Domingo, 31 de octubre de 2004
Liderazgo
En la convención del Partido Republicano, George Bush padre dijo que en las próximas elecciones no sólo se votará para decidir el liderazgo de Estados Unidos, sino del mundo, dándole asà la razón a George Soros cuando afirmó que, en la globalización, los únicos que verdaderamente votan son los norteamericanos. Por su parte, el gobernador de California proclamó que un republicano es aquel que, entre otras cosas, piensa que los Estados Unidos pueden hacer mucho más por la democracia en el mundo que las Naciones Unidas, a las que, equivocadamente, por lo visto les adjudicábamos hasta ahora el papel de representar la democracia internacional. De allà a asignarle a esa nación el carácter de pueblo elegido por Dios para gobernar el mundo resta apenas un paso, y no me sorprenderÃa que alguien, representativo de ese pensamiento, lo dé en cualquier momento. Habremos vuelto asà a la teorÃa del derecho divino como fundamentación del poder, pero mediante la diabólica paradoja de hacerlo por la vÃa formalmente democrática. Y digo esto porque, aunque parezca increÃble, hay una mayorÃa de norteamericanos dispuestos a elegir una alternativa que contrarÃa claramente los principios básicos de su Constitución, que amenaza con recortar cada vez más sus derechos individuales, que ya ha demostrado su absoluto desprecio por los derechos humanos, que sólo favorece a los poderosos de su paÃs y que resulta extremadamente agresiva para con los demás pueblos del mundo. La esencia de la democracia es absolutamente contraria a la concentración del poder. Sólo la autoridad moral puede sostener un verdadero liderazgo, todas las demás formas de supremacÃa son meros disfraces de la primitiva ley de la selva y ofenden groseramente a la humanidad. El concepto de liderazgo asà concebido es eminentemente fascista, las democracias sólo pueden tolerar representantes y, que yo sepa, el presidente de los Estados Unidos sólo representa a los norteamericanos. Y lamentablemente todo parece indicar que los representa muy bien. Por ahora, los elegidos para gobernar el mundo parecen más empeñados en destruirlo.
Francisco Jorge MartÃnez PerÃa
Abogado
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