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Domingo, 3 de diciembre de 2006
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Las causas del malestar en el campo

D铆as de furia en el campo

El Gobierno tiene una pol铆tica agropecuaria: privilegiar la l贸gica salarial del modelo por sobre los reclamos de los ganaderos.

Por Claudio Scaletta
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La carne integra la canasta de consumo que el Gobierno quiere mantener bajo control.

A la producci贸n primaria le toc贸 la peor parte en materia de apropiaci贸n de los beneficios de la devaluaci贸n. Hay que reconocerlo, la parte no es mala, pero entre los sectores empresarios es la peor. A diferencia de sus pares industriales, los 鈥渉ombres de campo鈥 fueron los m谩s perjudicados por el desdoblamiento del tipo de cambio v铆a retenciones. Y si bien desde el primer d铆a, en el aciago 2002, qued贸 claro que 茅sas eran las nuevas reglas del novel modelo exportador, el sector nunca baj贸 las banderas de la pelea contra el desdoblamiento cambiario. Pero la mala fortuna no termin贸 con la disminuci贸n de la potencia del tipo de cambio.

Una pieza clave del programa econ贸mico consiste en evitar que los ajustes de salarios 鈥渟e coman el modelo鈥. Es decir, evitar que se anule el beneficio que los exportadores logran en base a salarios relativamente bajos en d贸lares.

La lucha es b铆peda. Una de sus patas consiste en mantener a raya la suba de salarios nominales. Luego de una larga contenci贸n por la v铆a de los aumentos de suma fija y algunas descompresiones puntuales, en 2006 y en el sector formal, se pactaron subas promedio del 19 por ciento. Para el 2007, empresarios y clase pol铆tica trabajan en la construcci贸n de un consenso en torno de aumentos salariales del 14 por ciento. Es decir, con un recupero de ingresos de unos pocos puntos por encima de la inflaci贸n (pocos puntos reales).

La segunda pata de la lucha se asienta en mantener el poder adquisitivo de esos salarios relativamente contenidos. Si se soltasen sin m谩s las fuerzas del 鈥渕ercado鈥, los precios de la canasta erosionar铆an el poder de compra del salario, quiz谩 hasta niveles incompatibles con la armon铆a social tan cara al discurso del Gobierno. Conocida es, en este punto, la denodada y detallista batalla cotidiana del Ministerio de Econom铆a a trav茅s de la Secretar铆a de Comercio Interior.

Otra vez aqu铆 al sector agropecuario le toca la peor parte. La industria puede verse compelida a contener los precios de algunos productos, pero lo compensa por una doble v铆a. Primero, porque consume mucha m谩s mano de obra que el campo y se beneficia con el mantenimiento de salarios bajos. Segundo, porque su oferta es m谩s diversificada y no est谩 obligada a contener los precios de todos sus productos. Para muchos analistas hay por lo menos dos inflaciones. La de la canasta que mide el IPC ser铆a s贸lo una de ellas. La de la canasta de consumo de una familia de ingresos medios hacia arriba, otra.

Desde esta perspectiva, el sector agropecuario tiene menos opciones. En su ecuaci贸n productiva el peso de la mano de obra, en particular en la Pampa H煤meda, es muy inferior al de la industria, por eso sus dirigentes pueden darse un tipo de lujo que 鈥渓os industriales鈥 jam谩s osar铆an: decir, para horror de H茅ctor M茅ndez, que 鈥渆l problema no es que los precios sean altos, sino que los salarios son bajos鈥. Luego, uno de sus bienes m谩s dependientes del mercado interno, la carne, forma parte de la canasta de consumo que el Gobierno (el modelo) quiere (requiere) mantener bajo control. No es casual que en la contienda actual los ganaderos sean los m谩s enojados. Los productores sojeros no tienen este problema. Si alg煤n d铆a el aumento de la producci贸n y el 谩rea sembrada de soja afectan la oferta de cereales y, por lo tanto, el precio de la canasta de bienes salarios, no es un problema de corto plazo. Si la carne sube en Liniers o por afuera de Liniers, como se vio la semana que pas贸, eso pega en el IPC de ma帽ana, en las expectativas de inflaci贸n para 2007 y en la puja salarial. La contienda, vista desde la l贸gica del modelo, no parece ofrecer muchas alternativas. Para los ganaderos es una desgracia, m谩s cuando la carne no deja de subir en el mercado internacional.

El lock out 鈥搒iempre mal llamado 鈥減aro鈥濃 que unir谩 a tirios y troyanos 鈥揳unque no tanto鈥 esta semana ser谩, en consecuencia, un nuevo catalizador de los justos malos humores sectoriales. Pero poco podr谩 lograr, primero, porque no es una herramienta que, m谩s all谩 de su poder de fuego medi谩tico, tenga gran efectividad. Los hombres de campo son, al fin y al cabo, empresarios que saben medir sus p茅rdidas, actuales y potenciales (hasta el desabastecimiento puede combatirse con importaci贸n). Finalmente, porque no incluye toda la verdad decir que el Gobierno no tiene una pol铆tica agropecuaria. La tiene y muy concreta: privilegiar la l贸gica salarial del modelo por sobre los reclamo de los ganaderos.

jaius@yahoo.com

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