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Domingo, 30 de marzo de 2003
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El baúl de Manuel

Por Manuel Fernández López

Palacios

Alfredo L. Palacios creó el derecho laboral argentino, hoy virtualmente destruido. En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, que lo recuerda como “el maestro de América”, fue profesor-fundador de Legislación Industrial, y la biblioteca lleva su nombre. Lo conocí como tribuno, docente y senador de la Nación, hace cuarenta largos años. En 1923, como decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, pronunció una conferencia sobre el fascismo y el imperialismo en la Argentina. Dedicó una sección a la lucha por el petróleo: “Este imperialismo disfrazado de panamericanismo es la consecuencia del imperialismo yanqui, que busca nuevos mercados y que, en lucha con el capitalismo inglés, le disputa el petróleo. La intervención en México, llevada a cabo por Wilson –quien no pudo resistir la política de Wall Street–, es la consecuencia de la necesidad de apropiarse del petróleo, que constituye hoy el eje alrededor del cual gira toda la política internacional. Los grandes capitalismos –yanqui e inglés– se disputan los yacimientos, en una lucha sorda que acaso traiga funestos resultados. El que disponga de más petróleo, que es combustible más liviano y de menor volumen, aumentará su radio de acción y el peso de sus cañones. Las cifras del servicio geológico del Ministerio del Interior de Estados Unidos prueban que este país está agotando sus reservas más de prisa que el resto del mundo. De ahí que trate de obtener concesiones en el extranjero. Así se entabla la lucha económica entre Estados Unidos e Inglaterra. Estados Unidos, por su política conquistadora, separó a Panamá de Colombia así como se habla ya de separar a Maracaibo de Venezuela, en nombre de la política del petróleo. La Standard Oil quiere el control político de la zona petrolera de Maracaibo, colindante con los yacimientos de Santander, en Colombia. El imperialismo yanqui invade a Iberoamérica. Frente a ese peligro deben ser solidarios los pueblos hermanos. Armarnos para pelear en Nuestra América sería criminal, porque tendríamos que recurrir a los empréstitos, y caeríamos en la bancarrota financiera, siendo, así, presas fáciles del capitalismo invasor. Estados Unidos no vendrá hasta nosotros con acorazados ni con ejércitos: vendrá con su política financiera, que limita la soberanía nacional o compromete la independencia”.

Henríquez Ureña

El canje de deuda pública por recursos naturales es la aplicación a los estados de la ley de quiebras entre particulares. Dilapidar un préstamo hipotecario o administrar con impericia una hacienda particular tienen su correlato en la corrupción o ineptitud de los gobernantes. La conquista de territorios es sólo una de las formas de devolver un empréstito. Otras son la incautación de la recaudación tributaria o aduanera, o la implantación de un modelo político-económico. El escritor y diplomático dominicano Max Henríquez Ureña –hermano de Pedro, el fundador del Instituto de Filología de la UBA– fijó el método de conquista: “El capitalismo norteamericano, amo y señor de su país, y director de las conciencias de los más altos políticos de aquella nación envilecida por el mucho oro que posee, quiere especular con menos riesgo o con más seguridades en la fértil zona tropical; quiere garantizar, sin dudas y sin temor, la inversión de su dinero; quiere adquirir, protegido por el poder público, tierras baratas con títulos dudosos; quiere llevar peones baratos donde no los haya, aunque representen un peligro en el orden de la inmigración y perjudiquen al trabajador nativo. Para conseguirlo, azuza a su gobierno, que es su esclavo; y el plan, tantas veces puesto en práctica, es el de ofrecer, con vivas protestas de amistad, un empréstito al pueblo pequeño que se ha entrampado por la inexperiencia o la torpeza de sus gobernantes; y puesto ese primer eslabón de la cadena, cuando, por causa de esa hipoteca del porvenir nacional, reaparece el estado de insolvencia del Tesoro público, se ofrece otro empréstito, pero se exigen mayores garantías, y empréstito tras empréstito, en el momento de crisis más agudas, se toman en prenda las aduanas de la nación endeudada. Tras esa garantía, viene la fiscalización económica de todos los resortes de producción que tiene el gobierno deudor; y tras la dirección plena y absoluta de la vida económica, o simultáneamente con ella, surge la injerencia política directa y dictatorial, y la medida final es el control del ejército nacional, o el establecimiento de tropas norteamericanas en el territorio de esa suerte dominado y explotado. Esa es la obra codiciosa del capitalismo expansionista que tiene alquiladas, para obedecer sus designios, la conciencia y la voluntad de los estadistas que preconizan la diplomacia del dólar”.

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