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Domingo, 11 de agosto de 2002
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PAUL O’NEILL Y LA VUELTA DE LOS GRANDES RESCATES

La alegría de los niños

Paul O’Neill, que esta semana visitó un jardín de infantes en Merlo, puede haber cambiado sus tácticas, pero no sus fines.

Por Claudio Uriarte
Es lícito considerar que Estados Unidos, con los paquetes de ayuda del FMI de 30.000 millones de dólares a Brasil y 1500 a Uruguay, ha abandonado su fundamentalismo contra los grandes rescates (big bailouts) de la era Clinton? Desde luego, pero es difícil decir si eso implica un cambio de doctrina o una concesión táctica para evitar un derrumbe mayor. En realidad, hubo un punto en que el Tesoro no aflojó: la crisis argentina –decía la doctrina propulsada desde diciembre a dúo por John Taylor y Anne Krueger– debía ser aislada; y lo que hizo Paul O’Neill en su emotiva gira latinoamericana esta semana puede ser visto como el sacrificio del primer principio para garantizar que el segundo se cumpla. En otras palabras, la estrategia de contención de crisis fracasó, y Estados Unidos tuvo que violar uno de sus artículos de fe para detener la caída del dominó mayor.
Es incierto si esto resultará. Después de la primera euforia del jueves, el dólar volvió a subir, la Bolsa cayó y el riesgo país volvió por encima de los 2000 puntos en Brasil el viernes, por la persistencia de las preocupaciones de los inversores ante el seguro triunfo de uno de dos candidatos de “izquierda” –y, por lo tanto, “impredecibles”– en las elecciones presidenciales de octubre. Pero en principio, lo que Estados Unidos ha hecho es concederse indirectamente un blindaje a sí mismo. La entrada de Brasil en default tendría un impacto grande en una economía estadounidense que vive entre la angustia bursátil por los fraudes empresarios y una “recuperación” que no cesa de dar señales de debilidad: los resultados de productividad de julio, por ejemplo, arrojaron un aumento de sólo el 1,1 por ciento, y el espectro de una recesión de caída doble (double-dip recession), en que los índices caen por segunda vez luego de una cierta mejora, está cada vez más presente en la mente de los economistas. Si caía Brasil, la cosa se complicaba: BostonFleet y Citigroup, por empezar, tienen entre los dos un expuesto de 20.000 millones de dólares a nuestro simpático vecino.
Por cierto, lo que Estados Unidos ha puesto a disposición inmediata de Brasil es sólo el 20 por ciento del paquete anunciado del FMI; el resto queda a disposición de las autoridades futuras, por lo cual se ha dicho que este blindaje conducirá primero a Brasil a un pasaje más o menos seguro a través de los idus de octubre, y luego extorsionará al gobierno que venga, sea de izquierda o de derecha, con seguir las políticas de Fernando Henrique Cardoso o perder la zanahoria de la ayuda. Eso está por verse: no se entiende porqué un default de Brasil sería mejor el año que viene que ahora; tampoco se ve muy bien por qué, si las políticas de Cardoso son tan “exitosas” y “sustentables”, Brasil está en crisis. Pero hay que entender que la administración Bush también está haciendo política a corto plazo, y que el blindaje a Brasil es en gran parte un blindaje para evitar un mayor caos económico y financiero norteamericano antes de las cruciales elecciones parlamentarias de noviembre, donde el espectro de un derrumbe general ya hace poner en duda las aspiraciones de George W. Bush de reconquistar el Senado y de ampliar la endeble ventaja que mantiene en la Cámara de Representantes. Por el momento, la oposición demócrata se ha vuelto cada vez más audaz. Por el mismo motivo, todo parece indicar que la Reserva Federal, cuando se reúna la semana que viene, bajará por primera vez en muchos meses la tasa de interés –ya en un nivel bajo record del 1,75 por ciento– en un nuevo esfuerzo para evitar la recesión de caída doble.

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