La apuesta de Hugo Chávez

La noticia estalló como una bomba: la Venezuela de Hugo Chávez, cada vez más confrontada con Estados Unidos, y con su economía boyante por los altos precios del petróleo, había trasladado 20.000 millones de dólares de instituciones bancarias estadounidenses –esto es, dos tercios de sus reservas en divisas actualmente disponibles en la banca extranjera–, a Europa, más precisamente al Bank of International Settlements, conocido como Banco Internacional de Basilea, en Suiza. La decisión había sido anunciada el fin de semana pasado por el propio Chávez, quien en varias oportunidades había calificado de absurdo que los países del Tercer Mundo alimentaran las arcas de la banca estadounidense que, al mismo tiempo, es la acreedora principal de sus enormes deudas externas.

El traslado causó una explosión de denuncias por parte de la oposición venezolana, que saltó a la garganta del mandatario con acusaciones de motivación política, interferencia en la autonomía del Banco Central y hasta de traición. Curiosamente, en Estados Unidos mismo no se movió ni una hoja. Lo que ocurrió, dicho llanamente, es que la movida de Chávez se integraba en una tendencia generalizada de los bancos centrales del mundo a diversificar sus reservas de divisas en detrimento del dólar. “Algunos prefieren hacer el cambio en voz baja, como China, y a otros les interesa hacerla notar, pero este acontecimiento no es ni negativo ni positivo”, dijo un analista. Desde 2002, segundo año del primer gobierno de George W. Bush, el presupuesto federal norteamericano muestra rojos en aumento: 158.000 millones ese año, 374.000 al siguiente, 413.000 en 2004 y un estimado de 317.000 ahora, aunque esta cifra seguramente se disparará al alza por los costos de reconstrucción tras el huracán Katrina. La balanza comercial acumula pérdidas equivalentes. El dólar, bajo estas circunstancias, ha estado perdiendo persistentemente posiciones frente al euro, y los bancos centrales de los principales “países emergentes” –principalmente de China, Rusia, Corea del Sur y Arabia Saudita– creyeron prudente dejar de poner todos sus huevos en la misma canasta. Allí se acaba, por lo menos hasta ahora, el drama: Wall Street prácticamente ignoró la decisión de Chávez, y el dólar sigue siendo la moneda de mayor peso y de referencia mundial, aunque las estadísticas del Fondo Monetario Internacional reflejen una caída de la proporción de dólares del 71 por ciento en 2001 al 66 por ciento en 2004.

En el frente interno venezolano, los medios de comunicación opositores acusaron a Chávez de tomar medidas de gran importancia económica basándose sólo en criterios políticos (léase, el curso de confrontación cada vez más directo con Estados Unidos), y al Banco Central de tomar órdenes de Chávez. Pero Eudomar Tovar, viceministro de Finanzas, explicó que sí había razones económicas para realizar la transferencia. “La economía de Estados Unidos está presentando un déficit muy fuerte y su moneda, el dólar, se está depreciando. Por ello esta movida tiene como motivo básico preservar la salud de nuestra moneda”, dijo. Otro economista, el independiente Maza Zavala, negó que el directorio del Central hubiera obrado por presiones políticas. “Nosotros no actuamos así, somos guardianes de las reservas internacionales, y en este caso evaluamos el rendimiento que pueden tener esos fondos colocados en euros”, dijo.

Más allá de las fricciones, que han existido, entre el Central y Chávez, que a finales de 2004 logró una reforma legal para aprobar traspasos de dinero de reservas hacia programas sociales y de obras públicas, el enfrentamiento parece irónicamente funcional para ambos bandos políticos: el presidente resplandece como un antiimperialista y la oposición puede acusarlo nuevamente de comunista. Esa es parte de la apuesta de Chávez; la otra, y más importante, es puramente económica.

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