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Domingo, 7 de junio de 2015
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El significado de profundizar el proyecto político y económico del kirchnerismo

El presente y el futuro

Cuando sectores del oficialismo hablan de profundizar el proyecto político no sólo se enfrentan a los actuales desafíos económicos, sino principalmente a los del futuro.

Por Carlos Andujar *
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“El desarrollo industrial nacional debe ser apalancado con el ahorro local”, señala Carlos Andujar.

El candidato es el proyecto suele escucharse en las filas oficialistas. Más allá de la necesaria y coyuntural ambigüedad de la frase, en líneas generales hay acuerdos y consensos, aun en las huestes de la oposición, sobre de qué se habla cuando se refiere al “Proyecto” kirchnerista. Sin intentar ser exhaustivos, se puede mencionar que el proceso iniciado en 2003 ha elegido distribuir para crecer antes que crecer para distribuir. Ante el trágico panorama social dejado por más de dos décadas de neoliberalismo, en vez de incentivar el crecimiento esperando que este “derramara” sus frutos en “algún momento” en toda la sociedad, se optó por distribuir, a través de una fuerte y permanente política de transferencias sociales hacia los más desfavorecidos (AUH, Progresar, Procrear, Argentina Trabaja, Ellas hacen, Conectar Igualdad), lo que llevó, a través del aumento del consumo (público y privado), a años de crecimiento sostenido y nuevas distribuciones.

En línea con lo anterior se ha otorgado al Estado un rol activo, soberano e interventor en el mercado a través de una serie de nacionalizaciones (AFJP, Aerolíneas, YPF, Ferrocarriles), cambios en las regulaciones (Carta Orgánica del BCRA, intervención en el comercio exterior, control del mercado de cambios), y procesos de desendeudamiento crecientes (que incluyen el pago total de lo adeudado al FMI).

El proyecto y sus actores protagónicos han resistido tanto tomar los atajos conservadores y sus recetas de ajuste para frenar la inflación como las presiones devaluadoras como política excluyente para recuperar el deterioro de la competitividad cambiaria provocada por la misma. Asimismo supieron articular una política exterior con una clara visión latinoamericanista, encarnada en el “no al ALCA”, con una política interna de reconocimiento y ampliación de derechos.

No obstante, o precisamente por todo ello, el proyecto populista, como otros a lo largo de la historia argentina, se enfrenta no solamente a una oposición representante de una derecha liberal sino principalmente consigo mismo.

El economista Adolfo Canitrot escribió en 1975 que la alianza política del populismo nace de la recesión y proponiéndose un programa expansivo, asalariados y burguesía industrial tienen intereses complementarios dejando a los empresarios rurales en la oposición. El mismo éxito del programa destruye la alianza dado que al aproximarse al pleno empleo, en un contexto inflacionario, los intereses conflictivos reemplazan a los complementarios. Las expectativas distribucionistas del proyecto nacional y popular se enfrentan ahora a un empresariado industrial que no quiere seguir “aportando” a la distribución del ingreso a costa de su propia rentabilidad. Al final del proceso, la burguesía industrial se inclina hacia una nueva alianza con la burguesía rural presionando por una devaluación que baje sus costos y proteja su producción al tiempo que genere ganancias extraordinarias para los ahora aliados empresarios rurales. El populismo, sentencia Canitrot, termina enredado en sus propias contradicciones y un nuevo programa de orden y recesión emerge.

¿Qué tienen de distinto los proyectos populistas (distribucionistas, en sus palabras) que describe Canitrot con el actual proyecto populista kirchnerista? Aunque parezca evidente es necesario mencionarlo: el futuro. El porvenir no está escrito en los libros de historia y mucho menos en los de economía política.

Cuando se habla de la necesidad de profundizar el proyecto no sólo se está frente al presente sino principalmente frente al futuro que todavía no se ha construido.

Profundizar implica romper con la cadena que presenta Canitrot, entre otros autores, como inevitable, como límite absoluto de los proyectos distribucionistas. Como menciona el grupo Carta Abierta en su último documento, continuidad es profundización, es avance o no es. Resulta pues imperioso dotar de contenido a la no siempre bien entendida profundización.

El proyecto populista necesita en esta etapa, para no sucumbir por las citadas contradicciones, políticas de la trascendencia de la ya implementada nacionalización de fondos jubilatorios, la asignación universal por hijo, la ley de servicios audiovisuales o la nacionalización de YPF.

Por un lado, la restricción externa, exige del Estado herramientas que le permitan transferir recursos del sector con más productividad (rural) al sector que se pretende desarrollar (industrial). Luego de la fallida resolución 125, urge la creación de instituciones que tengan la facultad de controlar el comercio exterior y los puertos a fin de efectivizar dicha transferencia.

Al mismo tiempo, el desarrollo industrial nacional debe ser apalancado con el ahorro local. De tal modo, si bien la reforma de la Carta Orgánica dotó de nuevas facultades al Banco Central, la ampliación de dichas competencias y el acceso a nuevas, solo puede lograrse con la reforma de la ley de entidades financieras, herencia de la última dictadura militar. Entre las “deudas” del proyecto kirchnerista está la nula o escasa modificación del patrón de acumulación el cual sigue siendo preponderantemente agroexportador y dotado de una matriz industrial insumo dependiente del exterior.

Para sostener el nivel de inversión social y en infraestructura es necesario ampliar la base tributaria. En este sentido, el actual nivel de imposición a la renta minera, herencia del menemismo neoliberal y de la renta financiera, deben ser revisados y modificados, complementándose con nuevos tributos progresivos, que pesen, por ejemplo sobre la propiedades ociosas. Asimismo, se necesita crear mecanismos sustentables de mejora en las condiciones de los trabajadores que no dependan de transferencias directas del Estado. La participación de los trabajadores en las ganancias es un proyecto que debería volver a ponerse en agenda si se pretende que la redistribución no caiga sólo sobre los hombros del Estado; al tiempo que, el control ejercido por los trabajadores, ahora actores interesados, sobre los balances de las empresas, ayudaría a transparentar sus números lo que implicaría una mejora indirecta en la recaudación impositiva.

Las políticas descriptas no intentan ser exhaustivas ni de ningún modo excluyentes de otras tantas necesarias que las complementen o las mejoren. Su mención tiene por finalidad dar cuenta de la envergadura de la tarea que depara el porvenir si, en los términos de los intelectuales de reunidos en Carta Abierta, se quiere dar continuidad al proyecto nacional y popular.

Como decía el escritor uruguayo, la historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será. La economía depende de la política y esta de las relaciones de fuerza. El presente será la historia de un futuro que aún no existe.

* Docente UNLZ FCS. Colectivo Educativo Manuel Ugarte.

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