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Domingo, 13 de abril de 2003
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Ola conservadora atrapa a los inversores internacionales

Refugio en el oro

Bajas tasas de interés, pequeñas rentas en los bonos del Tesoro de Estados Unidos y riesgo de estancamiento de la economía mundial impulsan a los grandes inversores a comprar oro. Lingotes y monedas.

Por Claudio Zlotnik
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El oro tocó un pico de 380 dólares la onza previo a la guerra, para bajar a 318 y ahora cotiza a 330. Financistas esperan una recuperación.
La imagen de mediados de 2001 es imborrable: en medio de la corrida financiera, los ahorristas abarrotaban las cajas de seguridad de los bancos. Escondían presurosamente los dólares que habían depositado. Fueron los que estaban en la primera fila de la avalancha aquellos que pudieron salvar los billetes verdes. En otra dimensión y sin dudas con distintos efectos, en el mundo financiero está pasando un fenómeno parecido. Son los bancos que, en Estados Unidos y Europa, quedaron chicos ante la impresionante demanda por guardar lingotes y monedas de oro.
El oro es una reserva de valor para tiempos de crisis. Ante la incertidumbre, los financistas se deshacen de los activos más riesgosos. Se vuelven conservadores. La guerra y las pobres perspectivas de la economía global exacerbaron esa conducta defensiva. Y los inversores ya no se conforman con comprar oro mediante contratos escritos –lo usual para este negocio– sino que sólo confían en lo tangible. Quieren tener consigo el metal precioso. No es ésta una conducta normal de los grandes inversores internacionales. En los únicos lugares donde tradicionalmente se notaron compras masivas de oro físico fue en algunos países asiáticos, como China, India y Taiwan.
El oro era una inversión masiva hace 15 años. En 1982 tocó su precio record de 800 dólares la onza. En la actualidad se encuentra muy lejos de aquel techo: 330 dólares, tras haber alcanzado 380 unas semanas antes de que se iniciara el ataque estadounidense a Irak.
Históricamente, el oro resultó un refugio en época de volatilidad financiera y alta inflación. Era el escenario a comienzos de los ‘80. Ahora, el contexto financiero es distinto: Estados Unidos y Europa conviven con tasas de inflación muy bajas, con tasas de interés tendiendo a cero. Pero es justamente esta rentabilidad negativa de los depósitos bancarios y la escasa renta que devengan los bonos del Tesoro la que otorga incentivos a la compra de oro.
Si bien es cierto que el mercado aurífero es notablemente más pequeño que el bursátil, también es verdad que existen condiciones favorables al conservadurismo de los financistas. ¿Fue el desplome de la estatua de Saddam Hussein el fin de la incursión belicista de la coalición angloestadounidense en Medio Oriente? ¿Se profundizará el enfriamiento de las economías desarrolladas, tal como sucedió en el primer trimestre del año? ¿Desembocará esta tendencia en quiebras bancarias en Europa y Estados Unidos? Estas son las preguntas que se formulan los financistas. Mientras no tengan respuestas contundentes, la compra de lingotes y monedas de oro se convirtió en una opción de los más asustados.

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