los cortes de calles en un tr谩nsito que se ha vuelto ca贸tico generan innumerables molestias y una profunda irritaci贸n. Pero, en los 煤ltimos meses, muchos de esos cortes fueron espont谩neos por parte de vecinos indignados, ya sea por la construcci贸n de torres sin l铆mites, por el corte de luz o por la falta de agua. O por sindicatos organizados, como el de la construcci贸n (Uocra).
Pero toda restauraci贸n conservadora no es completa, tal como lo muestra la historia, si no incluye el endeudamiento p煤blico. El objetivo de la actual gesti贸n es emitir bonos por 1600 millones de pesos, monto que hoy se presenta ambicioso teniendo en cuenta el actual escenario financiero internacional. Aunque la mayor o menor dificultad para conseguir ese dinero depender谩 de la tasa de inter茅s que el gobierno porte帽o est茅 dispuesto a pagar. Siempre aparecer谩 un banquero que entregar谩 fondos a tasas elevadas, que le permitir谩 as铆 aplicar la abultada liquidez que posee en su caja por su poca voluntad en asistir al sector productivo privado. Se trata del negocio que tanto extra帽an las entidades financieras del mercado dom茅stico: prestar al Estado. Como en otras circunstancias similares, el argumento elegido para volver a ese vicio es que el nivel (ratio) de endeudamiento es bajo en el presupuesto. Con los antecedentes traum谩ticos pasados, ya se sabe c贸mo se termina cuando un adicto en proceso de recuperaci贸n vuelve a tomar un sorbo de bebida alcoh贸lica.
Esta ha sido una de las herencias, entre otras, que siempre han dejado las diferentes experiencias de restauraci贸n conservadora.
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