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Domingo, 29 de junio de 2003
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COMO LEER EL ULTIMO CORTE DE TASAS POR LA FED

La esperanza en deflación

La tasa de interés estadounidense fue bajada esta semana al 1 por ciento. Eso es todo lo que queda de política monetaria de EE.UU.

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Alan Greenspan ruega que su legado no se parezca a la deflación japonesa.
Por Claudio Uriarte

Estados Unidos parece gobernado en estos días por una ley de expectativas decrecientes: menos de medio año atrás, se consideraba peligroso que Alan Greenspan decidiera bajar la tasa de interés a un 1 por ciento o sus alrededores, por la posibilidad de que los mercados interpretaran la movida como signo de que la principal autoridad monetaria había entrado en pánico, desmintiendo la recuperación anunciada por la administración Bush; esta semana, cuando la Junta de la Reserva Federal de EE.UU. adoptó precisamente esa medida, lo hizo con el voto en disidencia de uno de sus directores, que quería un recorte más profundo (a 0,75 por ciento), y para indignación de los mercados, que también esperaban un golpe de varita mágica más drástico de parte del antiguo mago de la economía.
En otras palabras, ya nadie habla ni cree en una recuperación económica. Y efectivamente, Greenspan está en pánico. Vista desde el sur, la decisión del Banco Central estadounidense puede parecer un buen signo: efectivamente, la rebaja de las tasas alivia el costo de servicio de la deuda, y algunos capitales especulativos pueden volver a sentirse reorientados hacia aquí en busca de las ganancias fáciles posibilitadas por las mayores tasas (más del 25 por ciento en Brasil, más del 12 en Argentina). Eso, claro, en el caso de que vuelva a confiarse en mercados como éstos. Pero a largo plazo, la novedad es un desastre para todos, porque significa que Estados Unidos se está quedando sin tasa de interés, y aproximándose a una deflación, con precios en caída, retracción del gasto y espiral descendente del crédito. Es decir: Estados Unidos se está quedando sin política monetaria porque su política económica ha fallado, y el margen discrecional de que disponía Greenspan era el único espacio de maniobra de una política económica dirigida inexorablemente a un aumento de los déficit públicos sin ningún impacto en el comportamiento de los consumidores. De hecho, la confianza de los consumidores volvió a bajar dos puntos, en el último anuncio de la Universidad de Michigan realizado el viernes.
Greenspan, de 77 años –dicen sus amigos–, quiere evitar que su legado se empañe con una recesión a la japonesa. Todavía está resuelto a bajar más la tasa, o a comprar directamente bonos del Tesoro a largo plazo. Pero nada parece indicar que le reste más de un 1 por ciento de todo lo que podía hacer.

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