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Domingo, 29 de mayo de 2005
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Comida china

Por Marcelo Zlotogwiazda

Sólo uno de cada seis chinos está en condiciones económicas de comer en McDonald’s, pero esa minoría de apenas 200 millones de individuos justifica que la cadena de comidas rápidas tenga proyectado inaugurar este año cien nuevos locales para llegar a mil en el 2008. Incluso ya abrieron la primera sucursal para comprar desde el auto, atentos al meteórico crecimiento del parque automotor en ese país. También en estos días Wal Mart abrió su primer hipermercado gigante, y ya suma 46 en todo el país.

Los números de la economía china no dejan de sorprender por lo descomunales, aunque no es el aumento en el consumo interno lo que explica las sostenidas y desorbitadas tasas de crecimiento de su Producto Interno Bruto, ya que el consumo representa bastante menos de la mitad de la demanda agregada (porcentaje que en la Argentina, por ejemplo, es el doble). Son la inversión y las exportaciones, claramente, los motores que mantienen a ritmo vertiginoso la mayor expansión sostenida de una potencia mundial que conozca la historia contemporánea.

Los últimos datos indican que el PIB sigue expandiéndose a tasas del orden del 10 por ciento anual en el primer trimestre del año, empujado por una suba de aproximadamente 30 por ciento en las exportaciones y de un alza similar en la inversión.

Sin embargo, lo que los especialistas están debatiendo hace ya algunos meses es si China va o debería ir rumbo a una desaceleración, que descomprima las crecientes tensiones creadas con los Estados Unidos dado el fuertísimo déficit que la potencia americana tiene en el comercio bilateral. Algunos creen ver en el menor incremento en las importaciones de los últimos meses un indicio de que el boom se está moderando.

En el mismo sentido, otros analizan lo que está sucediendo en algunos mercados de materias primas o commodities industriales. China es tan relevante en el uso de algunos productos (consume el 8 por ciento del petróleo del mundo, el 20 por ciento del aluminio y un tercio del acero, del hierro y del carbón) que los precios de estos bienes son tomados como una señal de hacia qué dirección y con qué intensidad se mueve la actividad económica china. Al respecto, en las últimas semanas parece que los índices de precios internacionales se muestran débiles, lo que estaría indicando expectativas de una menor demanda por parte del coloso asiático.

La pregunta que muchos se hacen en estos tiempos es cuál y cómo sería el impacto de una sustancial caída en la expansión china sobre la economía mundial en su conjunto y sobre distintos países o regiones en términos particulares. En lo único que parecen todos de acuerdo es que si China frena se van a resentir mucho todos los países que en mayor o menor medida funcionan como satélites de abastecimiento, comenzando por los países más cercanos cuyo nivel de dependencia de China es clave: se trata de Japón, Corea y Taiwan que exportan a China una quinta parte del total, pero alcanza también aunque en menor medida a la mayoría de las economías del sudeste asiático.

También mucho va a depender de la manera en que China responda a las presiones estadounidenses para que atenúe su invasiva política comercial (Estados Unidos es el destino de un tercio de las ventas chinas), ya sea a través de una revaluación de su moneda como aconsejan algunos, o por medio de autorrestricciones a las exportaciones. Si bien China ha intentado calmar los aprietes anunciando hace muy poco impuestos a la exportación de 74 posiciones arancelarias del rubro textil, el análisis del cada vez más escuchado economista de Morgan Stanley, Stephen Roach, es que ese gesto no alcanzará y que la administración Bush continuará presionando para que aprecien el renminbi, verdadero nombre de la moneda china.

¿Y qué sobre la Argentina, cuya exportación de soja es fundamental para sostener el excedente de comercio exterior? Curiosamente, hay quienes razonan que un dólar más barato en China no perjudicaría (como cualquiera deduciría en un principio) las exportaciones globales de países como la Argentina, siempre y cuando eso ocurra en pequeñas dosis y de manera ordenada. Es lo que piensa, por ejemplo, Mohamed El Erian, manager de Pimco, el fondo de administración de títulos de deuda de países emergentes más grande del mundo con sede en Miami. Según él, una apreciación del orden del 5 por ciento en la moneda china alcanzaría para suavizar las tensiones entre Estados Unidos y China, y mantendría a esas dos potencias interactuando en un mundo que seguiría creciendo, lo que para países como la Argentina y Brasil dejarían un saldo neto positivo para sus exportaciones totales, más allá de lo que pueda ocurrir con las ventas a China.

A propósito: qué bueno sería que la Argentina produjese mucho jengibre, ya que los sandwiches preferidos por los chinos en McDonald’s llevan ese condimento.

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