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Domingo, 5 de octubre de 2014
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El horizonte del desarrollo argentino

¿Tigre o canguro?

Por Esteban Actis *

En una columna publicada en La Nación, el economista Eduardo Levy Yeyati realizó una reflexión que le escapa a la agitada coyuntura económica. La pregunta central que se intenta responder es: ¿en qué sectores económicos debería centrarse el desarrollo de la Argentina? Levy Yeyati plantea que el dilema en los círculos políticos/empresariales versa entre un tipo de desarrollo nostálgico vinculado a la priorización de un desarrollo industrial y de los casos exitosos del Sudeste asiático (ser un “tigre”) y otro tipo de desarrollo asociado a la priorización de bienes primarios juntamente con servicios sofisticados (ser “canguro” en relación con la experiencia de Australia y Nueva Zelanda). El autor plantea que entre la “fantasía de los tigres” y la “fantasía de los canguros” es preferible inclinarse por esta última opción, dado que es mejor ganar en sofisticación que esforzarse por un voluntarioso proyecto industrial condenado a la ineficiencia.

Es indudable que producto de la dotación de factores con que cuenta la Argentina una opción de desarrollo que apueste a las ventajas comparativas (agrobusiness) asociado a la búsqueda de ventajas competitivas en nichos vinculados a servicios representa un modelo tentador y auspicioso. A su vez, seguir realizando esfuerzos estatales –incentivos fiscales, subsidios, barreras comerciales– para lograr un desarrollo industrial sustitutivo y poco eficiente en términos de la producción internacional claramente representa una opción poco atrayente.

Sin embargo, un aspecto nodal que debe ponerse sobre relieve en este tipo de discusiones sobre qué camino adoptar para el desarrollo nacional es la variable poblacional. Todos los países que han optado históricamente por modelos industrialistas tienen numerosas poblaciones. En aquellos países con poblaciones superiores a los 80 millones de habitantes (Estados Unidos, Alemania, Rusia, India, China, Brasil) la defensa de los entramados industriales es prioritaria. Por ejemplo, el proyecto de industrialización de Corea del Sur no puede analizarse sin considerar las necesidades laborales de sus 50 millones de habitantes. En cambio, la estrategia de “canguro” es viable en países con pequeñas cantidades de habitantes. Para países como Australia (23 millones), Nueva Zelanda (4,4 millones) e incluso para nuestros vecinos Chile (17 millones) y Uruguay (3,4 millones) la inclusión laboral se cierra con la opción del “canguro”. El problema para la Argentina es que dicha opción –si bien eficiente desde lo productivo– no alcanza a cubrir las necesidades laborales de todos los argentinos. Así, para que la Argentina no caiga en un modelo viable desde lo económico pero inviable desde lo social, es inevitable que alcance algún grado de desarrollo industrial. Esta preocupación estuvo en el centro de la estrategia de Industrialización por Sustituciones de Importaciones (ISI) que adoptaron Argentina, Brasil y México en los años cuarenta del pasado siglo. Para las incipientes sociedades de masas del siglo XX el modelo agroexportador tradicional dejaba de ser una opción política y socialmente factible. Como ha dicho en varias oportunidades el economista Dani Rodrik, “la política industrial nunca pasó de moda, las economías de éxito siempre han confiado en las políticas estatales que fomentan el crecimiento acelerando y la transformación estructural”.

Afirmar esta tesis no implica avalar que el desarrollo industrial argentino debe intentar repetir el desarrollismo de posguerra. No es menor el dato de que la actual etapa de “reindustrialización” se ha hecho teniendo en cuenta aquel marco conceptual. En la globalización imperante del siglo XXI la clave radica en cómo insertarse en cadenas regionales y globales de valor específicas a partir de políticas comerciales estratégicas (diferente de la clásica protección del modelo ISI) que permitan ganar competitividad industrial desde la vía estratégica (I+D, vinculación tecnológica, joint ventures) y no por la vía estructural basada en la precariedad de los salarios, como ha sido la clave del éxito asiático.

La discusión de ser “tigre o canguro” debe contemplar la variable social si se busca un modelo de desarrollo inclusivo. La evidencia internacional no muestra casos exitosos de “canguros” con poblaciones semejantes a la argentina. La clave para el futuro desarrollo económico y social versa entonces en cómo convertirnos en un “tigre” moderno, competitivo, eficiente, que deje los vicios, la nostalgia y las prácticas del pasado.

* Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR). Docente de la UNR.

Becario doctoral del Conicet

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