Los dilemas de pol铆tica en materia de precios de la carne no son sencillos. Hay algunos datos esenciales a tener en cuenta. El primero, como con alguna raz贸n argumentan los empresarios, es que en una econom铆a capitalista abierta la regulaci贸n de precios no puede mantenerse de manera permanente sin producir desequilibrios internos. El segundo es que el problema de la aftosa en Brasil, si no cruza las fronteras, es una buena noticia para los productores argentinos, pues podr谩n sustituir la oferta brasile帽a en los mercados internacionales. Estos aspectos ya fueron tratados por Cash. Pero el c铆rculo no es virtuoso. La mayor demanda externa no puede ser acompa帽ada sincr贸nicamente con el aumento de la producci贸n local. Exportar m谩s, muy probablemente con mejores precios, significa, como bien lo demostr贸 el comportamiento del mercado durante 2005, menor consumo interno. Desde el punto de vista social, el recorte del consuno de carnes bovinas afecta en particular a los sectores de menores ingresos. En pocas palabras: todas las condiciones objetivas apuntan al aumento del precio de la carne vacuna empezando por el mercado dom茅stico. Esta realidad se yuxtapone al boom exportador, que todav铆a no es productivo, pero que no deja de producir reacomodamientos importantes en las relaciones de propiedad de los frigor铆ficos locales, los que r谩pidamente est谩n pasando a manos extranjeras, especialmente brasile帽as.
El temor empresario, que ya comenz贸 a ser expresado a viva voz por los canales habituales, es que el Ministerio de Econom铆a opte por aumentar las de hecho inexistentes retenciones a las exportaciones sectoriales. Hoy la carne que va al exterior paga por retenciones un 5 por ciento de la facturaci贸n, porci贸n que luego es devuelta por tratarse de mercanc铆as empacadas en unidades de menos de 5 kilogramos. De esta manera, las retenciones s贸lo conllevan un costo financiero; las devoluciones tienen una demora.
Un segundo punto desde la perspectiva de las empresas es que la mejora de las condiciones objetivas del mercado no podr铆an haber ocurrido en peor momento. La posibilidad de aumentar precios sucede justo cuando la preocupaci贸n n煤mero uno del Gobierno en materia econ贸mica no son ni los vencimientos de deuda, ni el mercado de trabajo, ni la reducci贸n del super谩vit de la cuenta corriente, sino, precisamente, la inflaci贸n. Dado que la carne es uno de los componentes clave de la canasta b谩sica alimentaria, el temor empresario de que el Gobierno utilice la pol铆tica fiscal para evitar el agravamiento de los indicadores sociales tiene bases s贸lidas.
Para las firmas exportadoras, retenciones de por ejemplo un 10 por ciento adicional se llevar铆an buena parte de las ganancias extraordinarias que ya contabilizan. Por eso, las empresas decidieron pasar a la ofensiva y esta semana consensuaron una propuesta 鈥減ol铆ticamente correcta鈥: mantener relativamente congelados los cortes m谩s baratos de consumo popular a cambio de dejar v铆a libre al resto, los de m谩s alta calidad, la crema del negocio exportador. De esta manera, argumentan, los pobres no ver铆an afectado su consumo y el negocio exportador no sufrir铆a restricciones en su din谩mica de crecimiento. Si bien los m谩s pudientes deber谩n pagar m谩s por el kilo de lomo, ello dista de ser un problema pol铆tico. La 煤nica externalidad negativa alcanzar铆a, si todo funciona bien, a los sectores de ingresos salariales medios, quienes quiz谩 deban resignar en parte el consumo de los cortes de mayor calidad. Seg煤n los representantes de la industria frigor铆fica, esta situaci贸n representar谩 un incentivo para el desarrollo de la producci贸n sustitutiva, como las carnes blancas y porcinas.
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