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Domingo, 9 de marzo de 2008
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Por Manuel Fernández López

Harriet

Los 8 de marzo los economistas pasan lista de las mujeres-economistas, y el resultado es desalentador: las únicas mujeres notables parecen ser Rosa Luxemburgo y Joan Robinson. A menor nivel, el número crece: aparecen Ursula Hicks, Anna Schwartz, Irma Adelman. Sin embargo, las obras principales de la economía fueron escritas por economistas (varones) adultos que, por ello, vivían con una mujer en el momento de escribir. Por caso, John Stuart Mill (1806-’73), una de las mentes más desarrolladas de la ciencia económica. Como se sabe, los 24-25 años marcan el momento crucial en que el hombre busca compañera. A sus 25, en 1830, J. S. Mill se prendó de una de 23, Harriet Hardy, apellidada Taylor por su esposo, un comerciante. Durante veinte años, Mill no le tocó ningún pelo, a la vez que escribía sus mejores trabajos de economía, entre ellos Los valores internacionales, donde presentó las funciones de demanda recíproca, cuyo gráfico (debido a Marshall) tanto se parece al aparato genital externo femenino. Las palabras de Mill hablan por sí solas: “Fue el período de mi progreso mental ahora alcanzado, cuando trabé la amistad que ha sido el honor y mayor bendición de mi existencia, como también la fuente de gran parte de todo lo que he procurado hacer por el mejoramiento humano, o espero hacer de aquí en más... Era un fino especimen del viejo puritanismo escocés; firme, severa y potente, pero muy afectuosa con los niños. Aunque pasaron años desde mi presentación a la Sra. Taylor hasta que nuestra relación con ella se volviera íntima o confidencial, muy pronto sentí que ella era la persona más admirable que jamás hubiera conocido. Con ella el propio mejoramiento, el progreso en el sentido más alto y en todos los sentidos, era una ley de su naturaleza”. Los trabajos de Mill, ¿eran sólo de él?: “Cuando dos personas tienen sus pensamientos y especulaciones totalmente en común; cuando todos los temas de interés intelectual o moral son discutidos entre ellas en la vida cotidiana... poco importa cuál de ellas sostiene la pluma; la que contribuye lo menos a la composición puede contribuir lo más al pensamiento; los escritos que resultan son el producto conjunto de ambos”. Al fallecer Taylor, contrajeron enlace, en 1851. Mill pasaba temporadas en Francia, y en una de ellas falleció Harriet. Mill, hasta morir, nunca dejó de volver al lugar para rendir homenaje a su amada.

Mary

A la hora de hablar de estudios universitarios, es corriente referirse a las primeras mujeres que cursaron tal o cual carrera, “pese a las dificultades propias de su condición de mujer”, dejando sin aclarar en qué consisten tales dificultades. El caso más célebre en el país es el de Cecilia Grierson (1859-1934), pero aquí no hablamos de Medicina sino de Economía. En nuestra disciplina el caso que ejemplifica el dicho “detrás de todo grande hombre hay una gran mujer”, es el Mary Paley (1850-1944), una de las primeras mujeres en acceder a un diploma en Economía en la Universidad de Cambridge, y primera profesora adjunta de la cátedra de Economía en esa universidad. Como muchas veces pasa en los cursos, la alumna y el profesor se enamoraron. Sólo que en aquel caso el profesor era nada menos que Alfred Marshall (1842-1924), y que la universidad de entonces sólo admitía docentes célibes, de modo que al casarse debieron abandonar ese ámbito y reiniciar la vida en la Universidad de Bristol, adonde Alfred Marshall fue nombrado primer director del University College y profesor de Economía Política. Se comprometieron en 1876, y pronto la pareja dio su primer fruto: un libro de ambos, The Economics of Industry (Economía de la industria, 1879). ¿Cuánto de esa obra conjunta se debió a uno y cuánto al otro? La obra tenía todas las características de ser una anticipación de Principles of Economics (Principios de Economía, 1890), la obra principal de síntesis de las distintas tendencias del movimiento neoclásico. Mary sobrevivió veinte años a Alfred. Al fallecer este último, le proporcionó al joven John Maynard Keynes la documentación y reminiscencias que le permitieron al futuro barón de Tilton escribir la que acaso es la biografía más famosa de un economista sobre otro economista. En ella dijo Keynes: “Ella consagró su vida a Marshall y a la obra de Marshall con un grado tal de desinterés y de comprensión, que se hace difícil a sus amigos y a sus viejos discípulos pensar en ellos separadamente, o negar a las brillantes dotes de carácter de ella una gran participación en lo que realizó la inteligencia de Marshall”. Luego de fallecer Marshall, Mary contribuyó a organizar y desarrollar la Biblioteca Marshall de la Universidad –aquella que Piero Sraffa prefirió dirigir, antes que tomar un cargo docente en dicha universidad– y a atender y asesorar a estudiantes de economía.

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