Una periodista internacional debÃa cubrir una nota en Jerusalén. La ventana, en su habitación del hotel, daba de frente al Muro de los Lamentos. Todas las mañanas, al levantarse y salir, veÃa instalado a un rabino rezando frente al Muro, y al regresar, el rabino continuaba allÃ.
Pasaron los dÃas, terminó su tarea y antes de regresar, a la periodista se le ocurrió hacerle una nota al rabino.
–DÃgame, rabino, ¿usted viene a rezar al Muro todos los dÃas, año tras año?
–SÃ, todos los dÃas le rezo a Dios y le ruego que los hombres cambien, para que haya paz en el mundo, para que no exista el hambre, para que los polÃticos que manejan la historia de los paÃses sólo miren el bienestar de sus conciudadanos, para que la educación sea prioridad y tantos otros ruegos que me llevan todo el dÃa frente al Muro.
–¿Y cómo se siente tras todos estos años, rabino, pidiendo tantas cosas buenas para la humanidad?
–¿Que cómo me siento? ¿Y cómo me voy a sentir? ¡Como si le estuviera hablando a una pared!
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