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Domingo, 30 de octubre de 2005
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Internacionales | COMO MEDIR EL IMPACTO ECONOMICO DE UNA CRISIS

La lotería del CIAgate, por Claudio Uriarte

La semana pasada empezó una nueva crisis política en Estados Unidos, el CIAgate. Y ya se discuten sus posibles efectos.

Por Claudio Uriarte
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El presidente George W. Bush ensaya un gesto solemne antes de trasladarse con su aeronave lejos del escándalo.

Un escándalo político-judicial se sabe dónde empieza, pero no dónde termina. Esta perogrullada –que también se puede aplicar a la guerra, a las relaciones amorosas o a los viajes en avión en la era de Osama bin Laden– resuena de modo especial con el CIAgate sobre el que el telón se ha levantado a plena orquesta la semana pasada. El procesamiento de Lewis Libby, segundo del vicepresidente Dick Cheney, y la amplitud del tipo de cargos por los que ha sido acusado –obstrucción de justicia, mentiras y perjurio–, sugieren que Libby es sólo el primer dominó que cae del edificio construido por George W. Bush para justificar su invasión a Irak. Pero en este edificio, lo más probable es que este dominó arrastre a una verdadera orgía de derrumbes políticos en cadena, que debiliten o paralicen la capacidad de acción del gobierno. ¿Puede afectar esto la economía?

Posiblemente sí, aunque no en la escala que puede imaginarse. El mayor peligro consiste en una politización y polarización que terminen atando las manos de los hacedores de política económica, desde el Departamento del Tesoro hasta el Congreso. Esto, curiosamente, no ocurrió en el Sexgate de Bill Clinton, un melodrama tan extraño e inusual para Estados Unidos que incluyó llorosos peregrinajes colectivos bajo la lluvia de congresistas demócratas a la Casa Blanca, jornadas de renuncias en cadena y la no menos curiosa aparición de un Clinton con lo más parecido que el maquillaje pueda dejar ver a un ojo negro. También curiosamente, fue previamente, en los días ardientes del romance, cuando el presupuesto estuvo paralizado, mientras el presidente y su pasante mataban el tiempo con sus escarceos, sin que nada le pasara a la economía, que seguía funcionando gracias a la emisión de remesas especiales por parte del Ejecutivo. En un plano mucho más trágico, el de los atentados del 11 de Septiembre, el hecho precipitó una recesión, pero hay que tener en cuenta que ésta venía gestándose desde el fin de los años locos de la burbuja tecnológica y la “exuberancia irracional” de los ‘90. Por otra parte, mientras el impacto inmediato de los ataques fue aplastante, en cuestión de cuatro meses la economía estaba de vuelta en acción.

Parece haber, en Estados Unidos, un colchón de amortiguación económica a todas las malas noticias que llegan o que impactan la economía. Por ejemplo, los huracanes Katrina y Rita, con toda su destrucción y miseria inmediatas, también significan un pronto impulso a corto plazo para la industria de la construcción, y otro a más a largo plazo con la poderosa inyección de recursos federales para reconstruir Nueva Orleans. Incluso en estas épocas de creciente incertidumbre económica, los pronósticos más catastrofistas rara vez se cumplen. El monstruoso déficit fiscal norteamericano, que se encuentra en el nivel más alto de la historia, significó también dinero para los consumidores; el comercial, pese a los rezongos rutinarios del Tesoro, la inundación de productos baratos en los comercios norteamericanos. Un alza de los precios del petróleo, que están altos pero no en su nivel histórico, puede surtir el efecto de correctivo virtuoso de reimpulsar la inversión pública y privada en refinerías, mientras el alza de los precios al consumidor puede estimular al ahorro de energía y a la inversión por las automotrices en vehículos más eficientes y económicos, y a focalizar la atención en la necesidad de atender los consejos de los economistas. En fin, que nadie sabe nada, los mismos que ayer hablaban del petróleo indefinidamente a los 25 dólares por abril vaticinan hoy gravemente que la era de la banda de 60 a 70 está con nosotros para quedarse, y los únicos pronósticos y análisis que saben y les gusta hacer bien son los retrospectivos: era inevitable que el petróleo subiría, la catástrofe del Katrina pudo haberse evitado. Pero esto integra también lo divertido de la lotería (para no hablar de ciencia) económica.

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