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Domingo, 30 de mayo de 2004
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EL POROTO BENDITO BAJO DE 250 a 170 DOLARES LA TONELADA

Se desinfla la burbuja de la soja

Por Susana Díaz
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Ya se sabe, los mercados no son perfectos. Incluso en aquellos que sirven de paradigma, como el de las llamadas commodities, bienes homogéneos con un mercado mundial extendido, existen los grandes operadores y por lo tanto, las asimetrías de mercado. Si existe alguna duda, allí esta China, el principal comprador mundial de soja, quien súbitamente parece haber reparado en su poder relativo. Su nueva actitud, bastante más sensible que el aleteo de una mariposa, hizo temblar los mercados mundiales de la oleaginosa y, previsiblemente, sembró la alarma en la Argentina.
Hace apenas dos meses, la soja se pagaba por encima de los 250 dólares la tonelada, esta semana cerró por debajo de los 170 dólares, una pérdida de más del 30 por ciento. La razón: el efecto en los mercados mundiales de la información sobre la decisión china de restringir sus compras de la oleaginosa y la posibilidad de que renegocie algunos contratos ya cerrados. Adicionalmente, existe la previsión de que Estados Unidos aumente su producción, con lo que desaparecería el segundo factor que, junto a la demanda china, había impulsado el alza extraordinaria de precios.
Pero la realidad está lejos de ser tan dramática como ríos de tinta intentarán explicarla. Como bien describió a este diario semanas atrás uno de los jeques locales de la soja, Gustavo Grobocopatel, salvo que desaparezcan de la faz de la Tierra centenares de millones de chinos, China necesitará seguir comprando soja. Y al menos a mediano plazo, también los grandes vendedores mundiales, como la Argentina y Brasil, comenzarán a darse cuenta de su verdadero poder relativo y dejarán de comportarse como meros tomadores de precios.
Sin embargo, el camino que conduce al nuevo punto de equilibrio amenaza con ser doloroso, al menos para algunos. Como en los mercados financieros, cuando las burbujas comienzan a desinflarse son muchos los capitales que se evaporan. Las dimensiones en que se manifestará un descenso prolongado del precio del principal producto argentino de exportación son múltiples. Mientras los precios aseguraban una rentabilidad extraordinaria, todas los riesgos quedaban sepultados por las divisas de exportación. Con precios más acordes a los costos de producción, situación previsible para el caso de una commodity, los ya célebres “riesgos del monocultivo” comenzarán a ser evidentes. En el mediano plazo, quienes no realizaron rotaciones y siembras adecuadas deberán a pagar el costo de los excesos de extracción de nutrientes del suelo. En el corto plazo, los capitales especulativos que se volcaron a participar de la fiesta del campo, especialmente quienes arrendaron grandes extensiones a una elevada suma fija, verán evaporarse la rentabilidad esperada al son de la baja de las cotizaciones. Algunas cerealeras, que acapararon para vender a 250 la tonelada deberán asumir pérdidas millonarias. Si el fenómeno persiste se asistirá también a una baja de los valores de los campos y a un desplome de los precios de los contratos de arrendamiento. Como en todo proceso de ajuste, al final del camino sólo quedarán los más “eficientes”, o los que cuenten con más resto.
En el frente económico, las entidades representativas de los “hombres de campo” intentarán ajustar los menores precios presionando por una baja de las retenciones, las que hasta ahora habían sido subsumidas por los mayores ingresos. El erario, a su vez, sufrirá una merma del superávit todavía difícil de cuantificar. Los cambios serán graves, pero no dramáticos, a excepción, claro, de aquellos para quienes el ajuste signifique quedar fuera del subsistema. Como en toda crisis también podrá encontrarse un efecto positivo, por ejemplo; la posible superación de la sojadependencia en la que se dejó languidecer el sector agrario y, dealgún modo, también la economía argentina. Pero esto es adelantarse demasiado a los hechos.

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