Seguramente ninguno de los lectores de este diario pudo dejar de sorprenderse, indignarse y sentir una profunda consternaci贸n cuando se empezaron a conocer las notas sobre personas que trabajan en condiciones de semiesclavitud. Entre las muchas reflexiones que esta informaci贸n me gener贸, quisiera compartir dos: la primera es que cuando hablamos del 鈥減a铆s real鈥 no siempre somos conscientes de las profundas diferencias regionales que subsisten en la Argentina y del hecho de que, en algunas provincias, las condiciones de expulsi贸n de la poblaci贸n son tan fuertes que las personas parten de su lugar de origen en busca de otras condiciones de vida, apenas un poco mejores, enfrentando un nivel de exposici贸n y de vulnerabilidad no comprensible en estos d铆as.
Santiago del Estero es una de estas provincias. Seg煤n el Censo Nacional de Poblaci贸n 2010, viven en esta jurisdicci贸n 896.461 personas, alrededor de un 11 por ciento m谩s que en 2001. Hace diez a帽os, el 26,2 por ciento de los hogares viv铆a con necesidades b谩sicas insatisfechas, es decir, ten铆a al menos una de las condiciones que son consideradas en este indicador. Pero un an谩lisis de la informaci贸n seg煤n departamentos muestra que en algunos de ellos el porcentaje de hogares con NBI era mucho mayor: 52,9 por ciento en Figueroa y 44,4 en Alberdi, en el norte de la provincia. Tal vez sirva para tener una mejor dimensi贸n de estos datos que en los 24 partidos del Gran Buenos Aires el porcentaje era de 14,5 por ciento. Si se considera el Indice de Privaci贸n Material de los Hogares (que toma dos dimensiones: recursos corrientes, que mide la capacidad econ贸mica de los hogares para adquirir bienes y servicios b谩sicos para la subsistencia, y patrimonial, que contempla condiciones habitacionales), en 2001, en el total nacional, 茅ste era de 37 por ciento, mientras que en Santiago del Estero alcanzaba al 64 por ciento de los hogares. En Formosa, por tomar otra provincia, el IPM era del 71 por ciento y en la Ciudad de Buenos Aires rondaba el 13.
En 2002, los 铆ndices de pobreza e indigencia treparon en todo el pa铆s hasta alcanzar el 53 y el 24,8 por ciento de las personas, respectivamente. En Santiago del Estero, el 60,2 era pobre y el 27,8 era indigente. Del mismo modo que en el resto del pa铆s, entre 2003 y 2005 los porcentajes de pobreza e indigencia tambi茅n disminuyeron en Santiago: en el segundo semestre de 2003, un 58,7 por ciento de personas era pobre y un 28,4 era indigente; en 2005, lo eran el 48,1 y el 18,4 por ciento, respectivamente. Se notaron los efectos de la recuperaci贸n socioecon贸mica pero, comparativamente, la reducci贸n de estos 铆ndices fue menor que a nivel nacional.
La segunda reflexi贸n tiene que ver con lo que nos puede ilustrar una revisi贸n de la historia de la Argentina para comprender c贸mo es posible que personas se vean sometidas a condiciones de vida y de trabajo de semiesclavitud. Numerosos estudios, sobre diferentes momentos de la historia de nuestro pa铆s, dan cuenta de la particularidad de Santiago del Estero: la abundancia de mano de obra dispuesta a emigrar de su lugar de origen para trabajar en otras provincias vecinas o en el 谩rea de mayor inserci贸n en la econom铆a internacional, la zona pampeana/litoral.
Para seguir un orden cronol贸gico, comenzaremos desde principios del siglo XIX. El historiador Jorge Gelman se帽ala que, despu茅s de producida la Revoluci贸n de Mayo, si bien todas las provincias del Norte del pa铆s sufrieron el impacto de la guerra de Independencia, algunas pudieron desarrollar actividades orientadas a los mercados del litoral y ultramarinos, tal el caso de Salta y Tucum谩n, mientras que en otras jurisdicciones la situaci贸n fue m谩s dif铆cil.
En Santiago del Estero, indica el autor, se continuaba practicando la agricultura de aluvi贸n en las zonas inundables de los r铆os Dulce y Salado, pero siempre depend铆a de la caprichosa sucesi贸n de sequ铆as e inundaciones. Por otro lado, un proceso de privatizaci贸n y concentraci贸n de las mejores tierras de cultivo y ganader铆a seguramente afect贸 las posibilidades de subsistencia de una parte importante de la poblaci贸n. Por ello, aun cuando 鈥渦na buena parte de los campesinos sigue teniendo acceso a los recursos del bosque, como la algarroba, a peque帽os hatos de ganado que cr铆an en tierras ajenas, y contin煤a la producci贸n textil dom茅stica, las condiciones de vida se tornan m谩s duras y favorecen el proceso de emigraci贸n temporal o definitiva鈥.
驴C贸mo continu贸 esta historia? El historiador Roy Hora se帽ala en un libro publicado recientemente que mientras la poblaci贸n de la regi贸n litoral creci贸 en un 4,1 por ciento entre 1869 y 1880, en las dem谩s provincias el ritmo fue significativamente menor, de 1,6 por ciento, y en el caso de Santiago del Estero, de 0,7 por ciento. Seg煤n el primer censo nacional, en Catamarca, C贸rdoba, Salta o la provincia que aqu铆 nos ocupa, la mitad de las familias ten铆a jefatura femenina. Muchos varones hab铆an sido enviados a la Guerra del Paraguay, pero muchos otros migraban hacia zonas m谩s din谩micas, con mayores oportunidades de trabajo y mejores salarios. A pesar de las limitaciones del transporte, costoso y precario, y siguiendo la tendencia se帽alada por Gelman, en algunas de estas provincias se alcanz贸 cierta especializaci贸n en la producci贸n que permiti贸 una inserci贸n en mercados regionales m谩s amplios; tal fue el caso de Salta con la venta de animales en pie en las 谩reas mineras chilenas y bolivianas y, un poco despu茅s, el desarrollo de la producci贸n azucarera en Tucum谩n, que creci贸 gracias a la llegada del ferrocarril y la posibilidad de comerciar con el pujante litoral. A estas jurisdicciones vecinas tambi茅n se dirig铆an los varones santiague帽os para trabajar.
Es cierto que, como se帽ala Daniel Campi, en las 煤ltimas d茅cadas del siglo XIX, el cultivo industrial de la ca帽a de az煤car redefini贸 las estructuras productivas de las provincias norte帽as, pero en poco tiempo demostr贸 ser inviable en Santiago, cuya din谩mica fue de subordinaci贸n al proceso de expansi贸n econ贸mica de las jurisdicciones vecinas. Santiago del Estero aport贸 uno de los escasos recursos de los que contaba para integrarse al modelo: la mano de obra. Dice Campi: 鈥淎portaban anualmente los contingentes de zafreros a ingenios y plantaciones ca帽eras, lo que se presentaba como una alternativa para complementar los baj铆simos ingresos de arrenderos, pastajeros o propietarios minifundistas. No est谩 de m谩s agregar que la ocupaci贸n [...] era en alto grado inestable, tanto por requerir trabajo transitorio de tres a seis meses del a帽o, como por la precariedad de las condiciones de vida de los migrantes, de sus remuneraciones, sus derechos laborales y sus garant铆as. A su vez, esta integraci贸n parcial de la mano de obra permit铆a a las empresas desentenderse del problema de la manutenci贸n desde fines de la zafra (septiembre u octubre) hasta mayo o junio del a帽o siguiente, y descargar el costo de su reproducci贸n social sobre los mismos trabajadores y sus comunidades de origen鈥 (Campi, 2000: 81).
Atentos a la limitaci贸n del espacio, no continuaremos con las referencias de otros estudios que coinciden en se帽alar c贸mo, ya avanzado el siglo XX, en la provincia de Santiago del Estero se profundizaron la falta de desarrollo econ贸mico, los altos niveles de pobreza y la emigraci贸n. Pero las l铆neas desarrolladas buscan dar cuenta de la continuidad de casi dos siglos de limitaciones estructurales que viven los habitantes de Santiago del Estero para superar condiciones de pobreza e indigencia como resultado de una multidimensionalidad de fen贸menos pol铆ticos, sociales, econ贸micos y culturales. Estas limitaciones son, seguramente, un componente central de aquello que plante谩bamos al inicio de esta nota: la b煤squeda de condiciones de vida y de trabajo apenas un poco mejores, en condiciones de gran vulnerabilidad. Es decir, muy pocas posibilidades para elegir y para ejercer derechos m铆nimos. Tal vez esta imposibilidad de salir de estas condiciones de sobrevivencia ayuda a pensar en esa Argentina profunda que parece asustarnos.
Claro est谩 que de ning煤n modo estas l铆neas apuntan a distraer la atenci贸n sobre la responsabilidad de los empresarios que someten a condiciones de semiesclavitud a los trabajadores, empresarios que sin duda deben responder por estos delitos
* Profesora de Historia y Especialista en Pol铆ticas Sociales, UBA.
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