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Domingo, 4 de octubre de 2015
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Elecciones presidenciales

Dos proyectos antagónicos

Por Rubén Ernesto Seijo *

Cada vez que hay elecciones presidenciales se discuten candidatos y espacios de poder para distintas estructuras partidarias. Las tapas de los principales multimedios hablan de cuestiones de poder formal intentando siempre desviar el verdadero foco de la discusión nacional: que proyectos de país se discuten. Así en diciembre de 2001, con altísimo desempleo y trabajo precario los diarios hablaban del buen humor de los mercados, mientras hoy luego de años de un camino autónomo de crecimiento y desendeudamiento, con políticas de empleo e inclusión que han dado buenos resultados, publican notas ubicándonos en la peor de las crisis. Esto no es inocente, los propietarios de esos medios son los mismos grupos económicos concentrados que eran beneficiarios de la crisis argentina tanto en años de Martínez de Hoz como de Cavallo, y los mismos a los que no les conviene una argentina que se desendeude, que genere empleo y crecimiento del mercado interno.

El objetivo de esta nota es repasar cuáles fueron las principales características de los proyectos en danza de los últimos años, haciendo hincapié en el mundo de la producción y del trabajo y cuál era la principal política pública para orientar los frutos del trabajo de los argentinos, o sea como se hace para que la argentina crezca y los argentinos tengamos trabajo y las condiciones materiales mínimas para tener una vida feliz.

En este marco es bueno ver qué sendero siguió la Argentina los últimos años. El período identificado como de valorización financiera tiene su apogeo durante la convertibilidad (1991-2001), en los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. El período del capital concentrado exportador tiene que ver con las políticas seguidas en 2002 y parte de 2003 bajo el gobierno de Eduardo Duhalde. Mientras el primero se basa en un dólar barato y un modelo de acumulación a través de la especulación financiera, el segundo es el modelo del lobby devaluador y la Argentina agroexportadora, más allá de estas pequeñas diferencias ambos se basan en la rentabilidad de un sector del capital, por lo que ambos coinciden en despreciar al mercado interno por considerarlo poco competitivo y en ambos los resultados en el mediano plazo son de desempleo y exclusión. La argentina de 2002 era resultado de políticas de esta clase con alto desempleo, destrucción de la industria nacional y alta precariedad laboral. Los candidatos que proponen un cambio de políticas proponen la vuelta a estos caminos.

El proyecto iniciado en 2003 no ha sido mágico, ni ha solucionado el ciento por ciento de los problemas de los argentinos, pero sin duda ha sido un camino de mejora con resurgimiento del mercado interno y con inclusión social a través del trabajo.

Las paritarias libres, la inclusión previsional, la movilidad jubilatoria, la AUH, la ley que protege el empleo doméstico, y la que brinda cobertura a los peones del campo y la constante intervención del Estado a favor de los más débiles es justicia social.

Desendeudamiento es más independencia económica y más soberanía política.

Mayor inversión en educación y en ciencia y tecnología es más independencia económica, soberanía política y justicia social.

Es mucho lo que falta hacer aún, y los momentos de debate de políticas tienen que servir para poder encontrar caminos de mejora.

* Profesor de la UBA y la Universidad Nacional de Quilmes.

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