Domingo, 25 de abril de 2004
Mil palos de piqueteros
Por Julio Nudler
En el mundo hay más de mil millones de des- y subocupados. Ni en eso puede decirse que se destaque económicamente la Argentina. La única ventaja de este paÃs, en ese terreno, consiste en que los bienes de capital y la tecnologÃa son muy caros, y además quedó mucho equipamiento ocioso gracias a la depresión, por lo que el empleo crece tanto como la economÃa. Pero es probable que este pari passu se acabe pronto. No hace falta más que ver lo que pasa en China: allà desde 1995 desaparecieron 15 millones de empleos industriales, paralelamente a un vertiginoso aumento de la producción fabril. En parte por eso, los chinos ricos, que explotan a los chinos pobres, son cada vez más alevosamente ricos. En el mismo perÃodo, en los 20 paÃses más opulentos –lista que no incluye a China– se destruyeron 31 millones de puestos industriales, aunque simultáneamente la producción manufacturera (¡qué vocablo más obsoleto!) subió más de 30 por ciento. También allà se concentra la riqueza, aunque la red social de contención convierte al fenómeno en un calvario para el fisco. Pero lo más interesante es que la deslocalización de empresas o tareas hacia India, China y otros paÃses de minisalarios y gente capacitada no libra a esos paÃses de generar masas de desocupados. De 1985 a 2002 la producción siderúrgica estadounidense saltó de 75 a 102 millones de toneladas anuales, pero los obreros de las acerÃas bajaron de 289 mil a 74 mil, según aporta el célebre Jeremy Rifkin. Y no se trata de un rasgo distintivo de la industria: en los servicios pasa y pasará lo mismo. El Netbank norteamericano maneja on line depósitos por U$S 2400 millones con 180 empleados, en lugar de los 2000 que solÃan hacer falta para ese volumen. Se espera que los trabajos administrativos también raleen. Mientras en los paÃses altamente desarrollados protestan porque las multinacionales mudan sus call centers o centres d’appel a paÃses baratos, la Argentina incluida, muchos más puestos destruye el reconocimiento de voz por las computadoras. La tecnologÃa despide, pero casi no toma.
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