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La mayoría de los países hoy avanzados tuvieron en algún momento un banco estatal que direccionó el financiamiento hacia áreas que querían promover. Incluso economías décadas atrás menos desarrolladas como la de Brasil supieron usufructuar la presencia de una banca pública que presta a tasas razonables y a un mayor plazo a sectores que presentan potencialidades para el país. Hoy el Bndes –que financió la generación de empresas líderes como Embraer– supera el 20 por ciento del crédito al sector privado. Podemos citar los casos del Banco Europeo de Inversiones o los bancos de desarrollo de Japón y Corea como ejemplos exitosos. El primer paso es la definición de una política de desarrollo, ya que todo fondeo implica una reasignación de recursos. Esto involucra cierta selectividad de sectores considerados estratégicos. Es cierto que el fin del Banade es un mal antecedente, pero también existe una historia exitosa del Banco Industrial y los comienzos del Banade. La recuperación del sistema previsional como fuente de financiamiento y el escenario de crisis internacional nos obliga a repensar y potenciar la función del crédito a actividades productivas.
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