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Lunes, 21 de enero de 2002
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Otro corralito

Este corralito opera contra la actividad interna y en beneficio de la banca. Abrirlo provocaría reactivación, que en gran parte se volcaría a demandar activos y productos extranjeros. ¿Cómo retener la expansión e impedir que se filtre al exterior? Prebisch ideó en 1940, ante un pronóstico de recesión, una suerte de corralito: “Los considerables recursos que necesitaría el Estado para emprender el programa de reactivación de la economía interna no podrían salir de los cauces normales del mercado de valores. A lo menos en la primera etapa, pues a medida que ese plan se desarrolle irán refluyendo desde la periferia hasta el centro monetario los fondos que han debido ponerse en juego. Haber seguido mientras tanto una prudente política de emisiones permitiría luego al Estado aprovechar a fondo la crecida capacidad de absorción de la plaza bursátil. Si los recursos en cuestión no salen de aquellas fuentes, sólo queda como solución interna procurarlos dentro del propio mecanismo bancario. La forma de usarlo tiene su importancia. Pero cualquiera quesea, deberá traer necesariamente el estímulo de la demanda que es imprescindible para reanimar el ritmo de las actividades económicas. Un estímulo bien distinto en sus efectos al que pudo aplicarse en años anteriores de muy activo movimiento económico. Agregar nuevo poder de compra sobre el que se creaba entonces de modo espontáneo por el propio movimiento acelerado de la economía y por obra de grandes exportaciones de productos o fuertes ingresos de fondos extranjeros, hacía rebasar ese movimiento con un desarrollo inmoderado de la importación y sus perturbadoras consecuencias sobre las cuentas exteriores. No así cuando la economía se va encogiendo más y más por el debilitamiento de las exportaciones, según sucede ahora. Los nuevos medios de pago vuelven a poner en manos de la población los que anteriormente se habían cancelado, dándole en esta forma el poder de compra indispensable para mantener el ritmo productivo de la industria. El movimiento económico tiende entonces a dilatarse dentro de las propias fronteras, a concentrar sus fuerzas en actividades locales, siempre que se impida firmemente que las importaciones crezcan más allá de un límite prefijado. Un programa de esta índole sólo puede aplicarse en un régimen de circuito monetario severamente controlado en sus conexiones exteriores”.

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